sábado, junio 23, 2012

LA SALVACION Y LA OBEDIENCIA






          

Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron [Hebreos 2:1-3].



Una razón por la cual el autor de Hebreos pone de relieve la superioridad del Hijo de Dios, y su revelación, es inculcar a los que han recibido la salvación que deben tomar muy en serio el testimonio y la doctrina de Cristo y de los apóstoles. Por lo tanto, se debe prestar mucha atención a la Palabra de Dios, a la relación con Cristo y a la dirección del Espíritu Santo [Gálatas 5:16-25].






1]- Son funestos el descuido, la falta de interés y la apatía. El creyente que, a causa de la negligencia, descuida las verdades y las enseñanzas del evangelio, esta en gran peligro de que lo arrastre la corriente sin poder detenerse en el puerto donde tendría seguridad.

2]- Como los destinatarios de esta carta, todos los creyentes padecen la tentación de volverse indiferentes a la Palabra de Dios. A causa del descuido y de la indiferencia, fácilmente pueden comenzar a prestar menos atención a las advertencias de Dios [v2], a dejar de perseverar en su lucha contra el pecado [Heb 12:4]; [1P 2:11] y a alejarse lentamente del Hijo de Dios, Jesucristo [Heb 6:4-8]; [Heb 10:31-32].

I- LA SALVACION: ¿Qué debo hacer para ser salvo? [Jn 3.3]

Para ser salvo debes darle la espalda al pecado, creer en la muerte y resurrección de Jesús, y recibirlo como Señor y Salvador de tu vida.

Primero, debes reflexionar sobre tu vida y entonces abandonar todo aquello que contraría la voluntad de Dios. Este alejarse de las actitudes egoístas y entregarse a Dios se llama arrepentimiento [Mt 3.710]; [Hch 3.19].

Segundo, debes reconocer que Jesús murió en la Cruz para perdonar tus pecados. Acéptalo como Salvador para que te limpie de pecado, como el sustituto que pagó tus culpas [Ro 5.9, 10]; [Tito 2.14].

Tercero, debes pedirle que se convierta en el Señor de tu vida, reconociendo abierta y públicamente que Jesús no solo es tu Salvador, sino tu Señor, y de hecho hacer su voluntad [1Jn 2.23].

La Biblia dice que a todos los que le recibieron les dio potestad de ser hechos hijos de Dios [Jn 1.12]. Así que, cuando le recibes y le abres tu corazón, se introduce en él, en tu ser interior, por medio del Espíritu Santo, y comienza a vivir en ti. Desde ese momento es tu privilegio y llamado a confesar lo que Dios ha hecho por tu vida [Ro 10.9].

II- EL CRISTIANO QUE PECA:

¿Perderé la salvación? [Heb 6.46]

Un acto de pecado no te cuesta tu salvación. Hay quienes dicen que si pecas tras haber aceptado a Jesús debes ser salvado otra vez. Pero esto no es lo que la Biblia enseña, nada de eso es cierto.

¿Puedes concebir que alguien adopte un niño y después lo lance a la calle porque comete una falla cuando está aprendiendo a caminar? Cuando somos salvos, nos adoptan como miembros de la familia de Dios. Debemos, llenos de amor, por un lado, y de santo temor, por el otro, vivir vidas que le agraden al Señor. Pero la idea de que un acto pecaminoso pueda hacer que alguien se condenado no está en la Biblia [1Jn 1.7, 9], este versículo es clave; y debemos andar en luz, tener comunión con nuestros hermanos y la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Debemos recordar que hay doctrinas de excomunión en la Palabra de Dios; y eso se aplica a personas que persisten en pecar y andar en tinieblas todo el tiempo; parece contradictorio, pero está escrito [Heb 6: 6-8]. Sin embargo, los pecados y rebeliones te arrebatarán el gozo de la salvación. Cuando David pecó no se sintió gozoso, porque se había rebelado contra Dios [Sal 51.12]. Sus palabras de entonces fueron: “Y no quites de mí tu Santo Espíritu” [Sal 51.11]. Aun cuando había cometido codicia y adulterio y era responsable de la muerte de un inocente, esta frase nos revela que todavía poseía el Espíritu Santo. Aunque fue castigado por su pecado, Dios lo perdonó y amó cuando se arrepintió delante del Señor.

Si uno persevera en el pecado, puede perderse la seguridad de la salvación [Ap 3:5], pero ello no equivale a una perdida instantánea y efectiva de ella. Cuando la Escritura dice: [1Jn 3:9]; [1Jn 5:18] “que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado”, el sentido de la frase en griego no es que el cristiano nunca comete pecado, sino que persevera en él, rehusando confesarlo y arrepentirse. Una persona nacida del Espíritu de Dios será conducida al arrepentimiento cada vez que peque. El tema no es complicado; no se debería pecar y mucho menos permanecer en el pecado.

