miércoles, noviembre 30, 2011

EL PERDÓN DE DIOS

 

[Jeremías 31:34]: Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. 

El perdón es la doctrina distintiva del cristianismo y expresión de una experiencia espiritual. Dios perdonará y resueltamente no recordará el pecado y la iniquidad de su pueblo, y a los que vienen a Él arrepentidos y con FE por medio de su Hijo Jesús.

El Mesías, por medio de su obra en la cruz, cumplió lo prometido en el Nuevo Pacto [Mt 26.26-28]; [Mr 14.22-24]; [1Co 11.25].

El perdón presupone tres cosas:

 1]- Que el hombre ha pecado; es decir, ha infringido la Ley divina (Pecado);

2]- Que ha reconocido su falta y está arrepentido [Mc 1.4]  (Arrepentimiento)  

3]- Que Dios, en su amor y en su gracia, ha remitido la culpa y ha puesto el medio para que el hombre reciba el perdón.


I- ¿Qué es el perdón?

El perdón es una expresión de amor. El perdón viene a ser, entonces, la fuerza poderosa que remueve el obstáculo espiritual y hace posible que la criatura humana se reconcilie y restablezca su relación con Dios.

La idea básica del perdón, cuando se usa en relación con el pecado, es la de cancelar una deuda; quitar la barrera y efectuar la Reconciliación entre Dios y el hombre; o sea erradicar el pecado que impide la relación con Dios. Sin el perdón, que solamente Dios puede conceder, el hombre está irremisiblemente condenado a la perdición eterna. Por eso, el mensaje del perdón es una maravillosa esperanza de vida; ese es uno de los  mensajes centrales para la humanidad de parte de Dios.

En la Biblia el perdón aparece asociado con la doctrina de la  Expiación; esto es, la necesidad del sacrificio para vindicar la JUSTICIA ofendida de Dios; por ejemplo, [Lv 17.1].

El perdón es una garantía divina:

En el Nuevo Testamento la muerte de Cristo en la cruz es la garantía divina del perdón. “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” [Ef 1.7].

Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento enseñan claramente que no existe perdón de pecados sin derramamiento de sangre. La sangre es aquí un símbolo gráfico de la muerte. Evoca el sistema de sacrificios del antiguo pacto, en el cual estaba siempre presente la perspectiva del sacrificio que Jesucristo se impondría Él mismo para quitar el pecado del mundo.

II- ¿Quién es el que perdona?

1]- Dios es el que perdona: La Biblia afirma ampliamente que es Dios el que perdona [Neh 9.17]; [Dn 9.9]. El rey David se arrepintió de su pecado, lo confesó a Dios y fue perdonado [Sal 32 y 51].

2]- El perdón de Dios incluye: El no acordarse más del pecado [Jer 31.34], y el sepultarlo “en lo profundo del mar” [Miq 7.19].

3]- El Nuevo Testamento declara la autoridad de Cristo para perdonar: “Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...” [Mc 2.10];  [Hch 13.38].

III- ¿Cómo debemos ser los cristianos?

Los cristianos debemos imitar a Dios: ¿Cómo?

1]- Confesando las faltas entre sí; ser abiertos y transparentes los unos con los otros [Stg 5.16] Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.

2]- Perdonándonos unos a otros [Ef 4.32]  Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

3]- No acordándonos continuamente nuestros pecados pasados [Miq 7.18-19]  ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.

Dios grande en misericordia [Miqueas 7:18, 19]

El profeta expone un mensaje para un pueblo que había pecado y sufrido las consecuencias de su maldad. Él se dirige a un pueblo que había presenciado el sitio de Jerusalén y el cautiverio en Babilonia. Sin embargo, Dios no se había olvidado de su gente. Los “dioses” de los otros países fueron famosos por su supuesta especialidad de afectar la naturaleza. Algunos fueron conocidos como caprichosos. Jehová es un Dios justo y recto. También tiene misericordia.

1]- Dios tiene misericordia de su pueblo. Dios no se olvida de sus hijos. Les permite pasar por aguas de tristeza. Sin embargo, en Jehovah prevalece el Dios de misericordia.

2]- Nuestro Dios, grande en misericordia, perdona nuestros pecados.

