domingo, junio 23, 2013

miércoles, junio 05, 2013

NO AMÉIS AL MUNDO




No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo [1Jn 2:15-16].


Las cosas del mundo pueden desearse y poseerse para los usos y propósitos que Dios concibió, y se debe usarlas por su gracia y para su gloria; pero los creyentes no deben buscarlas ni valorarlas para propósitos en que el pecado abusa de ellas, ni en beneficio propio y egoísta. El mundo aparta de Dios el corazón y mientras más prevalezca el amor al mundo y los deseos que el mundo ofrece, más decae el amor a Dios. Las cosas del mundo se clasifican conforme a las tres inclinaciones reinantes de la naturaleza depravada del ser humano:

1]- La concupiscencia de la carne, del cuerpo: Los malos deseos del corazón, el apetito de darse el gusto con todas las cosas que excitan e inflaman los placeres sensuales.

2]- La concupiscencia de los ojos: Los ojos se deleitan con las riquezas y las posesiones ricas y materiales; esta es la concupiscencia de la codicia.

3]- La soberbia de la vida: El hombre vano ansía la grandeza y la pompa de una vida de vanagloria, lo cual comprende una sed de honores, de aplausos y de éxito. Las cosas del mundo se desvanecen rápidamente y mueren; el mismo deseo desfallecerá y cesará dentro de poco tiempo, y se esfuma entre las manos como nada, pero el santo afecto no es como la lujuria pasajera. El amor de Dios nunca desfallecerá.

Muchos vanos esfuerzos se han hecho para eludir la fuerza de este pasaje con limitaciones, distinciones o excepciones. Muchos han tratado de mostrar cuán lejos podemos ir estando orientados carnalmente y amando al mundo; pero no resulta fácil equivocarse respecto al significado evidente de estos pasajes bíblicos. A menos que esta victoria sobre el mundo empiece en el corazón, el hombre no tiene raíces en sí mismo y caerá, o en el mejor de los casos, será un profesante estéril. De todos modos, estas vanidades son tan seductoras para la corrupción de nuestros corazones, que sin velar y orar sin cesar, no podemos escapar del mundo ni lograr la victoria sobre su dios y príncipe seductor.

¿QUÉ SIGNIFICA EL MUNDO?

Con frecuencia la palabra “mundo” [Gr kosmos] se refiere al vasto sistema de esta época que Satanás promueve y que existe independientemente de Dios. No solo consiste en los obvios placeres malos, inmorales y pecaminosos del mundo, sino que también se refiere al espíritu de indiferencia y rebelión contra Dios y su revelación, que hay en toda empresa humana que no se haya sometido al señorío de Cristo. En esta época Satanás emplea los conceptos del mundo, de la moralidad, de las filosofías, de la psicología, de los deseos, de los gobiernos, de la cultura, de la educación, de la ciencia, del arte, de la medicina, de la música, de los sistemas económicos, de las diversiones, de los medios de información, de las religiones, de los deportes, de la agricultura, y de otros medios que sería extenso enumerar; y todo para oponerse a Dios, a su pueblo, a su Palabra y a sus normas de justicia [Mt 16:26]; [1Co 2:12]; [1Co 3:19]; [Tit 2:12]; [1Jn 2:15-16].

Por ejemplo, Lucifer utiliza la profesión médica para promover la matanza de niños antes de que nazcan [aborto]; la agricultura para producir drogas que destruyen la vida como el alcohol y los narcóticos [vicios], los sistemas educativos para promover la filosofía impía y humanista [educación], y los medios de diversión para entretener y destruir las normas divinas [juegos y entretenimiento].

Los creyentes deben estar conscientes de que detrás de toda empresa humana hay espíritus o poderes que se mueven contra Dios y su Palabra, algunos con más fuerza que otros.