[1Juan 3:9]: La expresión “no puede pecar” (Gr jamartano) implica acción contínua. Juan enfatiza que los de veras nacidos de Dios no pueden hacer del pecado un hábito, porque la vida de Dios no puede existir en los que viven en pecado [1Jn 1:5-7]; [1Jn 2:3-11,15-17]; 24-29]; [1Jn 3:6-24]; [1Jn 4:7-8,20].

1]- El nuevo nacimiento produce la vida espiritual que resulta en una relación siempre presente con Dios. En esta carta, cada vez que Juan se refiere al nuevo nacimiento, emplea el tiempo perfecto del griego para resaltar la relación contínua y sostenida que comenzó con el nuevo nacimiento [1Jn 2:29]; [1Jn 3:9]; [1Jn 4:7]; [1Jn 5:1, 4,18].

2]- Es una imposibilidad espiritual que alguien tenga la vida de Dios y siga pecando. El cristiano que peca o continúa en el pecado es porque no permanece en Dios, ni le ha visto y ni le ha conocido.

3]- Lo que guarda a los fieles del pecado es “la simiente de Dios” en ellos, es decir, la vida, el Espíritu y la naturaleza de Dios viviendo en ellos [1Jn 511-12]; [Jn 1:1]; [Jn 15:4]; [2P 1:4].

4]- Mediante la FE [1Jn 5:4], la presencia de Cristo , el poder del Espíritu Santo y la Palabra escrita [1Ts 2:10], todos los creyentes pueden vivir cada momento de su vida libres de ofensa y de pecado.

Aun más, leemos en [Hebreos 10.29] que si alguien menosprecia la sangre de Cristo y renuncia a la salvación que ha recibido, entonces esa persona puede haberla perdido del todo. Pero el mismo libro dice; “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores” [Heb 6.9]. Es muy difícil creer que alguien que ha nacido de nuevo se aparte tanto de Dios. Pero podemos preguntarnos: Si somos nuevas criaturas en Cristo, ¿por qué conservamos la capacidad de pecar después del nuevo nacimiento? La respuesta es que la perfección cristiana espera por nosotros en el cielo [1Co 15.54]. Así pues, quedamos unidos a Jesús en la salvación, pero somos transformados a su imagen y semejanza progresivamente [2Co 3.18]. Nuestras vidas se transforman paulatinamente, pero en ningún momento antes de la muerte el creyente alcanza la perfección [1Jn 1.8]. También la transformación viene por permanecer en la FE [1Co 16:13]; [Col 1:23].

III- DIOS ES SANTO: DEBEMOS VIVIR EN SANTIDAD

¿Puedo vivir en santidad? [Mt 5.8]
Si fuere imposible vivir en santidad, Dios no lo hubiera ordenado. El Señor dice: “Santos seréis, porque santo Soy Yo Jehová vuestro Dios” [Lv 19.2]. Ser santo significa ser separado para Dios. La santidad la define la propia naturaleza de Dios. Ser apartados para Dios nos hace santos.

Las buenas obras no nos hacen santos. Somos hechos santos por medio de la fe en Cristo, y también por FE somos salvos. Poco a poco, mientras crecemos y vivimos en el Señor, nos parecemos más y más a Él [2Co 3.18].

Si ponemos nuestra vista en el Señor Jesús, pensamos en Jesús, estudiamos su vida, oramos a Jesús, y buscamos seguir su ejemplo, nos pareceremos más a Él. Comenzamos a pensar y actuar como Él. Nos asemejaremos a Él porque hemos sido apartados para Él. Esta es la verdadera santidad.

Si eres cristiano, dentro de diez años tu vida será considerablemente diferente de lo que es ahora. Tus motivos y deseos serán cada día más elevados, en la medida que te acerques a Él.

Jesús dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” [Mt 5.8]. Podemos alcanzar cierto grado de pureza en esta vida. Pero ella viene de Dios, a medida que crecemos en la fe y nos acercamos cada día más a Él. Aunque la perfección no se alcanza completamente en esta vida, debemos buscarla y aspirar a ella en todo momento, porque la madurez cristiana y la santidad forman parte de la vida de los hijos e hijas de Dios responsables. La santidad es también práctica. La madurez en la santidad se observa en aquellos que han dejado de preocuparse por sus propias necesidades y se han identificado totalmente, dentro de la visión global de su Padre, con la tarea de transformar un mundo herido. La santidad engendra la actitud madura que nos impulsa a convertirnos en instrumentos de Cristo, para cumplir con los anhelos de la oración del Señor [Mt 6.10]. La santidad viene porque se resiste al pecado continuamente.

Ser santo es estar separado del pecado y apartado para Dios; es estar cerca de Dios, ser como Él y buscar su presencia, justicia y comunión con todo el corazón. Sobre todas las cosas, la santidad es la prioridad de Dios para sus seguidores [Ef 4:21-24]:

1]- Dios deseaba que su pueblo fuera santo cuando planeó su salvación en Cristo [Ef 1:4].

2]- Cristo también deseaba que su pueblo fuera santo cuando vino a la tierra [Mt 1:21]; [1Co 1:2,30] y se entregó por él en la cruz [Ef 5:15-27].

