jueves, agosto 29, 2013

El PERDÓN




Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos [Número 14:18].


Este pasaje da más luz sobre el significado de ese nombre y sobre su carácter más íntimo. El Señor es un Dios cuya compasión, bondad y perdón van unidos a la verdad, la santidad y la justicia. El hecho de que Dios es piadoso y compasivo revela que Él no castigará a nadie a menos que, y hasta que, se rechacen y menosprecien su clemencia y su amor.


¿Qué es el perdón?

El perdón es la acción por la que una persona, el perdonante, que estima haber sufrido una ofensa, decide, bien a petición del ofensor o espontáneamente, no sentir resentimiento hacia el ofensor o hacer cesar su ira o indignación contra el mismo, renunciando eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo o restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas.

El perdón, doctrina distintiva del cristianismo y expresión de una experiencia espiritual. Presupone tres cosas:

1] Que el hombre ha pecado; es decir, ha infringido, o sea, la Ley divina.

2] Que ha reconocido su falta y está arrepentido [Mc 1.4] (Arrepentimiento).

3] Que Dios, en su amor y en su gracia, ha remitido la culpa y ha puesto el medio para que el hombre reciba el perdón. El perdón viene a ser, entonces, la fuerza poderosa que remueve el obstáculo espiritual y hace posible que la criatura humana se reconcilie y restablezca su amistad con Dios.

La idea básica del perdón, cuando se usa en relación con el pecado, es la de cancelar una deuda; quitar la barrera y efectuar la “Reconciliación”; erradicar el pecado. Sin el perdón, que solo Dios puede conceder, el hombre está irremisiblemente condenado a la perdición eterna. Por eso, el mensaje del perdón es una maravillosa esperanza de vida. Por estos días se ha diluido bastante el mensaje, y se ha cambiado por el humanismo y sus teorías de prosperidad y exaltación de la carne.

I- GARANTÍA DIVINA DEL PERDÓN:

En la Biblia el perdón aparece asociado con la doctrina de la Expiación; esto es, la necesidad del sacrificio para vindicar la JUSTICIA ofendida de Dios, por ejemplo, [Lv 17.11]. Este pasaje presenta la razón para el derramamiento de la sangre del animal expiatorio y su significado para la expiación. Se asociaba la sangre del animal con su vida; así que la sangre expiaba el pecado humano a costa de la vida. En otras palabras, los seres humanos no tenían que dar su vida por el pecado, porque la vida del animal era el pago en su lugar. Este principio de la expiación sustitutoria mediante la sangre de otro, enseñada en estos pasajes, ayuda a entender la importancia de la sangre de Cristo para recibir salvación bajo el Nuevo Pacto. Cuando Jesucristo derramó su sangre en la cruz, Él entregó su vida por la vida del pecador [Ro 5:1]. Como su vida no tenía pecado y era perfecta delante de Dios, su sangre es de infinito valor y da por resultado la perfecta salvación de todos los que lo aceptan y lo siguen [Col 1:14]; [Heb 9:13-14]; [1Jn 1:7]; [Ap 7:14].

En el Nuevo Testamento la muerte de Cristo en la cruz es la garantía divina del perdón; pues en el Nuevo Pacto, es Dios mismo que desciende en la persona de Cristo para perdonar a la humanidad y librarla del pecado. “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” [Ef 1.7].


II- SEPULTADO EN EL FONDO DEL MAR:

La Biblia afirma ampliamente que es Dios el que perdona [Neh 9.17] No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste.

El Señor es un Dios clemente y compasivo; por lo tanto, Él está dispuesto a aceptar otra vez a quienes lo han abandonado y han pecado contra sus leyes tan pronto como se arrepientan. Además, Él es paciente y clemente con las faltas y los defectos de sus hijos, siempre y cuando el deseo manifiesto de ellos sea seguirlo plenamente y obtener absoluta victoria sobre el pecado, Satanás y el mundo.

[Dn 9.9] De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado.

El rey David se arrepintió de su pecado, lo confesó a Dios y fue perdonado [Sal 32 y 51]. El perdón de Dios incluye el no acordarse más del pecado [Jer 31.34] Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

[Isaías 43:25] "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”.

En la época del Nuevo Pacto, cada persona que cree en Cristo conocerá directamente al Señor y tendrá comunión personal con Él. Todos tendrán acceso directo a Dios, y se impartirá la presencia del Señor a los creyentes por medio del Espíritu Santo. Son fundamentales en el Nuevo Pacto el perdón de los pecados y como consecuencia la reconciliación con Dios, que se basan en el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz [Is 53:4-6]; [Mt 26:27-28]; [Lc 22:20].

