1]- Son funestos el descuido, la falta de interés y la apatía. El creyente que, a causa de la negligencia, descuida las verdades y las enseñanzas del evangelio, esta en gran peligro de que lo arrastre la corriente sin poder detenerse en el puerto donde tendría seguridad.
2]- Como los destinatarios de esta carta, todos los creyentes padecen la tentación de volverse indiferentes a la Palabra de Dios. A causa del descuido y de la indiferencia, fácilmente pueden comenzar a prestar menos atención a las advertencias de Dios [v2], a dejar de perseverar en su lucha contra el pecado [Heb 12:4]; [1P 2:11] y a alejarse lentamente del Hijo de Dios, Jesucristo [Heb 6:4-8]; [Heb 10:31-32].
I- LA SALVACION: ¿Qué debo hacer para ser salvo? [Jn 3.3]
Para ser salvo debes darle la espalda al pecado, creer en la muerte y resurrección de Jesús, y recibirlo como Señor y Salvador de tu vida.
Primero, debes reflexionar sobre tu vida y entonces abandonar todo aquello que contraría la voluntad de Dios. Este alejarse de las actitudes egoístas y entregarse a Dios se llama arrepentimiento [Mt 3.7–10]; [Hch 3.19].
Segundo, debes reconocer que Jesús murió en la Cruz para perdonar tus pecados. Acéptalo como Salvador para que te limpie de pecado, como el sustituto que pagó tus culpas [Ro 5.9, 10]; [Tito 2.14].
Tercero, debes pedirle que se convierta en el Señor de tu vida, reconociendo abierta y públicamente que Jesús no solo es tu Salvador, sino tu Señor, y de hecho hacer su voluntad [1Jn 2.23].
La Biblia dice que a todos los que le recibieron les dio potestad de ser hechos hijos de Dios [Jn 1.12]. Así que, cuando le recibes y le abres tu corazón, se introduce en él, en tu ser interior, por medio del Espíritu Santo, y comienza a vivir en ti. Desde ese momento es tu privilegio y llamado a confesar lo que Dios ha hecho por tu vida [Ro 10.9].
II- EL CRISTIANO QUE PECA:
¿Perderé la salvación? [Heb 6.4–6]
Un acto de pecado no te cuesta tu salvación. Hay quienes dicen que si pecas tras haber aceptado a Jesús debes ser salvado otra vez. Pero esto no es lo que la Biblia enseña, nada de eso es cierto.
¿Puedes concebir que alguien adopte un niño y después lo lance a la calle porque comete una falla cuando está aprendiendo a caminar? Cuando somos salvos, nos adoptan como miembros de la familia de Dios. Debemos, llenos de amor, por un lado, y de santo temor, por el otro, vivir vidas que le agraden al Señor. Pero la idea de que un acto pecaminoso pueda hacer que alguien se condenado no está en la Biblia [1Jn 1.7, 9], este versículo es clave; y debemos andar en luz, tener comunión con nuestros hermanos y la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Debemos recordar que hay doctrinas de excomunión en la Palabra de Dios; y eso se aplica a personas que persisten en pecar y andar en tinieblas todo el tiempo; parece contradictorio, pero está
escrito [Heb 6: 6-8]. Sin embargo, los pecados y rebeliones te arrebatarán el gozo de la salvación. Cuando David pecó no se sintió gozoso, porque se había rebelado contra Dios [Sal 51.12]. Sus palabras de entonces fueron: “Y no quites de mí tu Santo Espíritu” [Sal 51.11]. Aun cuando había cometido codicia y adulterio y era responsable de la muerte de un inocente, esta frase nos revela que todavía poseía el Espíritu Santo. Aunque fue castigado por su pecado, Dios lo perdonó y amó cuando se arrepintió delante del Señor.
Si uno persevera en el pecado, puede perderse la seguridad de la salvación [Ap 3:5], pero ello no equivale a una perdida instantánea y efectiva de ella. Cuando la Escritura dice: [1Jn 3:9]; [1Jn 5:18] “que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado”, el sentido de la frase en griego no es que el cristiano nunca comete pecado, sino que persevera en él, rehusando confesarlo y arrepentirse. Una persona nacida del Espíritu de Dios será conducida al arrepentimiento cada vez que peque. El tema no es complicado; no se debería pecar y mucho menos permanecer en el pecado.