3]- La santidad es lo que Dios anhela al hacer de sus hijos nuevas criaturas y al darles el Espíritu Santo [Ro 8:2-15]; [Gá 5:16-25]; [Ef 2:10].

4]- Sin santidad nadie puede ser útil a Dios [2Ti 2:20-21].

5]- Sin santidad no se siente cerca de Dios ni se tiene comunión con É l [Sal 15:1-2].

6]- Sin santidad nadie verá al Señor [Heb 12:14]; [Mt 5:8].

IV- EL PECADO IMPERDONABLE

¿Cuál es el pecado imperdonable? [Mt 12.31]

El concepto de un pecado imperdonable ha sido fuente de dificultad para muchos, debido a que parece contradecir las enseñanzas bíblicas acerca de la Gracia. Sabemos que la Gracia de Dios perdona todo pecado, pero el Señor mencionó un pecado que no puede ser perdonado. Los líderes religiosos fueron a escuchar al Señor, pero se opusieron virtualmente a todo lo que éste decía. Cuando expulsaba demonios alegaban que lo hacía utilizando medios satánicos de parte de Beelzebú [Mt 12.24].

Estaban tan ciegos espiritualmente, que atribuían a Satanás la obra del Espíritu Santo. Aun más, rechazaban la acción del Espíritu Santo en sus propias vidas. En esencia, el Espíritu Santo estaba dando testimonio de que Jesús era el Hijo de Dios, que era Dios, mientras ellos repetían “no es Dios”, “es agente de Satanás”. Fue entonces cuando Jesús dijo: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” [Mt 12.31.

Obviamente, el pecado imperdonable no consiste en decir algo desagradable sobre el Espíritu Santo. Los líderes religiosos de que se habla rechazaron completamente la revelación de Dios. Habían ido tan lejos en su impiedad, que rechazaron no sólo a Jesús, sino también al Espíritu Santo. Confundían el bien con el mal y el mal con el bien. ¡Llamaron Satanás al Espíritu de Dios!

Al rechazar a Jesús, la única fuente de perdón, nada se podía hacer por ellos. Una persona que rechaza a Jesucristo no puede recibir perdón, y esto es lo que ellos habían hecho.

Si quieres obedecer a Dios, pero estás preocupado con haber cometido el pecado imperdonable, de hecho no lo has cometido. Si alguien lo ha cometido hoy, debe ser uno con el corazón endurecido, que se ha vuelto contra Jesús, lo ha vilipendiado, y ha llegado a convertirse en un ser tan depravado que llama Satanás al Espíritu de Dios. Hoy por hoy podemos llamar apostatas a aquellos que una vez estuvieron en el reino de Dios sirviendo a Dios, y ahora, por diferentes motivos se han apartado de la FE que una vez recibieron [Heb 6:4-6].

 

V- RAÍCES DE AMARGURA:

1]- ¿ Qué es la raíz de amargura?
[Heb  12:14-17] Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.

Esta raíz de amargura describe de modo metafórico el espíritu y la actitud caracterizados por intenso odio y resentimiento. La amargura puede tener como objeto ciertas personas de la iglesia. Tarde o temprano la amargura corrompe a la persona y la incapacita para acercarse a Dios en oración. La amargura en la comunidad de los creyentes puede extenderse y corromper a muchos, destruyendo así la santidad, sin la cual “nadie ver al Señor” [Heb 12:14].

Los lectores conocían el ritual de la limpieza que los preparaba para la adoración, y sabían que debían ser “santos o limpios” a fin de poder entrar en el templo. El pecado siempre obstaculiza nuestra visión de Dios; por lo tanto, si queremos ver a Dios, debemos obedecerle y renunciar al pecado [Salmo 24.3,4]. Vivir en santidad armoniza con vivir en paz. Una buena relación con Dios conduce a una buena relación con la comunidad de creyentes. Aunque no siempre vamos a sentir amor por todos los creyentes, debemos buscar la paz a medida que logramos ser más semejantes a Cristo. Así como una raíz pequeña crece hasta convertirse en un gran árbol, la amargura brota en nuestro corazón y eclipsa aun nuestras más profundas relaciones cristianas. Una “raíz de amargura” se apodera de nosotros cuando permitimos que los desacuerdos crezcan hasta volverse resentimiento, o cuando alimentamos rencores por heridas pasadas. La amargura trae consigo celos, disensiones e inmoralidad. Cuando el Espíritu Santo llena nuestra vida, puede sanar la herida que causa la amargura. La historia de Esaú nos muestra que los errores y pecados a veces tienen consecuencias a largo plazo [Génesis 25.2934]; [Génesis 27.36]. Ni siquiera el arrepentimiento y el perdón eliminan las consecuencias del pecado. ¿Con qué frecuencia tomamos decisiones basadas en qué queremos ahora, y no en lo que necesitamos a largo plazo? Debemos evaluar los efectos a largo plazo de nuestras decisiones y acciones.