Sepultado “en lo profundo del mar” [Miq 7:18-20] ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos.

Qué Dios como Jehová de los ejércitos; el Dios eterno e incomparable Creador de todo lo que existe; Él es el que perdona la maldad y olvida el pecado, el que sepulta las iniquidades y arroja a lo profundo del mar todo pecado y toda maldad.

El Nuevo Testamento declara la autoridad de Cristo para perdonar: “Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...” [Mc 2.10] Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.

La multitud mira, busca, encuentra y sigue a Jesús. Es el pueblo cansado, agobiado, afligido y enfermo. La mayoría son enfermos; gente que padece algún mal crónico. Hay en muchos de ellos, además, un común denominador adicional: su Fe. Tal es el caso de este paralítico y de la gente que lo lleva y no encuentra obstáculo que los pueda detener. Se trepan al techo y tratan por todos los medios para bajar al paralítico en su camilla delante de Jesús. Y, ¿Qué dice Jesús? Viendo la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.

El perdón de los pecados es instantáneo por parte de Jesús; el creyente debe olvidar los pecados que Dios ya ha perdonado; ni tampoco debe andar revolviendo en el pasado buscando pecados; ni tampoco debe andar buscando el ¿por qué de esto? y el ¿por qué de aquello? Dios los olvida y los echa al fondo del mar [Miq 7:18-20].

La mayoría de las enfermedades son por falta de perdón; llámese rencor, resentimiento, ira, enojo, recuerdos del pasado, soberbia, altivez, etc., y la lista es larga. Hay en el corazón del ser humano cosas muy guardadas y ocultas que solamente Dios las conoce; es por eso que el arrepentimiento y la confesión es esencial delante de Dios; por lo tanto, los pecados y la falta de perdón producen cáncer, artritis, artrosis, depresión, baja autoestima, melancolía, pensamientos de suicidio; y todo lo que podemos imaginar y lo que se está viendo actualmente en las personas; crímenes, violencia, suicidios, robos, asaltos, violaciones, ultrajes, etc.; a eso se le llama el pecado que nos asedia [He 12:1]. Dios perdona y olvida. El problema que está enfrentando la humanidad es el orgullo; no quieren reconocer que son pecadores. Falta de arrepentimiento, falta de humildad. Dios perdona y olvida.

III- CONFESAR Y PERDONAR:

Los cristianos deben imitar a Dios, perdonándose unos a otros [Ef 4.32] Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

El creyente en Cristo debe ser pronto en pedir perdón y en perdonar cuantas veces sea necesario [Mt 18:21-22], El perdón de Cristo hacia nosotros es siempre la base para que nosotros perdonemos a nuestro prójimo; ya sea a hermanos en Cristo en la FE, o a los inconversos que no conocen el Camino. Hoy en la actualidad iglesias enteras con creyentes maldiciéndose unos a otros, envidiándose unos a otros, aborreciéndose unos a otros, criticándose unos a otros, poniéndose piedras de tropiezo unos a otros sin importarles el prójimo; todos quieren llegar, no importa el costo. El creyente en Cristo debe ser transparente y sincero, debe ser carta abierta a los demás. El cristianismo se practica. Perdonar es un mandamiento de Dios.

Por eso también se deben confesar las faltas entre sí [Stg 5:16] Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.

Este versículo da una importante razón del porqué la sanidad no viene o no se ve en las congregaciones. Se deben confesar las ofensas los unos a los otros y orar a Dios los unos por los otros; este es un mandamiento del Señor. El pecado en la iglesia estorba las oraciones, estorba el caminar cristiano en la vida diaria, estorba el poder sanador del Espíritu Santo. El refrigerio nunca llegará cuando hay corazones que guardan cosas ocultas; cuando hay rencor o resentimiento; tampoco habrá sanidad, nunca habrá renovación, mucho menos avivamiento del que tanto hablan.

Muchas personas son atormentadas por pecados pasados. No pueden perdonarse a sí mismos. La Palabra de Dios nos enseña que si venimos a Dios para confesar nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad [1Juan 1:9]. El perdona y olvida. "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados" [Isaías 43:25]. Dios jamás trae a la memoria un pecado que ha sido confesado y perdonado. El creyente es libre eternamente de la condenación de Dios una vez que acepta a Cristo [Romanos 8:1]. Cristo lo dejó todo en la cruz.

Los recuerdos y los sentimientos de culpa que acosan al creyente provienen del enemigo y padre de mentiras, Satanás, no de Dios. La mejor postura que debemos asumir cuando el acusador ataque es reconocer la posición que tenemos en Cristo como hijos amados de Dios. Es necesario liberarse de la culpa, Cristo dijo: Hijo, tus pecados te son perdonados.