[1Juan 3:9]: La expresión “no puede pecar” (Gr jamartano) implica acción contínua. Juan enfatiza que los de veras nacidos de Dios no pueden hacer del pecado un hábito, porque la vida de Dios no puede existir en los que viven en pecado [1Jn 1:5-7]; [1Jn 2:3-11,15-17]; 24-29]; [1Jn 3:6-24]; [1Jn 4:7-8,20].
1]- El nuevo nacimiento produce la vida espiritual que resulta en una relación siempre presente con Dios. En esta carta, cada vez que Juan se refiere al nuevo nacimiento, emplea el tiempo perfecto del griego para resaltar la relación contínua y sostenida que comenzó con el nuevo nacimiento [1Jn 2:29]; [1Jn 3:9]; [1Jn 4:7]; [1Jn 5:1, 4,18].
2]- Es una imposibilidad espiritual que alguien tenga la vida de Dios y siga pecando. El cristiano que peca o continúa en el pecado es porque no permanece en Dios, ni le ha visto y ni le ha conocido.
3]- Lo que guarda a los fieles del pecado es “la simiente de Dios” en ellos, es decir, la vida, el Espíritu y la naturaleza de Dios viviendo en ellos [1Jn 511-12]; [Jn 1:1]; [Jn 15:4]; [2P 1:4].
4]- Mediante la FE [1Jn 5:4], la presencia de Cristo , el poder del Espíritu Santo y la Palabra escrita [1Ts 2:10], todos los creyentes pueden vivir cada momento de su vida libres de ofensa y de pecado.
Aun más, leemos en [Hebreos 10.29] que si alguien menosprecia la sangre de Cristo y renuncia a la salvación que ha recibido, entonces esa persona puede haberla perdido del todo. Pero el mismo libro dice; “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores” [Heb 6.9]. Es muy difícil creer que alguien que ha nacido de nuevo se aparte tanto de Dios. Pero podemos preguntarnos: Si somos nuevas criaturas en Cristo, ¿por qué conservamos la capacidad de pecar después del nuevo nacimiento? La respuesta es que la perfección cristiana espera por nosotros en el cielo [1Co 15.54]. Así pues, quedamos unidos a Jesús en la salvación, pero somos transformados a su imagen y semejanza progresivamente [2Co 3.18]. Nuestras vidas se transforman paulatinamente, pero en ningún momento antes de la muerte el creyente alcanza la perfección [1Jn 1.8]. También la transformación viene por permanecer en la FE [1Co 16:13]; [Col 1:23].
III- DIOS ES SANTO: DEBEMOS VIVIR EN SANTIDAD
¿Puedo vivir en santidad? [Mt 5.8]
Si fuere imposible vivir en santidad, Dios no lo hubiera ordenado. El Señor dice: “Santos seréis, porque santo Soy Yo Jehová vuestro Dios” [Lv 19.2]. Ser santo significa ser separado para Dios. La santidad la define la propia naturaleza de Dios. Ser apartados para Dios nos hace santos.
Las buenas obras no nos hacen santos. Somos hechos santos por medio de la fe en Cristo, y también por FE somos salvos. Poco a poco, mientras crecemos y vivimos en el Señor, nos parecemos más y más a Él [2Co 3.18].
Si ponemos nuestra vista en el Señor Jesús, pensamos en Jesús, estudiamos su vida, oramos a Jesús, y buscamos seguir su ejemplo, nos pareceremos más a Él. Comenzamos a pensar y actuar como Él. Nos asemejaremos a Él porque hemos sido apartados para Él. Esta es la verdadera santidad.
Si eres cristiano, dentro de diez años tu vida será considerablemente diferente de lo que es ahora. Tus motivos y deseos serán cada día más elevados, en la medida que te acerques a Él.
Jesús dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” [Mt 5.8]. Podemos alcanzar cierto grado de pureza en esta vida. Pero ella viene de Dios, a medida que crecemos en la fe y nos acercamos cada día más a Él. Aunque la perfección no se alcanza completamente en esta vida, debemos buscarla y aspirar a ella en todo momento, porque la madurez cristiana y la santidad forman parte de la vida de los hijos e hijas de Dios responsables. La santidad es también práctica. La madurez en la santidad se observa en aquellos que han dejado de preocuparse por sus propias necesidades y se han identificado totalmente, dentro de la visión global de su Padre, con la tarea de transformar un mundo herido. La santidad engendra la actitud madura que nos impulsa a convertirnos en instrumentos de Cristo, para cumplir con los anhelos de la oración del Señor [Mt 6.10]. La santidad viene porque se resiste al pecado continuamente.