2]- ¿Cómo perdono a mis enemigos? [Mt 5.43- 48]
 
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

 

El primer paso para perdonar es reconocer tu resentimiento contra un enemigo. Debes identificar al enemigo y lo que ha hecho para herirte. Entonces debes decir: “Lo perdono por las siguientes ofensas”. Entonces arrepiéntete de lo que sientes y pídele a Dios que te perdone, como dijo Jesús [Lc 11.4].

Después de eso, ora fervientemente por el bien de tu enemigo. Jesús nos dijo que orásemos por nuestros enemigos y que ello nos ayudaría a amarlos [Mt 5.4348]. Cuando oras por tus enemigos, le pides a Dios que se manifieste ante ellos y llene sus necesidades, estás venciendo con el bien el mal. En lugar de llenar tu mente de pensamientos negativos, aliméntala con pensamientos de FE sobre el amor de Dios hacia esa persona. Si Dios responde a tu oración, como es tu deseo, la persona por la que oras será bendecida, y recibirás una lección sobre la redención, el más alto exponente del perdón divino [Mt 18.2135]. Si pides a Dios que bendiga a alguien que te ha herido, ¡el resultado será un pecador arrepentido y un nuevo hermano o hermana en el Señor!

3]- ¿ Cuántas veces debo perdonar?
 
[Mt 18:21-22] Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.

Los rabinos enseñaban que debían perdonar tres veces a un ofensor. Pedro, procurando ser generoso, preguntó si era suficiente perdonar siete veces, el número “perfecto”. Pero Jesús le contestó: “Setenta veces siete”. Con esto daba a entender que no debiéramos ni siquiera llevar la cuenta de las veces que perdonamos a alguien. Debiéramos perdonar siempre a los que se arrepienten de verdad, no importa las veces.


VI- LA DISCIPLINA DEL SEÑOR [Hebreos 12:5]

El pecado, la falta de perdón y la raíz de amargura, son agentes que atentan contra nuestra salvación. Podemos notar varios aspectos de la disciplina de Dios para los creyentes y las dificultades y los sufrimientos que permite.

1]- Son señal de que son hijos de Dios [vv 7-8]

2]- Son la confirmación del amor y del interés de Dios por sus hijos [v 6].

3]- La disciplina del Señor tiene dos fines:

A]- Que los creyentes no sean finalmente condenados con el mundo [1Co 11:31-32]

B]- Que participen de la santidad de Dios y persistan en la vida de santidad, sin la cual nadie verá al Señor [vv 10,11-14]

4]- Hay dos posibles consecuencias de la disciplina del Señor:

A]- Pueden soportar los sufrimientos por los cuales los dirige Dios, someterse a su voluntad y permanecer fieles [vv 5-6]. Y seguirán viviendo como hijos espirituales de Dios [vv 7,9] y participando de su santidad [v 10], producirán una cosecha de justicia [v 11].

B]- Pueden menospreciar, es decir, tomar a la ligera la disciplina del Padre [v 5], rebelarse contra Dios por causa del sufrimiento y del dolor, y apartarse de Dios [v 25]; [Heb 3:12-14].

5]- Dentro de la voluntad de Dios, las dificultades pueden producirse:

A]- Como resultado de la guerra espiritual contra Satanás [Ef 6:11-18].

B]- Como pruebas para fortalecer la FE [1P 1:6-7] y las actividades

[Mt 7:24-27]; [1Co 3:13-15].

C]- Como preparación para consolar a los demás [2Co 1:3-5] y para manifestar la vida de Cristo [2Co 4:8-10,12,16].

6]- En toda clase de adversidades se debe buscar a Dios, examinar su vida [2Cr 26:5]; [Sal 3:4]; [Sal 9:12]; [Sal 34:17] y renunciar a todo lo que sea contrario a la santidad de Dios [vv 10,14].

VII- HACÉIS MORIR LAS OBRAS DE LA CARNE: [Romanos 8:13].
Pablo acentúa la necesidad de una lucha continua contra todo lo que pudiera limitar la obra de Dios en la vida del creyente [Ro 6:11-19], ya que el pecado esta siempre esforzándose por volver a dominar a los que tuvo bajo su control.

1]- este conflicto espiritual, aunque va dirigido contra Satanás y las fuerzas espirituales de maldad [Ef 6:12], va principalmente contra las pasiones y los deseos de la “carne” [Gálatas 5:16-21]; [Stgo 4:1]; [1P 2:11].

2]- El dejar de darle muerte a las obras de la carne da por resultado la muerte espiritual [vv 6,13] y la pérdida de la herencia en el reino de Dios [Gálatas 5:19-21]. Las palabras “hacéis morir” significan que los creyentes pueden volver de la vida espiritual, a la muerte espiritual. Así que la vida de Dios que se recibe en el nuevo nacimiento [Jn 3:3-6] puede extinguirse en el alma del creyente que se niegue por medio del Espíritu a darle muerte a las obras de la carne.
 
VIII- LA OBEDIENCIA: [Hebreos 2:2-3]
 
Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?