El “mundo” también abarca a todos los sistemas religiosos inventados que la mente humana puede divagar e imaginar; y desde allí, la mente y el deseo humano por querer ser dios o más alto que cualquiera, nacen las organizaciones, iglesias, denominaciones, sectas, y grupos religiosos llamados “cristianos” que tal vez intentan ser bíblicas, o aparentan ser bíblicas, pero ello deja mucho que desear y se salen del fundamento bíblico; en otras palabras llegan a ser un montón de dogmas humanos y un montón de iglesias tibias y mundanas. 

I- LUCIFER: El dios de este mundo [Mt 4:10]

Satanás (en hebreo “adversario o acusador”), fue un querubín protector, era el sello de la perfección. Su oficio era servir a Dios; pero algún tiempo antes de que comenzara la creación del mundo se rebeló y se convirtió en el principal adversario de Dios y de los hombres [Ez 28:12-15].

1]- En su rebelión contra Dios, Satanás arrastró consigo una gran multitud de ángeles menores [Ap 12:4] que se deban identificar, después de su caída, como demonios o espíritus malos. Satanás y muchos de esos ángeles menores fueron exiliados a la tierra y a la atmosfera que la rodea, y están activos dentro de esa esfera bajo la voluntad de Dios que se lo permite.

2]- Satanás, también llamado “la serpiente”, causo la caída de la raza humana [Gn 3:1-6]; [1Jn 5:19].

3]- El reino de Satanás es un imperio del mal altamente sistematizado que tiene autoridad sobre el reino del aire [Ef 2:2], los ángeles caídos [Mt 25:41]; [Ap 12:7], la humanidad no regenerada [Jn 12:31]; [Ef 2:2] y el mundo [Lc 4:5-6]; [2Co 4:4]; [1Jn 5:19]. No es omnipresente, omnipotente ni omnisciente; por la mayor parte de su actividad la delega a los demonios [Mt 8:28]; [Ap 16:13-14]; [Job 1:12].

4]- Jesús vino a la tierra a destruir las obras de Satanás [1Jn 3:8], a establecer el reino de Dios y a librar a los seres humanos del dominio de Satanás [Mt 12:28]; [Lc 4:18]; [Lc 13:16]; [Hch 26:18]. Mediante su muerte y resurrección, Cristo inicio la derrota de Satanás y de ese modo aseguro la victoria definitiva de Dios sobre Satanás [Heb 2:14].

5]- Al fin de los tiempos Satanás quedara limitado al abismo por mil años [Ap 20:1-3]. Después de quedar libre hará un último intento para derrocar a Dios; eso resultará en la derrota final de Satanás, que será arrojado al lago de fuego [Ap 20:7-10].

6]- Actualmente Satanás lucha contra Dios y su pueblo [Job 1-2]; [Ef 6:11-18], procurando apartar a los creyentes de la lealtad a Cristo [2Co 11:3], haciendo que caigan en pecado y acepten el presente sistema del mundo [1Ti 5:15]; [1Jn 5:16]. El creyente debe orar constantemente por su liberación del poder de Satanás [Mt 6:13], estar alerta contra sus asechanzas y tentaciones [Ef 6:11] y resistirlo mediante la lucha espiritual mientras permanece firme en la fe [Ef 6:10-18]; [1P 5:8-9].    

II- DIOS CREA AL HOMBRE DEL POLVO DE LA TIERRA

Según el Antiguo Testamento, el mundo se distingue claramente de su Creador y en esto el concepto riñe con los sistemas míticos de los babilonios, egipcios, etc., en los que el mundo es una emanación de lo divino. La cosmología hebrea, ajena a todas las preocupaciones científicas y especulaciones filosóficas, sitúa al mundo en relación con el hombre: Dios crea al hombre del polvo de la tierra para dominar el mundo [Gn 1.26–28], y en este sentido lo arrastra a su propio destino. Dicha concepción queda comprendida en los siguientes postulados:

1]- El mundo que Dios creó continúa manifestando la bondad divina. Dios en su sabiduría lo organizó como una verdadera obra de arte, y en armonía [Job 28.25]; [Pr 8.22–31]. La contemplación del universo agota las facultades de admiración del hombre [Sal 8.1–9]; [Sal 104].