El perdón divino siempre trata seriamente con el pecado. Los capítulos anteriores revelan que Dios no ve el pecado con ligereza. El pecado es rebelión, es pesado y es serio.

El perdón divino declara que Dios, a pesar de nuestro pecado, nos perdona.

3]- Nuestro Dios, grande en misericordia, olvida el pecado.

No es que Dios ignore intelectualmente nuestro pasado después de perdonarnos; él es omnisciente.

Él no echa en cara el pecado. Nos trata con gracia. Actúa como si no fuésemos pecadores. Nuestros pecados han sido echados al mar del “olvido divino”.

El profeta Miqueas hablando con Jehovah, plantea una pregunta: ¿Qué Dios hay como tú? El Dios verdadero es justo, recto y santo. También es misericordioso. Por lo tanto perdona y olvida el pecado. Debemos vivir con estas promesas.

Un cristiano lleno de dudas acerca del perdón de Dios no vivirá libremente en Cristo; un cristiano que quiera presentar ofrendas a Dios no podrá ser bendecido; un cristiano lleno de rencores no será escuchado por Dios; un cristiano que vive revolviendo el pasado y acordándose de sus pecados no podrá jamás crecer espiritualmente.
Por lo tanto: [Número 23:19]: Dios no es hombre, PARA QUE MIENTA, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?

¡El perdón de Dios es una garantía!, vive con esta promesa y guárdala en tu corazón.



¡Gracia y Paz del Señor!

lunes, noviembre 21, 2011

LA ADORACIÓN AL DIOS PADRE

         


[Juan 4:23]: Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos ADORADORES adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales ADORADORES busca que le adoren.

El deseo de Dios es siempre la adoración, y solamente a Él la adoración. Dios busca corazones sinceros, humildes, quebrantados en adoración totalmente a Él; no importa dónde se rinda culto, sino la disposición de la mente y el corazón. La verdadera adoración no es una mera fórmula o un ceremonial, sino una realidad espiritual que está en armonía con la naturaleza de Dios, que es Espíritu. La adoración debe ser sincera en verdad, trasparente, y conforme como a Dios le agrada.

¿Qué es la adoración a Dios?

La adoración es un culto o reverencia que se rinde a Dios por su grandeza, por su majestad y por su gran poder.

UN POCO DE HISTORIA:

En la adoración, los patriarcas invocaban el nombre de Jehová [Gn 13.4], celebraban el pacto [Gn 15.7–21] y la sustitución [Gn 22]; [Lv 17.11], y practicaban los lavamientos y las purificaciones [Gn 35.2];  [Éx 19.10], todo lo cual precede al culto más formal y complejo que se verá después en el Tabernáculo y el Templo [1R 6–8]; [2Cr 20–31]. A pesar de este desarrollo posterior, no se pierde el aspecto personal de la adoración [2S 17.18–29]; [Sal 23]; [Is 55.6–9].

En el Nuevo Testamento, el culto de la  Sinagoga [Lc 4.16–21] se adapta a las necesidades de la  Iglesia. Incluye alabanzas, salmos, cánticos [Ef 5.19- 20], lectura bíblica, enseñanza, exhortación [Col 3.16]; [Col 4.16]; [1Ti 4.13], oración, ayuno, santa cena [Hch 2.46]; [Hch 13.1–3]; [1Co 11.18–34], profecía [1Co 14], doctrina, mensajes en lenguas e interpretación [1 Co 14.26].

En ambos testamentos el pueblo de Dios lo adora públicamente [Hch 20.7], en privado [Gn 24.26- 27]; [Dn 6.10]; [Mt 6.5-6] y en familia [Gn 35.1–3]; [Hch 16.30–34].

ES NECESARIO LA ADORACION AL PADRE CELESTIAL:

[Juan 4:24]: Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

I]- ¿Por qué es necesario adorar al Padre Celestial?

     1]- Por sus obras: [Salmo 92:1-5]

    2]- Por ser quien es Él [Salmo 100:4]



II]- ¿Cómo se debe expresar esa adoración al Padre Celestial?