Los términos traducidos por obediencia tanto en el Antiguo Testamento (shama) como en el Nuevo Testamento (hypakoúo y eisakoúo) denotan la acción de escuchar o prestar atención (otros términos en el Nuevo Testamento son (pe

ı́tho) “ser persuadido“: [Hch 5.36, 37]; [Ro 2.8]; [Gl 5.7], y (peitharjéo) “someterse a la autoridad”: [Hch 5.29, 32]; [Tit 3.1]. Aunque obediencia se utiliza también en sentido secular, el significado central deriva de la relación con Dios. Él da a conocer su voluntad mediante su voz o su palabra escrita, y frente a ella no hay neutralidad posible: prestar atención humilde es obedecer, mientras desestimar la Palabra de Dios es rebelarse o desobedecer [Sal 81.11]; [Jer 7.2428]. La obediencia a Dios es una entrega total a su voluntad y, por consiguiente, obediencia y FE están íntimamente relacionadas [Gn 15.6]; [Gn 22.18]; [Gn 26.5]; [Ro 10.1721].






La práctica de la desobediencia a Dios [Zac 7.11]; [Ro 5.19]; [Ro 11.32] llega a hacer del hombre un incapaz aun para oírle [Jer 6.10]. Pero Dios envía a Jesucristo, quien cumple plena y filialmente la obediencia debida [Jn 6.38]; [Flp 2.8]; [Heb 5.8]. Su obediencia es imputada a los hombres [Ro 5.18]; [1Co 1.30]. Por la FE participamos de esa obediencia [Hch 6.7]; [Ro 1.5]; [Heb 5.9], en tanto que la incredulidad es desobediencia [Ro 10.16]; [2Ts 1.8]; [1P 2.8]. En esta relación de agradecida obediencia [Ro 12.1], que excluye toda idea de mérito propio [Ro 9.31]; [Ro 10.3], el cristiano imita a Cristo en humildad y amor [Jn 13.14]; [Flp 2.5]; [Ef 4.32]; [Ef 5.2] y se somete “en el Señor” a quienes corresponde [Ro 13.1]; [Ef 5.22]; [Ef 6.1]; [Flp 2.12]; [Heb 13.17]. No obstante, la obediencia a Dios tiene absoluta prioridad.

[Hch 5.29]: Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Lo que le debe importar a cada creyente no es si lo que se propone es conveniente, seguro, placentero o popular entre las demás personas; sino má s bien si es lo recto a los ojos de Dios [Gálatas 1:10]; no se puede ser verdadero ministro del evangelio y tratar de agradar a los demás acomodando las verdades del evangelio [1Co 4:3-6]. Pablo consideraba que era su obligación hablar sin tratar de agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones [1Ts 2:4]. Todos los seguidores del evangelio de Cristo deben proponerse agradar a Dios en obediencia, aun cuando eso signifique desagradar a algunas personas [Hch 5:29]; [Ef 6:6]; [Col 3:22]. Cada predicador del evangelio enfrenta la tentación de agradar a otras personas, es decir, de buscar aceptación, aprobación y reconocimiento de parte de los demás predicando solamente lo que no ofenda a nadie.






1]- Se pudieran considerar la tolerancia del pecado y la tibieza en la iglesia como una forma en que se manifiesta el ceder a esa tentación [Ap 2:20]; [Ap 3:15-16]. Pudiera también manifestarse en el empleo de palabras lisonjeras con el fin de obtener ofrendas monetarias, aumento en la asistencia a los cultos, cargo político o reconocimiento de parte de los demás.

2]- Si eso ocurre, se hace un daño irreparable a la justicia e integridad de la iglesia de Cristo. Por eso es esencial que el motivo de la predicación siempre sea buscar a Dios en obediencia y la aprobación de É l y no la de otras personas [1Co 4:5]; [Gálatas 1:9-10].

3]- Alto grado de desobediencia hacia el fin: A través de la historia de la iglesia ha habido siempre quienes se han negado a amar la sana doctrina; con todo, a medida que se acerque el fin, empeorara la situación [2Ti 3:1-5]; [1Ti 4:1].

A]- “No sufrirán la sana doctrina” [2Ti 4:3]. Muchos afirmaran que son creyentes, se congregaran en iglesias, aparentará n reverencia a Dios, pero no toleraran la FE apostólica original del Nuevo Testamento ni la exigencia bíblica de separarse de la injusticia [1Ti 3:5]; [Ro 1:16].

B]- “Apartará n de la verdad el oído” [2Ti 4:4]. Muchos dentro de las iglesias no toleraran más la sana enseñanza bíblica de ningún hombre de Dios. Quienes se aparten de la verdad deseará n que la predicación contenga menos exigencias que las del verdadero evangelio [2Ti 2:18]; [2Ti 3:7-8]; [1Ti 6:5]; [Tit 1:14]. No aceptará n los pasajes de la Palabra de Dios que tienen que ver con el arrepentimiento, el pecado, la condenación y la necesidad de santidad y de separación del mundo [2Ti 3; 15-17]; [Jer 5:31]; [Ez 33:32].