CONCLUSIÓN:

Todos los pecados pueden y son perdonados, menos uno: La blasfemia contra el Espíritu Santo [Mt 12.31, 32]. Pero no se nos dice cuál sea esta blasfemia. Es de entenderse, sin embargo, que el pecado imperdonable es el de la incredulidad, cuando el hombre obstinadamente rechaza el testimonio que el Espíritu Santo le da de Jesucristo como el Salvador del alma y Señor de la vida. La incredulidad cierra la puerta del perdón.

El Señor Jesús nos salvó llevando nuestros pecados sobre sí mismo; por consiguiente, no hay condenación porque somos “perdonados". Uno de los atributos de Dios es el amor; Dios está motivado por el amor [Jeremías 31:3]. El amor es la razón por la cual el Señor Jesús murió por nuestros pecados. El pecado siempre demanda un sacrificio. La muerte expiatoria de Cristo es el pago suficiente por los pecados de toda la humanidad. La manera en que recibimos el perdón eterno es reconociendo nuestra pecaminosidad (arrepentimiento) y pidiendo al Señor Jesucristo que entre en nuestras vidas y nos limpie de toda transgresión y toda maldad [Romanos 6:23]. El creyente debe saber y entender que el perdón es una parte esencial de la comunión con Dios. Dios nos ama desde el principio del tiempo y nos ha dado y provisto a Jesucristo para ser nuestro Redentor, Defensor e Intercesor [Is 60:16]; [Is 25:4]; [Romanos 8:34]; [1Juan 2:1]. En la actualidad Él está a la diestra de Dios como nuestro Abogado Eterno. Su sacrificio por el pecado, ofrecido de una vez y para siempre, ha conseguido nuestro perdón total [Hebreos 10:14-18]. No revuelvas y busques en el pasado pecados que vienen a tu mente; Dios ya te ha perdonado y los ha olvidado.

La primera frase de las siete últimas pronunciadas por Nuestro Señor y Cristo antes de morir fueron: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" [Lc 23:34].



¡Gracia y Paz sean a tu vida!
 

 

 

 

 

 

martes, agosto 13, 2013

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

   
[Efesios 1.18-20] alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales. 

Uno de los momentos esenciales en la historia de la salvación durante el cual Jesús, pocos días después de haber muerto en la cruz y de haber sido puesto en el sepulcro en la tarde del Viernes, fue levantado corporalmente para iniciar un nuevo orden de vida.
Este tremendo acto del poder creador y sobrenatural de Dios [Ro 4.24]; [2Co 4.14]; [Ef 1.20] se describe a lo largo de todo el Nuevo Testamento y se proclama como un hecho indubitable [Hch 1.3] y se propone como base innegable de muchas bendiciones actuales y futuras.
Aunque la resurrección de Cristo garantiza la de quienes creen en Él, no deja de ser única en su género, ya que es por definición la resurrección del Mesías e Hijo de Dios [Ro 1.4]. Aun los milagros de Jesús al volver a la vida a la hija de Jairo [Mc 5.21–43], al joven de Naín [Lc 7.11–17], a Lázaro [Jn 11.17–44] y a otros [Mt 11.5] no se describen estrictamente como “resurrecciones”, porque las personas resucitadas volvieron a morir [Hch 9.36–42]; [Hch 20.7–12]. En cambio, Jesucristo inició por su resurrección una etapa decisiva y final en la historia humana [Ro 6.9].

I- ENSEÑANZA DE JESUCRISTO:

El Señor habló a menudo de su sufrimiento y pasión venidera, pero no dejó de incluir la nota de triunfo final. Aun el lenguaje figurado tomado del Antiguo Testamento y del judaísmo posterior (Hijo del Hombre; Siervo de Jehová; Hijo de Dios) implica que Dios a la larga iba a reivindicar públicamente al justo sufriente. Basándose sin duda en pasajes como [Isaías 52.13]; [Is 53.12] y [Os 6.2] (en el tercer día nos resucitará), Jesús predijo su propia resurrección [Mc 8.31]; [Mc 9.31]; [Mc 10.33]; [Lc 13.32] y reivindicación en Gloria [Mt 12.40]; [Mc 9.1]; [Mc 10.35–40]; [Mc 14.62]; [Lc 22.15–18]. Pero los discípulos no comprendieron la predicción [Mc 9.9]; [Jn 20.9] porque la doctrina popular colocaba la Resurrección de los muertos al final de los tiempos, junto con el Juicio, y no dentro de la historia.