       Se expresa mediante:

            Alabanza [Sal 138.1-2];[2Cr 7.3]; [Sal 29.1, 2]; [Sal 86.9]

            Canto [Sal 66.4],

            Rito (prefigura al Cordero de Dios) [Éx 12.26-27],

            Meditación [Sal  63.5, 6]  

             Oración [Gn 12.8]; [Neh 9]

             Sacrificio vivo [Ro 12.1]

             Ofrenda [Gn 4.3, 4]; [Dt 26.10]; [1Cr 16.29]

             Temor [Sal 96.9]

             Ayuno [Neh 9.1–3]; [Lc 2.37]

             Fiesta y  Acción de gracias [2 Cr 30.21- 22]

            Inclinación [Sal 95.6]; [1Cr 29.20]  

            Servicio [Dt 11.13]; [Jos 22.27].

Estos dos últimos conceptos se expresan en hebreo y en griego con palabras que también significan “adoración” [Dt 6.13]; [Dt 10.12- 13]; [2 R 5.18];  [Mt 4.10];[Ro 12.1], de modo que no se distingue entre “servir” y “adorar” ni entre “inclinarse” y “adorar”.



III]- ¿Cómo debe ser esa adoración al Padre Celestial?

       1]- La adoración externa debe nacer de una actitud interna [Is 29.13], que a su vez se expresa en obediencia y una vida dedicada por entero al servicio de Dios [1S 15.22- 23]; [Miq 6.6–8]; [Stg 1.27].

      2]- El adorador debe ser bueno y justo [Sal 15]; [Am 5.21–26] para que su adoración sea aceptada [Sal 50.7–23]; [Is 1.11–20]; [Mt 5.23- 24];  [Jn 4.23], además debe ser sincero [Sal 51.16–19].



IV]- No se permite otra adoración, que no sea a Dios el Padre celestial 

      1]- Se prohíbe terminantemente la adoración de seres humanos [Hch 10.25- 26]; [Hch 14.11–15]; [Est 3.2, 5]

     2]- Ángeles [Col 2.18]; [Ap 19.10]; [Ap 22.8- 9] u otra criatura [Mt 4.10]; [Dt 6.13]; [Ap 14.9–11].

La adoración de dioses falsos es una ofensa a Dios que trajo las más terribles consecuencias en todo el Antiguo Testamento a los hijos de Israel; y en la actualidad a toda la humanidad [Éx 20.3–6]; [Éx 32.1–11, 30, 35]; [Dt 4.15–18]; [Dt 8.19]; [Ro 1.25].

En el Nuevo Testamento la adoración se dirige a Jesucristo [Mt 14.33]; [Jn 5.22, 23]; [Heb 1.6]; [Ap 5.8–14], y se destaca que el culto ofrecido a Jehová en el Antiguo Testamento explícitamente pertenece a Jesús [Flp 2.10, 11]; [Is 45.23]. La adoración a Dios y al Cordero es la esencia misma de la vida celestial [Ap 4.6–11]; [Ap 15.3-4]; [Ap 19.1–8].

A través de todos los tiempos, Dios siempre ha buscado adoradores; para que le adoren en espíritu y en verdad; sin hipocresía. Dios busca todo el tiempo adoradores, no predicadores; adoradores, no apóstoles; adoradores, no profetas;  adoradores, no maestros; eso es lo que necesita Dios el Padre, verdaderos adoradores, que le adoren en espíritu y en verdad.

¡Gracia y Paz del Señor!

sábado, noviembre 19, 2011

EL FIN DE LA LEY ES CRISTO


[Romanos 10.4] porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.

Justicia:

¿Qué es la justicia? La mayoría piensa inmediatamente en una persona que trata de guardar una lista de reglas, como una persona que nunca pasa por encima de la línea. Cuando habla de justicia en Romanos, Pablo quiere decir mucho más que esta forma común de entender la palabra. Evoca el concepto del Antiguo Testamento de justicia, el cual habla de una relación digna entre Dios y una persona, o entre Dios y su pueblo.