C]- “Se amontonará n maestros conforme a sus propias concupiscencias” [2Ti 4:3]. Esos supuestos creyentes no buscará n pastores que se conformen a las normas de la Palabra de Dios

IX- EL GOZO DE LA SALVACION: EL PRIMER AMOR [Ap 2:4]

Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.



 
Esto se refiere al primer amor profundo y a la devoción de las cosas de Dios, a su obra, al amor por los perdidos, a Cristo y a su Palabra [Jn 14:15-21]; [Jn 15:10].






1]- Esta advertencia enseña que no es suficiente conocer la doctrina correcta, obedecer algunos de los mandamientos y adorar en la iglesia [Mt 5:17]. Sobre todo la iglesia debe amar de todo corazón a Jesucristo y toda su Palabra [1Co 11:3]; [Dt 10:12].

2]- El sincero amor a Cristo resulta en una devoción extraordinaria a Él, en pureza de vida y en amor a la verdad [2Co 11:3]; 2Cr 30:6]; [Mt 22:37,39]; [Jn 21:15]

Volverse de las costumbres pecaminosas a Dios es un requisito previo fundamental del creyente [Zac 1:4]. El verbo “volver” aparece cuatro veces en los [vv 6-9] indicando que el pueblo de Dios estaba en una condición de descarrío, má s apegado a las costumbres del mundo que a los caminos de Dios. El mensaje de arrepentimiento expresado aquí es aplicable a todas las iglesias que han dejado su primer amor, han aceptado doctrina no bíblica y han transigido con el mundo.

CONCLUSIÓN:

[Ap 22:11-12]
El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.


Pudiera significar que continuarán en sus pecados todos los que rechacen la profecía de Juan. Sin embargo, los creyentes deberán perseverar en la justicia y la santidad hasta que Cristo vuelva. Juan finaliza esta revelación de Jesucristo advirtiendo sobre la terrible posibilidad de que algunos pierdan su parte en el árbol de la vida y la santa ciudad [Ap 22:19]. No debe adoptarse una actitud de descuido hacia este libro, ni ningún pasaje de las Sagradas Escrituras de Dios, la salvación se debe cuidar en todo tiempo. Tal actitud se manifiesta cuando se opta por creer só lo ciertas partes de la revelación de Dios y se rechazan otras que no sean del agrado del lector, o cuando se enseñan conceptos humanos como si formaran parte de la Palabra de Dios [v18]. Tal como al comienzo del peregrinaje humano en la tierra, no tomar con absoluta seriedad la Palabra de Dios es un asunto de vida o muerte.

!Gracia y Paz del Señor¡

jueves, junio 14, 2012

LA INCREDULIDAD (Apostasía personal)







Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de INCREDULIDAD para apartarse del Dios vivo [Hebreos 3:12].


La incredulidad es causada por un corazón endurecido debido al engaño del pecado. El resultado es la apostasía, apartarse del Dios vivo. El autor ve el abandono de la fe cristiana como el apartarse de Dios. El constante aliento, dentro de una relación de cuidado fraternal, ayudará al creyente a mantenerse fiel.
A intervalos regulares a través de esta carta, el autor advierte a sus lectores sobre el peligro de apartarse de la FE.
Los creyentes podemos permanecer con valor y esperanza hasta el fin. No somos salvos por perseverar, pero la perseverancia revela que nuestra fe es verdadera. Sin esa fidelidad permanente, pudiéramos fácilmente ser alejados por los vientos de la tentación, las falsas enseñanzas o la persecución. Muchas veces la Biblia nos advierte que no endurezcamos el corazón. Eso significa que nos rebelemos contra Dios hasta el punto de que ya no podamos volvernos a Él en busca del perdón. Tal endurecimiento comienza cuando nos negamos a obedecer la voluntad revelada de Dios. Los israelitas endurecieron el corazón cuando desobedecieron el mandato de Dios para conquistar la tierra prometida; en la “provocación“; [Números 13; 14; 20] y [Salmo 95]. Procuremos con cuidado obedecer la Palabra de Dios y no permitamos que se endurezca nuestro corazón. Nuestro corazón nos aparta del Dios vivo cuando obstinadamente nos negamos a creer en Él. Si persistimos en nuestra incredulidad, finalmente Dios nos dejará solos en nuestros pecados. Pero Dios puede darnos un nuevo corazón, nuevos deseos y un nuevo espíritu [Ezequiel 36.2227]. Un antídoto para un corazón incrédulo es un constante compañerismo con otros creyentes, hablar cada día acerca de nuestra fe mutua, ser conscientes del engaño del pecado (atrae pero también destruye) y animarnos los unos a los otros con amor e interés. Los israelitas tuvieron problemas para entrar en la tierra prometida porque dejaron de confiar en Dios. No creyeron que Dios podía ayudarles a vencer a los gigantes de la tierra [Números 14, 15]. Por esa razón Dios los envió al desierto donde anduvieron errantes durante cuarenta años, una alternativa desdichada para el don maravilloso que Él había planeado para ellos. La pérdida de confianza en Dios siempre nos priva de recibir lo mejor de su parte.