Ser santo es estar separado del pecado y apartado para Dios; es estar cerca de Dios, ser como Él y buscar su presencia, justicia y comunión con todo el corazón. Sobre todas las cosas, la santidad es la prioridad de Dios para sus seguidores [Ef 4:21-24]:
1]- Dios deseaba que su pueblo fuera santo cuando planeó
su salvación en Cristo [Ef 1:4].
2]- Cristo también deseaba que su pueblo fuera santo cuando vino a la tierra [Mt 1:21]; [1Co 1:2,30] y se entregó
por él en la cruz [Ef 5:15-27].
3]- La santidad es lo que Dios anhela al hacer de sus hijos nuevas criaturas y al darles el Espíritu Santo [Ro 8:2-15]; [Gá
5:16-25]; [Ef 2:10].
4]- Sin santidad nadie puede ser útil a Dios [2Ti 2:20-21].
5]- Sin santidad no se siente cerca de Dios ni se tiene comunión con É
l [Sal 15:1-2].
6]- Sin santidad nadie verá
al Señor [Heb 12:14]; [Mt 5:8].
IV- EL PECADO IMPERDONABLE
¿Cuál es el pecado imperdonable? [Mt 12.31]
El concepto de un pecado imperdonable ha sido fuente de dificultad para muchos, debido a que parece contradecir las enseñanzas bíblicas acerca de la Gracia. Sabemos que la Gracia de Dios perdona todo pecado, pero el Señor mencionó un pecado que no puede ser perdonado. Los líderes religiosos fueron a escuchar al Señor, pero se opusieron virtualmente a todo lo que éste decía. Cuando expulsaba demonios alegaban que lo hacía utilizando medios satánicos de parte de Beelzebú [Mt 12.24].
Estaban tan ciegos espiritualmente, que atribuían a Satanás la obra del Espíritu Santo. Aun más, rechazaban la acción del Espíritu Santo en sus propias vidas. En esencia, el Espíritu Santo estaba dando testimonio de que Jesús era el Hijo de Dios, que era Dios, mientras ellos repetían “no es Dios”, “es agente de Satanás”. Fue entonces cuando Jesús dijo: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” [Mt 12.31.
Obviamente, el pecado imperdonable no consiste en decir algo desagradable sobre el Espíritu Santo. Los líderes religiosos de que se habla rechazaron completamente la revelación de Dios. Habían ido tan lejos en su impiedad, que rechazaron no sólo a Jesús, sino también al Espíritu Santo. Confundían el bien con el mal y el mal con el bien. ¡Llamaron Satanás al Espíritu de Dios!
Al rechazar a Jesús, la única fuente de perdón, nada se podía hacer por ellos. Una persona que rechaza a Jesucristo no puede recibir perdón, y esto es lo que ellos habían hecho.
Si quieres obedecer a Dios, pero estás preocupado con haber cometido el pecado imperdonable, de hecho no lo has cometido. Si alguien lo ha cometido hoy, debe ser uno con el corazón endurecido, que se ha vuelto contra Jesús, lo ha vilipendiado, y ha llegado a convertirse en un ser tan depravado que llama Satanás al Espíritu de Dios. Hoy por hoy podemos llamar apostatas a aquellos que una vez estuvieron en el reino de Dios sirviendo a Dios, y ahora, por diferentes motivos se han apartado de la FE que una vez recibieron [Heb 6:4-6].
V- RAÍCES DE AMARGURA:
1]- ¿
Qué
es la raíz de amargura?
[Heb 12:14-17] Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
Esta raíz de amargura describe de modo metafórico el espíritu y la actitud caracterizados por intenso odio y resentimiento. La amargura puede tener como objeto ciertas personas de la iglesia. Tarde o temprano la amargura corrompe a la persona y la incapacita para acercarse a Dios en oración. La amargura en la comunidad de los creyentes puede extenderse y corromper a muchos, destruyendo así la santidad, sin la cual “nadie ver al Señor” [Heb 12:14].