En el Antiguo Testamento la justicia es fundamentalmente un atributo de Dios [Sal 71.15]; [Sal 119.42]. Él sólo es verdaderamente Justo. Es el único que permanece fiel a sus promesas, a su pacto con Israel, y a su Ley. A su vez, los israelitas como pueblo de Dios tuvieron la responsabilidad de ejemplificar la justicia de Dios en esta tierra. Por último, esto quiere decir que ellos tenían que amar y adorar sólo al Dios viviente. La ley de Moisés podría resumirse en este mandamiento y sus consecuencias: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” [Lv 19.18]; [Mr 12.31]. Trágicamente, los israelitas no cumplieron; y éste era el motivo principal [Éxodo 32:9]: Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ellos se demostraron infieles al pacto, aunque Dios se mostró fiel. Al enviar profetas a su pueblo, el Señor le advirtió una y otra vez de su pecaminosidad. Finalmente a lo largo de la historia tuvo que disciplinarlos con hambre, derrotas militares, y aun con el cautiverio en Babilonia. No obstante, Dios permaneció fiel, y restauró a su pueblo, a la tierra y a Él mismo cuando se arrepintieron y se volvieron a Él.

Tras su retorno de Babilonia, los israelitas confundieron la justicia con la adherencia estricta a la Ley como se registra en el Pentateuco. Por cierto, los líderes judíos religiosos añadieron numerosas enmiendas a la Ley para asegurar que nadie la infringiera inadvertidamente. La obediencia celosa a la Ley se asemejó con la justicia. Sin embargo, el mero acatamiento externo para un conjunto de reglas no agradó a Dios. Lo que Dios quería era arrepentimiento, corazones humildes, que le adoraran verdaderamente. Quería ser el Dios de sus corazones y mentes, y el centro de su devoción; pero el razonamiento y la rebeldía del hombre siempre impide una comunión perfecta con Dios.

En la carta a los Romanos, Pablo claramente establece que nadie ha logrado esta norma; nadie ha amado y adorado completamente al Señor como debiera ser [Ro 3.23]. Todos pecaron. Ninguna buena obra o apariencia externa de piedad puede restaurar una relación digna con el Santo de Israel [Is 64.6]. Por una parte, los gentiles no persiguieron una relación correcta con su Creador, de manera que fueron entregados a todo tipo de males [1.18-31]. Por otra parte, los judíos a través de la obediencia externa a la Ley y a sus tradiciones intentaban justificarse delante de Dios [9.31, 32]. Ambos fracasaron, esos no eran los caminos correctos por parte del hombre. Jesús es el único que puede estar delante de la gloria de Dios; es el único que es verdaderamente justo. Asombrosamente, nos ofreció una salida a nuestra esclavitud del pecado. Al poner nuestra fe y confianza en Él, y podemos ser declarados justos delante de Dios. Podemos tener una justicia que no tiene nada que ver con nuestras obras sino que al contrario, descansa en la vida inmaculada de Jesús y su muerte expiatoria por nuestros pecados. El Señor nos perdona y nos declara justos debido a nuestra identificación por fe con la justicia de su Hijo [4.5]. A través de Jesús, podemos finalmente liberarnos de la culpabilidad del pecado. No solamente podemos acercarnos al único Santo en alabanza y gratitud, sino que podemos hacer la voluntad que agrada a Dios.

[Ro 10:4] porque el “fin” de la ley es Cristo:

Fin: Significa propósito, cumplimiento, motivo, finalidad, objetivo.

Es decir, Cristo cumplió todos los requerimientos de la Ley. Cristo era el objetivo al que debía conducir la Ley. El punto es que Israel era ignorante de la justicia de Dios porque fallaron en comprender con qué propósito se hizo la Ley. La Ley revelaba el pecado y mostraba a los hombres que no podían tener esperanza niguna en guardarla. Cristo vino y la cumplió, luego nos ofreció su “JUSTICIA” a través de la “FE” en Él.

Unidad en el Cuerpo de Cristo

En el tiempo que Pablo escribió su carta a los cristianos en Roma, los gentiles probablemente estaban convirtiéndose en la mayoría de los creyentes a lo largo de la iglesia. Cada vez los judíos tenían menos influencias teológicas, culturales y políticas. Gradualmente (y trágicamente) las actitudes de orgullo y prejuicio con que los judíos menospreciaban a los gentiles estaban nuevamente obsesionándolos, así como también los creyentes gentiles comenzaron a apartarse de sus hermanos judíos.