2]- Para el hombre pecador, el mundo significa también el instrumento de la ira de Dios [Gn 3.17]. El que hizo las cosas para la felicidad del hombre, también las utiliza para castigarlo.

3]- De estas dos maneras el mundo se asocia activamente con la historia de la salvación, en función de la cual adquiere su verdadero sentido religioso. Aparece un nexo misterioso entre el mundo y el hombre, ya que los dos viven una misma historia [Gn 1.1–2.4].

4]- El hombre, a quien incumbe llevar el mundo a la perfección con su trabajo, le imprime más bien un sello teñido de su propio pecado. Por eso los profetas advierten de un juicio final que no solo afectará a la humanidad sino que trastornará el orden de lo creado [Jer 4.23–26] y traerá de nuevo el caos [Is 13.10]; [Is 24.19]; [Jl 2.10]; [Jl 3.15]. Más allá del juicio, sin embargo, se prepara para el mundo una renovación profunda [Is 65.17]; [Is 66.22]. En el judaísmo posterior se concebía el fin de la historia humana como un paso del mundo (o del siglo) presente al mundo (o al siglo) venidero, que tendrá lugar cuando Dios venga a establecer su Reino.

La aparente ambigüedad veterotestamentaria continúa en el Nuevo Testamento: El mundo es la creación excelente de Dios [Hch 17.24], hecha por la actividad de su Verbo para dar testimonio de Él [Hch 14.17]; [Ro 1.19]. Sin embargo, sería insensato ensalzarlo demasiado, porque el individuo vale más intrínsecamente [Mt 16.26]. Es más, este mundo identificado con el género humano caído y pecaminoso, está realmente en poder de Satanás, su príncipe [Jn 12.31]; [Jn 14.30]; [Jn 16.11]; [1 Jn 5.19]; [Lc 4.6] y “dios” [2 Co 4.4]. Es un mundo de tinieblas regido por los espíritus malignos [Ef 6.12]; engañador que esclaviza [Gl 4.3, 9]; [Col 2.8, 10]; su espíritu se opone al de Dios [1 Co 2.12]; [1 Jn 4.3], y finge dar sabiduría [1 Co 1.20] y paz [Jn 14.27], pero solo logra una tristeza mortífera [2 Co 7.10]. En eso se revela su pecado [Jn 1.29] e incredulidad que resulta un obstáculo para quien quiere entrar en el Reino [Mt 18.7]. Por tanto, el mundo está condenado a ser inseguro y pasajero [1 Co 7.31]; [1 Jn 2.16].

Paradójicamente, Dios ama a este mundo [Jn 3.16], y envió a Jesús para salvarlo [Jn 12.47]. El Hijo no es del mundo [Jn 8.23]; [Jn 17.14]; [Jn 18.36]; [Jn 14.30]; por eso el mundo lo odia [Jn 15.18] y lo condena a muerte. Pero en ese momento se invierte la situación: en la crucifixión y resurrección se efectúa el juicio del mundo [Jn 12.31] y la victoria de Cristo sobre él [Jn 16.33]. Jesús acepta la voluntad del Padre, abandona el mundo [Jn 16.28] y regresa al Padre para sentarse en gloria en el cielo [Jn 17.1] y dirigir la historia [Ap 5.9]. Esta victoria rescató al mundo de su esclavitud; Dios puso todo bajo los pies de Cristo [Ef 1.20]; [Col 1.20]. Sin embargo, el mundo presente no ha llegado todavía a su fin [1 Co 15.25–28]; [Ap 21.4] y sigue en espera de su redención [Ro 8.19].