I- ¿ QUÉ ES LA APOSTASÍA?

La apostasía (gr. Apostasía) aparece dos veces en el Nuevo Testamento como sustantivo [Hch 21:21]; [2Ts 2:3]; y en [Heb 3:12] como verbo (gr. Afistemi, traducido apartarse”). El vocablo griego se define como deserción, rebelión, abandono, retirada o separación de aquello a lo que se ha acercado antes.
Apostasía significa cortar la relación salvadora de uno con Cristo o apartarse de la unión vital con Él y la verdadera FE en Él. Debemos notar que la apostasía personal es posible sólo para los que primero han tenido la experiencia de salvación, regeneración y renovación por medio del Espíritu Santo [Lc 8:13]; [Heb 6:4-5]; no es la simple negación de parte de los inconversos de la doctrina del Nuevo Testamento que observan en la iglesia. La apostasía puede abarcar dos aspectos separados pero relacionados:
A]- La apostasía teológica, es decir, el rechazo de todas o algunas de las enseñanzas originales de Cristo y de los apóstoles [1Ti 4:1]; [2Ti 4:3].
B]- La apostasía moral, es decir, el antiguo creyente deja de permanecer en Cristo y vuelve a hacerse esclavo del pecado y de la inmoralidad [Is 29:13]; [Mt 23:25-28]; [Ro 6:15-23]; [Ro 8:6-13].
 
II]- ADVERTENCIAS SOBRE LA APOSTASÍA:

La Biblia imparte advertencias apremiantes sobre la apostasía, destinadas a alertar sobre el peligro mortal de abandonar la unión con Cristo y a motivar la perseverancia en la FE y la obediencia. El propósito divino de esos pasajes de advertencia no se debe debilitar con la opinión: “Son ciertas las advertencias, pero no la posibilidad de la apostasía propiamente dicha”. Más bien hay que considerar esas advertencias como referencias a la realidad del período de prueba, y con alarma si se quiere obtener la salvación final. Algunos de los muchos pasajes bíblicos de advertencia del Nuevo Testamento son: [Mt 24:4-5,11-13]; [Jn 15:1,6]; [Hch 11:21-23]; [Hch 14:21-22]; [1Co 15:1-2]; [Col 1:21-23]; [1Ti 4:1,16]; [1Ti 6:10-12]; [2Ti 4:2-5]; [Heb 2:1-3]; [Heb 3:6-8,12-14]; [Heb 6:4-6]; [Stg 5:19-20]; [2P 1:8-11]; [1Jn 2:23-25].
Ejemplos de apostasía se pueden encontrar en: [Ex 32]; [2R 17:7-23]; [Sal 106]; [Is 1:2-4]; [Jer 2:1-9]; [Hch 1:25]; [Gá 5:4]; [1Ti 1:18-20]; [2P 2:1,15,20-22]; [Jud 4,11-13].
 

III]- LOS PASOS QUE CONDUCEN A LA APOSTASÍA:


1]- Los creyentes, por la incredulidad, dejan de tomar muy en serio las verdades, las amonestaciones, las advertencias, las promesas y las enseñanzas de la Palabra de Dios [Mr 1:15]; [Lc 8:13]; [Jn 5:44,47]; [Jn 8:46].
2]- Cuando las realidades del mundo llegan a ser mayores que las realidades del reino celestial de Dios, los creyentes poco a poco dejan de acercarse a Dios por medio de Cristo [Heb 4:16]; [Heb 7:19,25]; [Heb 11:6].
3]- Mediante el engaño del pecado, se vuelven cada vez más tolerantes del pecado en su vida [1Co 6:9-10]; [Ef 5:5]; [Heb 3:13]. Ya no aman la justicia ni aborrecen la maldad.
4]- Por la dureza del corazón [Heb 3:8,13]; y el rechazo del plan de Dios [Heb 3:10], no hacen caso de la advertencia continua y la reprensión del Espíritu Santo [Ef 4:30]; [1Ts 5:19-22].
5]- Se entristece al Espíritu Santo [Ef 4:30]; [Heb 3:7-8], se apaga su fuego [1Ts 5:19] y se viola su templo [1Co 3:16], de modo que Él termina por apartarse de los antiguos creyentes [Jue 16:20] [Sal 51:11]; [Ro 8:13]; [1Co 3:16-17]; [Heb 3:14].