En [Romanos 9-11], Pablo suplica a sus lectores gentiles que recuerden que Dios no ha olvidado a Israel. Dios hizo promesas a la nación que no puede desechar [11.29]. Además, los gentiles no tenían derecho de ser arrogantes porque ellos no fueron originalmente incluidos entre el pueblo de Dios, sino que fueron admitidos como ramas injertadas a un árbol; o sea en el “buen olivo” [11.17, 18].

Pablo vio la posibilidad de una iglesia dividida, con creyentes judíos y gentiles que iban en caminos separados. Si eso pasara, los gentiles ignorarían a la comunidad judía por completo en vez de mostrar compasión y comunicar el evangelio, de modo que los judíos pudieran ser salvos. Por esto aquí, como en otras partes, Pablo desafía a los creyentes a procurar la unidad en el Cuerpo de Cristo y la caridad entre los hombres del mundo.

Nota:

[Romanos 10:4] El fin de la Ley es Cristo: La Ley llega a su término con Cristo: El sentido más probable es que Cristo pone término al régimen de la Ley  [Ro 7.4-6]; [Gl 3.24]. Algunos traducen: La Ley tiene como finalidad a Cristo.

[Romanos 10:4] Versión lenguaje actual: Dios ya no nos acepta por obedecer la ley; ahora sólo acepta a los que confían en Cristo. Con Cristo, la ley llegó a su cumplimiento.

En lo que respecta a ser aprobados por Dios, para todo el que tiene fe, Cristo fue el cumplimiento del propósito de la ley, y Cristo cumplió toda la Ley. Y la Ley llegó a su fin, con la muerte de Cristo; [Heb 9:15-17]  Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, [Jeremías 31:31] para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.

[Hechos 13:39] y que de todas las cosas de que no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés, por medio de Él, todo aquel que cree es justificado.

[Romanos 3:22] es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción;

[Romanos 7:1] ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley tiene jurisdicción sobre una persona mientras vive?.

Por lo tanto el hombre debía morir primero, por la muerte por el bautismo: [Romanos 6:4]

[Gálatas 3:24] De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe.

[Gálatas 4:5] a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos.

Evidentemente Cristo se presenta como el que vino a cumplir la ley [Mat. 5:17]. Es también cierto que en Gálatas la ley se presenta como el tutor que nos conduce a Cristo [Gál. 3:24].

Debemos fijarnos en que Pablo no dice simplemente que Cristo es el fin de la ley, sino que Cristo es el fin de la ley para justicia. De hecho la ley de Moisés en sus aspectos morales y éticos sigue teniendo validez para el creyente. Con la aparición de Cristo en la historia, el día de una justicia por la ley por medios legalistas se terminó, en otras palabras, llegó a su fin.

Es importante notar la última frase del versículo. Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree. La condición es “FE” en Jesús y este camino es aplicable y requisito indispensable a todos los hombres. ¡Nadie queda excluido!

¡Gracia y Paz, en Cristo Jesús!

sábado, noviembre 12, 2011

FUIMOS CRUCIFICADOS CON CRISTO


[Gálatas 2:20]: Con Cristo estoy JUNTAMENTE CRUCIFICADO, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Pablo describe su relación con Cristo en términos de un profundo afecto por su Señor y dependencia de Él. Los que tienen fe en Cristo viven en íntima unión con Él, tanto en la muerte como en la resurrección de su Señor.

¿CÓMO HEMOS SIDO CRUCIFICADOS CON CRISTO?

Legalmente, Dios nos ve como si hubiésemos muerto con Cristo, porque nuestros pecados murieron con Él, ya no estamos más condenados [Colosenses 2.13–15]. En cuanto a la relación, hemos llegado a ser uno con Cristo y sus experiencias son nuestras. Nuestra vida cristiana empieza cuando, en unidad con Él, morimos a la vida vieja [Romanos 6.5–11]. En nuestra vida diaria, en repetidas ocasiones hemos tenido que crucificar nuestros deseos pecaminosos que han tratado de impedir que sigamos a Cristo. Esta también es una forma de morir con Él [Lucas 9.23–25]. Aunque el enfoque del cristianismo no es la muerte sino la vida. Porque hemos sido crucificados con Cristo, también hemos resucitado con Él [Romanos 6.5]. Legalmente, hemos sido reconciliados con Dios [2 Corintios 5.19] y somos libres para poder crecer a la semejanza de Cristo [Romanos 8.29]. Y en nuestra vida diaria, al continuar con nuestra batalla contra el pecado, permitir que el Espíritu Santo nos regenere día a día, ya que el poder de la resurrección de Cristo está disponible [Efesios 1.19, 20]. No estamos solos, Cristo vive en nosotros, esta es nuestra razón para vivir y nuestra esperanza para el futuro [Colosenses 1.27].