II- PRUEBAS DEL HECHO HISTÓRICO:

Con todo, Dios hizo lo inesperado. Después de ser sepultado honorablemente y poco antes del atardecer del viernes, el cuerpo de Jesús permaneció en el sepulcro durante tres días; y descendiendo al infierno en espíritu. Según la costumbre judía de contar como día entero cualquier fracción del mismo, el primer día sería un par de horas del viernes (el sábado comenzaba de las seis de la tarde de nuestro viernes), el segundo día correría desde las seis de la tarde del viernes hasta las seis de la tarde del sábado y el tercer día comprendería las horas restantes hasta el momento, para nosotros desconocido, cuando el Señor salió vivo de la tumba (en todo caso, antes de que llegaran las mujeres a la tumba, en la madrugada del domingo). Esta explicación satisface las demandas aun de la expresión hebraica “después de tres días” [Mt 8.31].

III- LA TUMBA VACÍA:   

Hay muchas pruebas de que Jesús realmente fue sepultado (en la predicación primitiva, [Hch 13.29]; [Ro 6.4]; [1 Co 15.4]; y en los relatos evangélicos, [Mc 15.42–47]; [Jn 19.38–42] en un sitio reconocible poco después [Mc 15.47] para contrarrestar los rumores de que las mujeres se equivocaron de tumba. Y, por tanto, el hecho de hallar vacía la tumba el domingo (Día del Señor) es de gran valor como prueba; sobre este punto los Evangelios dan testimonio unánime [Mc 16.1–8]; [Jn 20.1–10]. Sobre los nombres y el número de las mujeres que fueron a la tumba hay menos acuerdo, como también respecto a las figuras angelicales que aparecen cerca del lugar donde yacía el cuerpo. Pero tales diferencias se deben a puntos de vista y propósitos divergentes de los evangelistas.

Las mujeres hallaron rodada a un lado la enorme piedra que tapaba la entrada de la tumba y temieron que alguien hubiera robado el cuerpo [Jn 20.2, 15]. Lejos de ser resultado imaginario de los fervientes deseos de los cristianos, la tumba vacía sorprendió a todos. La teoría de que los mismos discípulos robaron el cuerpo, sostenida por los judíos en la época de los evangelistas [Mt 28.13], es sicológicamente imposible. La mera existencia de tal teoría prueba que los opositores del evangelio no pudieron negar la realidad del sepulcro vacío ni reponer ellos mismos el cadáver. Además, uno de los evangelistas relata que durante el sábado una guardia romana fue apostada en la tumba y esta fue sellada por parte del sanedrín [Mt 27.62–28.15], precaución que hace inverosímil toda hipótesis de un robo [Jn 20.3–8]. El énfasis de los Evangelios, pues, en la tumba vacía indica que los primeros cristianos entendían la resurrección en términos corporales; como judíos, no concebían una resurrección “espiritual” que dejara el cadáver en los lazos de la muerte.

IV – LAS APARICIONES DE JESÚS RESUCITADO:   

Todavía más decisivas para la fe de los discípulos fueron las apariciones de Jesucristo, variadas, convincentes y reales. He aquí una lista:

En Judea:

1]. A las mujeres [Mt 28.9].
2]. A María Magdalena [Jn 20.11–18].
3]. A Pedro [Lc 24.34]; [1Co 15.5]; [Mc 16.7].
4]. A los caminantes de Emaús [Lc 24.13–31].
5]. A diez apóstoles [Lc 24.36–49]; [Jn 20.19–23]; [1 Co 15.5].
6]. A once apóstoles [Jn 20.24–29].
7]. A “los que se habían reunido” [Hch 1.6–9]; los “apóstoles” de [Hch 1.2]; [1 Co 15.7]; [Lc 24.50]; [Lc 24.3].

Probablemente en Galilea:

8]. A once apóstoles [Mt 28.16–20]; [Mc 16.7].
9]. A más de quinientos hermanos [1Co 15.6].
10]. A Jacobo [1Co 15.7].
11]. A siete discípulos [Jn 21.1–14].

Según Lucas, el período de las apariciones duró cuarenta días [Hch 1.3] y terminó con la Ascensión. Pero Pablo afirmó ser también parte de la misma serie de testigos [1Co 15.8], gracias a la aparición que le fue concedida unos tres años después [Hch 9.3–8]; [Hch 22.6–11]; [Hch 26.12–18]. En este caso, él fue el único testigo (con posible excepción de Jacobo) que no había creído en Jesucristo antes; generalmente las apariciones no tuvieron el propósito de incitar a la fe, sino el de confirmar la de los que ya eran cristianos.