Los cristianos se hallan, por ende, en el mundo [Jn 11.11] sin ser de Él [Jn 15.19]; [Jn 17.14, 16]. Su tarea es separarse del mundo contaminador, o sea, del sistema que se opone a Dios [Ro 12.2]; [1 Co 7.29]; [Gl 6.14]; [2 Ti 4.10]; [Stg 1.27]; [Stg 4.4]; [1 Jn 2.15]. Pero no pueden retirarse del mundo; más bien, han de llevar en el mismo una vida que testifique de su Señor [Mc 16.15]; [Jn 17.18, 21, 23]; [Flp 2.15]; [1 Jn 4.17]. Inevitablemente tropezarán con la hostilidad [2 P 2.19]; [Jn 15.18]; (Persecución) pues hasta el final la fe y la incredulidad convivirán en el mundo [Mt 13.38]; [Jn 3.18–21], pero entonces el juicio iniciado llegará a su culminación [Ro 3.6]; [1 Co 6.2].

‍III- LOS DESEOS DE LA CARNE, DE LOS OJOS Y LA VANAGLORIA.

‍Algunas personas piensan que las mundanalidades tienen que ver con la conducta externa: Con las personas con quienes nos relacionamos, los lugares que frecuentamos, las actividades de que disfrutamos. Eso no es totalmente cierto, porque la mundanalidad empieza en el corazón y se caracteriza por estas tres actitudes:

1]- Deseos de la carne: afán por la satisfacción de deseos físicos, incluyen los deseos impuros y el correr tras los placeres pecaminosos y las satisfacciones sensuales [1Co 6:18]; [Fil 3:19]; [Stg 1:14].

2]- Deseos de los ojos: Se refiere a la codicia, anhelo y acumulación de cosas o al apetito sensual por las cosas atractivas a la vista pero prohibidas por Dios, incluso el deseo de observar lo que da un placer pecaminoso [Ex 20:17]; [Ro 7:7]. En la actualidad incluye el deseo de entretenerse viendo pornografía (codicia y adulterio), violencia, impiedad, e inmoralidad en el teatro y la televisión, o en películas y revistas [Gn 3:6]; [Jos 7:21]; [2S 11:2]; [Mt 5:28].

3]- Vanagloria de la vida: Se refiere al espíritu de arrogancia e independencia autosuficiente que no reconoce a Dios como Señor, ni su Palabra como autoridad suprema. Es el espíritu que se exalta, glorifica y asciende como centro de la vida, obsesión con el nivel social o la importancia de sí mismo [Stg 4:16], este espíritu se puede ver mucho en los falsos apóstoles, es una obsesión desmedida con el nivel social, o la importancia y exaltación de sí mismo.

Cuando la serpiente tentó a Eva [Génesis 3.6‍], la tentó en estos tres aspectos. También cuando el diablo tentó a Jesús en el desierto, esas fueron sus tres esferas de ataque [Mateo 4:1-11].

Por contraste, Dios valora el dominio propio, un espíritu generoso y un servicio humilde. Es posible dar la impresión de que evitamos los “placeres mundanos”, mientras todavía albergamos actitudes mundanas en nuestro corazón. Es también posible, como Jesús, amar a los pecadores y pasar el tiempo con ellos mientras se mantienen los valores del reino de Dios. ¿Cuáles son los valores más importantes para usted? ¿Su conducta refleja los valores del mundo o los valores de Dios?

Cuando es fuerte nuestro afecto por los bienes materiales, es difícil creer que un día se desvanecerá lo que deseamos. Y puede parecer aún mucho más difícil creer que la persona que hace la voluntad de Dios vivirá para siempre. Pero esa era la convicción de Juan basada en los hechos de la vida, muerte, resurrección y promesas que Jesús hizo. Al saber que este mundo de maldad y su pecado tendrán fin, nos da ánimo para controlar nuestra codicia, conducta desenfrenada y continuar haciendo la voluntad de Dios.