DE MANERA QUE:

1]- Todos los creyentes han sido crucificados con Cristo en la cruz. Han muerto a la Ley como medio de salvación y ahora viven por medio de Cristo para Dios [v 19].

2]- Los que han sido crucificados con Cristo ahora viven con Él en su vida resucitada. Cristo y su fortaleza residen en los creyentes, convirtiéndose en la fuente de toda la vida y el centro de todos sus pensamientos, palabras y acciones [Jn 15:1-6]; [Ef 3:17]. Es por medio del Espíritu Santo que la vida resucitada de Cristo va transformando al creyente de continuo [Jn 16:13-14]; [Ro 8:10-11].

3]- El creyente participa en la muerte y en la resurrección de Cristo mediante la FE, es decir, la confianza, el amor, la devoción y la fidelidad al Hijo de Dios, que amo a la humanidad y se dio a sí mismo por ella.

CONSIDERAOS MUERTOS AL PECADO.

[Romanos 6:11] Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

La proposición fundamental de este pasaje es la unión del creyente con Cristo en su muerte y su vida. El creyente verdadero necesita reconocer que ha muerto al pecado de las siguientes tres maneras:

1]- A la vista de Dios: El Señor considera que ha muerto con Cristo en la cruz y ha resucitado con Él en su resurrección  [vv 5-10].

2]- Al poder de Cristo para resistir al pecado [vv 14-18]: Para morir a Él cada día dándole muerte a los malos hábitos del cuerpo [Ro 8:13] y para llevar una vida nueva en obediencia a Dios [vv 5-14, 18,22]

3]- Al ser bautizado en agua [Jn 3:5]: Por lo cual se proclama muerte y rechazo al pecado, y un compromiso a vivir para Cristo [vv 3-5].

HEMOS SIDO CRUCIFICADOS; NO REINE, PUES, EL PECADO.

[Ro 6:12] No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.  

Ya que el pecado ha sido crucificado, se debe oponer resistencia constante por medio del Espíritu Santo a los esfuerzos de la carne por reinar y reanudar el dominio. Debido a que el pecado intenta reinar principalmente mediante los deseos del cuerpo, o sea, los deseos de la carne; los que tenemos fe en Cristo debemos resistir esos deseos absteniéndonos y negándonos a satisfacer los deseos de la carne y sometiéndola cada día por medio del Espíritu Santo, y no poniendo el cuerpo a disposición del pecado [v 13], y ofreciendo el cuerpo y toda la personalidad como esclavos del Señor y de la justicia [vv 13-19].

Algunos creyentes en los días de Pablo, tenían una idea equivocada, ya que la Gracia perdona el pecado, no es necesario resistir al pecado. La respuesta de Pablo dice que cada creyente debe reafirmar y renovar constantemente su decisión de resistir al pecado y seguir a Cristo [v 19]. Después de aceptar y recibir a Cristo, cada creyente debe tener una determinación a quien va a servir [v 16].

Pueden volverse al pecado, dejar de oponerse a su dominio en su vida personal, y volver a ser esclavos del pecado; y esto da como resultado muerte espiritual [vv 16, 21, 23]; como en el tiempo del fin ocurre con los apóstatas; que alguna vez gustaron de la Gracia y ahora se han vuelto atrás [2Pedro 2:1-22], (se recomienda leer todo este capítulo); y esto refuta con algunos “vientos de doctrina” dentro del cristianismo que sólo presentan una cara de la verdad y no la verdad completa; como la doctrina bíblica afirma y enseña al creyente, por las siguientes razones:

1]- El creyente debe seguir ofreciéndose como siervo de Dios y de la justicia con la santificación, y la vida eterna como resultado [vv 19, 22].