IV- APOSTASÍA SIN FRENO:

Si la apostasía sigue sin freno su curso, las personas pueden finalmente llegar a un punto en que no es posible volver a comenzar.
1]- Los que una vez tuvieron una experiencia de salvación con Cristo pero deliberada y continuamente endurecen el corazón a la voz del Espíritu [Heb 3:7-19], siguen pecando intencionalmente [Heb 10:26] y se niegan a arrepentirse y a volver a Dios pudieran llegar a un punto sin retorno donde ya no son posibles el arrepentimiento y la salvación [Heb 6:4-6]; [Dt 29:18].
2]- Los que reiteradamente rechazan la clara reprensión y convicción del Espíritu Santo [Jn 16:8-11] y menosprecian su castigo y corrección [Heb 12:5-11,25] corren el riesgo de endurecer su corazón hasta el punto de ser desheredados de la misericordia de Dios. Nadie puede seguir pecando y rechazando la gracia, la misericordia y el amor de Dios sin que al fin sufra por eso de manera irreparable [Pr 29:1].
3]- La paciencia de Dios tiene un límite [Mt 12:31-32]; [2Ts 2:9-11]; [Hch 10:26-29,31]; [1Jn 5:16].


La blasfemia contra el Espíritu Santo es el rechazo continuo y deliberado del testimonio del Espíritu Santo respecto a Cristo, de su Palabra y de su obra convincente de culpa en cuanto al pecado [Jn 16:711]. El que rechaza la voz del Espíritu Santo y se le opone se separa de la única Persona que puede conducirlo al perdón.

4]- No puede determinarse por adelantado ese punto sin retorno. Por lo tanto, la única salvaguarda contra el peligro de la apostasía extrema se encuentra en la amonestación: "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones" [Hch 3:7-8,15]; [Hch 4:7].
Debemos decir que, aunque la apostasía es un peligro para todos los que se desvían de la fe [Hch 2:1-3] y se apartan de Dios [Hch 6:6], no se completa sin el pecar intencional y constante contra la voz del Espíritu Santo [Mt 12:31].
Los que por incredulidad del corazón se apartan de Dios [Hch 3:12] pudieran pensar que son salvos, pero su indiferencia a las exigencias de Cristo y del Espíritu Santo y a las advertencias de las Escrituras indican lo contario. Debido a esa posibilidad de engañarse a sí mismos, Pablo exhorta a todos los que se dicen ser salvos: "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos" [2Co 13:5]. No hay conocimiento alguno que sea tan importante para los creyentes como la certeza de que tienen vida eterna. Todo el que sostiene que cree en Cristo debe examinarse para ver si su salvación es una realidad presente; y depende mucho, y éste es un punto importantísimo, del diario vivir bajo la dirección del Espíritu Santo [Ro 8: 12-17]; [Gá 6:8].
La apostasía es la gran señal del fin de la Gracia; [Mt 24:14] y el evangelio del reino siempre se ha predicado, pero el problema es que se ha multiplicado la maldad, tanto dentro y fuera de la iglesia; y no hay duda de que los acontecimientos predichos, la mayoría están cumplidos. El Señor, por su gran misericordia y bondad, espera por la humanidad. Los que de veras se preocupan por su estado espiritual, y tienen en el corazón el deseo de volver a Dios en arrepentimiento, tienen una prueba segura de que no han cometido la apostasía imperdonable. La Palabra de Dios afirma con claridad que Dios no quiere que nadie perezca [2P 3:9]; [Is 1:18]; [Is 55:6-7]. Dios siempre está con los brazos abiertos, a todo aquel que cree, y su perdón está al alcance de todos los que, aunque hayan pecado, confiesen sus pecados, se arrepientan y acepten la purificación de Dios mediante la sangre de Cristo [Lc 24:46-47]; [1Jn 1:9]. La Biblia afirma que Dios recibirá a todos los que una vez estuvieron bajo la gracia salvadora si se arrepienten y vuelven a Él [Gá 5:4]; [Gá 4:19]; [1Co 5:1-5]; [2Co 2:5-11]; [Lv 15:11-24]; [Ro 11:20-23]; [Stg 5:19-20]; [Ap 3:14-20].

CONCLUSIÓN:

Nuestro corazón nos aparta del Dios vivo cuando obstinadamente nos negamos a creer en Él. Si persistimos en nuestra incredulidad, finalmente Dios nos dejará solos en nuestros pecados. Pero Dios puede darnos un nuevo corazón, nuevos deseos y un nuevo espíritu [Ezequiel 36.2227]. Un antídoto para un corazón incrédulo es un constante compañerismo con otros creyentes, hablar cada día acerca de nuestra FE mutua, ser conscientes del engaño del pecado (atrae pero también destruye) y animarnos los unos a los otros con amor e interés.
Los israelitas tuvieron problemas para entrar en la tierra prometida porque dejaron de confiar en Dios. No creyeron que Dios podía ayudarles a vencer a los gigantes de la tierra [Números 14, 15]. Por esa razón Dios los envió al desierto donde anduvieron errantes durante cuarenta años, una alternativa desdichada para el don maravilloso que Él había planeado para ellos. La pérdida de confianza en Dios siempre nos priva de recibir lo mejor de su parte.
No debería ocurrir que a muy poco de ser arrebatados, nuestro corazón se llene de incredulidad; debemos pensar seriamente en esto, que no nos ocurra como a los israelitas que se llenaron de incredulidad y al fin perdamos la posibilidad de entrar a la tierra prometida celestial y de entrar a las moradas eternas.
¡ Gracia y Paz del Señor!