CONCLUSIÓN:

[1Juan 2:15-17] Luego de haber afirmado fehacientemente sus lazos espirituales, el apóstol Juan les advierte de los peligros que rodean a los creyentes, sin importar cuanto hayan avanzado en su cristianismo. El amor por el mundo es negación de nuestro amor por Dios y nos identifica con un sistema condenado a la destrucción.

No améis al mundo se puede parafrasear como “deja de amar al mundo”. Los lectores de Juan actuaban de una forma que no era consecuente con la relación con Cristo. Aquí mundo es el sistema malvado, moralmente opuesto a todo lo que Dios es y ama. En este sentido, el mundo es un sistema satánico que se opone al Reino de Dios en esta tierra [v 16]; [3.1; [4.4]; [5.19]; [Jn 12.31]; [15.18]; [Ef 6.11, 12]; [Stg 4.4].
Amor del Padre: Se refiere al amor que se siente por Dios en respuesta a su amor, o al amor que Dios siente por nosotros. Con seguridad, el significado es el primero. No se puede amar al mundo y amar a Dios al mismo tiempo [Stg 4.4].

El deseo de la carne, el deseo de los ojos y el orgullo de la vida: El mundo se caracteriza por estos tres apetitos, que se han interpretado como las tres diferentes formas en que Eva fue tentada en el jardín [Gn 3.6] o las tres tentaciones que experimentó Jesús [Lc 4.1-12]. Sin embargo, las correspondencias no son lo suficientemente concluyentes para aseverar que Juan se refería a una u otra. En cambio, probablemente Juan estaba haciendo una breve lista de las diferentes formas en que los creyentes pueden ser disuadidos de amar a Dios.

El apetito de la carne se refiere a los deseos de pecaminosos placeres sensuales.

El apetito de los ojos se refiere a la codicia o materialismo.

El orgullo de la vida se refiere a sentir orgullo de la posición de uno mismo en el mundo, lo cual todo es vanidad y aflicción de espíritu [Ecl 2:17].

Fallecer: Juan destaca la brevedad de la vida. Consumirse con esta vida es no estar preparado para la próxima. Qué tragedia tan grande es gastar nuestros recursos en lo que no perdurará.

[1Jn 2.18-23] Ahora Juan arremete contra el sistema del mundo y el pecado, el dios de este mundo, y su representante, el anticristo. El anticristo se revela por su negación de Jesús como el Cristo. Estos versículos no enseñan que el que deja una iglesia dada no es cristiano; sino, más bien, que los que abandonan las enseñanzas apostólicas y niegan la deidad de Jesús se oponen a Cristo, aunque se proclamen cristianos.

Vivir en el mundo sin participar del espíritu del mundo es el llamado cristiano. Cuando el Espíritu de Dios nos revela la verdadera pobreza espiritual en que vive el mundo, es más fácil vencer las tentaciones que buscan seducimos a volver a esa condición. Cuando comprendemos la plenitud de nuestra herencia en Cristo, se revela toda la pobreza de la oferta del mundo. Cuando depositamos de verdad nuestros sentimientos en Dios, los deseos de la carne dejan de ser un problema. A diferencia de la mujer de Lot, que rechazaba renunciar al mundo, levantemos nuestra vista hacia la esperanza gloriosa del amor, la vida y la luz donde Dios eternamente reina.

No pongas tus sentidos o te sacrifiques por algo que: 1) apele a los apetitos de la carne, 2) fomente la codicia o ambición, o 3) suscite orgullo o arrogancia.

No permitas que nada perjudique o afecte, aun levemente, tu adoración, servicio, compromiso y devoción a Dios. No vale la pena todo lo que ofrece el mundo es pasajero, es como neblina que se disipa mientras el día avanza. El sistema del mundo es temporal y Dios lo destruirá [Dn2:34-35,44]; [1Co 7:31]; [2Ts 1:7-10]; [2P 3:10]; [Ap 18:2]. Incluso este sistema del mundo se está acabando [1Jn 2:17].


¡Gracia y Paz sean a tu vida!