Los evangelistas se esfuerzan por mostrar que el Cristo resucitado es idéntico al Jesús terrenal, a pesar de las diferencias que embargan al principio los ojos de los discípulos para no reconocerle [Lc 24.16]; [Jn 21.4]. El Señor come y bebe con ellos [Lc 24.41]; [Hch 10.41] y permite que lo palpen [Jn 20.27]; [Mt 28.9] y [Jn 20.17]; en su cuerpo aún conservaba las marcas de su pasión [Lc 24.39]; [Jn 20.20]. Con todo, el Resucitado tiene nuevas condiciones que antes solamente habían sido presagiadas en la Transfiguración [Mc 9.9]: Jesús desaparece de la vista de sus discípulos [Lc 24.31] y pasa a través de puertas cerradas [Jn 20.19, 26]. Tales condiciones solo podían pertenecer a un cuerpo “espiritual” [1Co 15.44] o “glorificado” [1Co 15.43]; [Flp 3.21], tipo del cuerpo que el cristiano recibirá en la resurrección de los justos.

V- LA EXPERIENCIA DEL CRISTO VIVO:  

Para fundamentar la fe, era más importante la seguridad de que Jesucristo vivía y reinaba en la Iglesia y en el cosmos que un acontecimiento en el pasado. La certeza de que Cristo vive en uno [Gl 2.20] y en su pueblo por el poder de su resurrección [Flp 3.10] y la convicción de las señales de su señorío [Hch 2.33]; [Hch 3.15]; [Hch 4.30], eran parte del testimonio apostólico de la resurrección de Cristo [Hch 4.33]. Si bien es cierto que los “Testigos oculares” eran indispensables en la predicación del evangelio [Hch 1.21]; [Hch 10.41]; [Hch 13.31], la bienaventuranza es aun para quienes no vieron con sus propios ojos [Jn 20.29]; [Jn 17.20), porque el Espíritu Santo es también “Testigo de estas cosas” [Hch 5.32]. La fundación y existencia continua de la iglesia de Cristo es, por tanto, una de las pruebas más fehacientes de la realidad de la resurrección [Mt 28.18].

VI- SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN:  

Gran parte de la doctrina del Nuevo Testamento se basa en las implicaciones de la Resurrección. Con base en textos tales como [Salmo 110.1] (“Jehová dijo a mi Señor: siéntate a mi diestra”), los cristianos primitivos contemplaban la Resurrección como un acto de creación con el cual Dios Padre puso su sello de aprobación sobre el ministerio de Jesús, y en especial sobre su obra expiatoria [Ro 4.25]; [Ro 8.34]; [Heb 2.9], Expiación; Justificación; Redención; Salvación). La conquista del último enemigo, la muerte [1Co 15.26] fue garantizada con la Resurrección [1Co 15.54]; por tanto, Jesucristo es declarado Señor, Salvador y Juez victorioso sobre todas las autoridades malignas [1P 3.21]; [Ef 1.21]; [Flp 2.9]; [Heb 2.5].

CONCLUSIÓN:

La entronización de Jesucristo tiene grandes implicaciones para nosotros los creyentes en Él, ya que Él abrió “el camino nuevo y vivo a través del velo; en otras palabras, de su propia carne” de acceso a Dios [Heb 10.20]. Vive e imparte su vida a los que se unen a Él por la fe [Jn 14.19]; [Ef 2.5], lo cual es una bendición que tendrá repercusiones en el futuro [Ro 6.8, 13]; [1Co 6.14]; (Resurrección de los muertos).

Si bien la crucifixión de Cristo representa el amor de Dios hacia la humanidad, puesto que allí el creyente es reconciliado con Dios, limpiado con su sangre y perdonados sus pecados, cancelando una deuda impagable para el ser humano; pero la resurrección de Cristo tiene un valor incalculable; puesto que ahora Cristo está vivo intercediendo por nosotros como Sumo Sacerdote y Abogado. La resurrección de Cristo representa el poder sobrenatural de Dios que levantó a Cristo de entre los muertos; y es allí donde el poder de la resurrección es invaluable; el creyente ya no tiene que caminar en derrota, vivir en enfermedad, vivir en depresión, vivir en temor, vivir desanimado, etc. Aunque vengan las aflicciones, no debemos temer, Cristo ha vencido por nosotros y para nosotros; el creyente debe vivir bajo el poder de la resurrección de Dios en Cristo Jesús.

¡Gracia y Paz sean a tu vida! En el Nombre de Jesús.