2]- Los [vv 15-23], afirman que los que no se someten al señorío de Cristo y no se oponen al dominio del pecado en la vida personal no tienen derecho a referirse a Cristo como Señor [Lucas 6:46-49] Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?...

[2Co 6:14]; [2Co 7:1]; [Stg 4:4]; [1Jn 2:15-17].

¡Somos crucificados juntamente con Cristo todo el tiempo!

¡Gracia y Paz, de nuestro Señor Jesús!

viernes, noviembre 04, 2011

Transformaos:


[Romanos 12:1-2]  Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Transformar [Gr. Metamorfóo].

La palabra griega significa “cambiar la forma”, al igual que el derivado en español metamorfosis. En el Nuevo Testamento, esta palabra se usa para describir una renovación interna de nuestra mente por medio de la cual nuestro espíritu interior es cambiado a la semejanza de Cristo. Pablo les dice a los creyentes romanos: “transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” [Ro. 12.2]. A medida que nuestra vida cristiana progresa, debemos gradualmente darnos cuenta que nuestra vida pensante cambia de no cristiana a una semejante a la de Cristo. La transformación no sucede en una sola noche; nuestra transformación es continua. Somos conformados a la imagen de Cristo gradualmente al pasar tiempo en comunión íntima con Él [2Co 3.18].

Dios tiene planes buenos, agradables y perfectos para sus hijos. Él quiere transformarnos en un pueblo con una mente renovada, vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que Él solo quiere lo mejor para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida nueva, deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su servicio [Romanos 12:1]: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en SACRIFICIO VIVO, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

Los cristianos tenemos este llamado: “No os conforméis a este siglo”. No hemos de estar conformes con la conducta y costumbres de este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta mundana se extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del mundo, sin embargo, debe ir más allá del nivel de conducta y costumbres. Debe estar firmemente arraigado en nuestras mentes: “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”. Es posible evitar muchas de las costumbres mundanas sin dejar de ser orgullosos, codiciosos, egoístas, obstinados y arrogantes. Solo cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca y reorienta nuestra mente somos en verdad transformados.

[Romanos 8:5-8] Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Pablo divide a la gente en dos categorías: Los que son de la carne y los que son del Espíritu Santo. Todos estaríamos en la primera categoría si Jesús no nos hubiera ofrecido una vía de escape. Una vez que aceptamos a Jesús, le seguimos porque su senda nos brinda vida y paz. Cada día debemos decidir a conciencia centrar nuestras vidas en Dios; y cambiar la mentalidad para con Dios. Utiliza la Biblia para ver los mandatos de Dios y practícalos; en cada situación dudosa; hazte la pregunta: ¿Qué quiere Jesús que haga? Cuando el Espíritu Santo te muestre lo que es bueno, hazlo con entusiasmo.

[Romanos 8.9] ¿Te has preguntado alguna vez si eres cristiano de verdad o no? Cristiano es todo el que tiene el Espíritu de Dios morando en Él. Si has confiado sinceramente en Cristo como Salvador y lo has reconocido como Señor, el Espíritu Santo ha entrado a tu vida y ya eres cristiano. Uno no sabe que ha recibido el Espíritu Santo porque haya sentido ciertas emociones, sino porque Jesús lo ha prometido. Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, creemos que Jesús es el Hijo de Dios y que la vida eterna se obtiene a través de Él [1 Juan 5.5]; empezamos a actuar bajo la dirección de Cristo [Romanos 8.5]; [Gálatas 5.22, 23]; encontramos ayuda en los problemas cotidianos y en la oración ([Romanos 8.26, 27]; podemos servir a Dios y hacer su voluntad [Hechos 1.8]; [Romanos 12.6]; y somos parte del plan de Dios para la edificación de su Iglesia [Efesios 4.12, 13].

La vida cristiana es un camino; y se debe practicar; “transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”. Dios no quiere una iglesia religiosa; Dios no quiere una iglesia mundana, Dios quiere una iglesia transformada, una iglesia renovada por su Espíritu, una iglesia sin mancha y sin arruga!

Gracia Y Paz! En el Señor!