Los lectores conocían el ritual de la limpieza que los preparaba para la adoración, y sabían que debían ser “santos o limpios” a fin de poder entrar en el templo. El pecado siempre obstaculiza nuestra visión de Dios; por lo tanto, si queremos ver a Dios, debemos obedecerle y renunciar al pecado [Salmo 24.3,4]. Vivir en santidad armoniza con vivir en paz. Una buena relación con Dios conduce a una buena relación con la comunidad de creyentes. Aunque no siempre vamos a sentir amor por todos los creyentes, debemos buscar la paz a medida que logramos ser más semejantes a Cristo. Así como una raíz pequeña crece hasta convertirse en un gran árbol, la amargura brota en nuestro corazón y eclipsa aun nuestras más profundas relaciones cristianas. Una “raíz de amargura” se apodera de nosotros cuando permitimos que los desacuerdos crezcan hasta volverse resentimiento, o cuando alimentamos rencores por heridas pasadas. La amargura trae consigo celos, disensiones e inmoralidad. Cuando el Espíritu Santo llena nuestra vida, puede sanar la herida que causa la amargura. La historia de Esaú nos muestra que los errores y pecados a veces tienen consecuencias a largo plazo [Génesis 25.29–34]; [Génesis 27.36]. Ni siquiera el arrepentimiento y el perdón eliminan las consecuencias del pecado. ¿Con qué frecuencia tomamos decisiones basadas en qué queremos ahora, y no en lo que necesitamos a largo plazo? Debemos evaluar los efectos a largo plazo de nuestras decisiones y acciones.
2]- ¿Cómo perdono a mis enemigos? [Mt 5.43- 48]
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
El primer paso para perdonar es reconocer tu resentimiento contra un enemigo. Debes identificar al enemigo y lo que ha hecho para herirte. Entonces debes decir: “Lo perdono por las siguientes ofensas”. Entonces arrepiéntete de lo que sientes y pídele a Dios que te perdone, como dijo Jesús [Lc 11.4].
Después de eso, ora fervientemente por el bien de tu enemigo. Jesús nos dijo que orásemos por nuestros enemigos y que ello nos ayudaría a amarlos [Mt 5.43–48]. Cuando oras por tus enemigos, le pides a Dios que se manifieste ante ellos y llene sus necesidades, estás venciendo con el bien el mal. En lugar de llenar tu mente de pensamientos negativos, aliméntala con pensamientos de FE sobre el amor de Dios hacia esa persona. Si Dios responde a tu oración, como es tu deseo, la persona por la que oras será bendecida, y recibirás una lección sobre la redención, el más alto exponente del perdón divino [Mt 18.21–35]. Si pides a Dios que bendiga a alguien que te ha herido, ¡el resultado será un pecador arrepentido y un nuevo hermano o hermana en el Señor!
3]- ¿
Cuántas veces debo perdonar?
[Mt 18:21-22] Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Los rabinos enseñaban que debían perdonar tres veces a un ofensor. Pedro, procurando ser generoso, preguntó si era suficiente perdonar siete veces, el número “perfecto”. Pero Jesús le contestó: “Setenta veces siete”. Con esto daba a entender que no debiéramos ni siquiera llevar la cuenta de las veces que perdonamos a alguien. Debiéramos perdonar siempre a los que se arrepienten de verdad, no importa las veces.
VI- LA DISCIPLINA DEL SEÑOR [Hebreos 12:5]
El pecado, la falta de perdón y la raíz de amargura, son agentes que atentan contra nuestra salvación. Podemos notar varios aspectos de la disciplina de Dios para los creyentes y las dificultades y los sufrimientos que permite.
1]- Son señal de que son hijos de Dios [vv 7-8]
2]- Son la confirmación del amor y del interés de Dios por sus hijos [v 6].
3]- La disciplina del Señor tiene dos fines:
A]- Que los creyentes no sean finalmente condenados con el mundo [1Co 11:31-32]
B]- Que participen de la santidad de Dios y persistan en la vida de santidad, sin la cual nadie verá
al Señor [vv 10,11-14]
4]- Hay dos posibles consecuencias de la disciplina del Señor:
A]- Pueden soportar los sufrimientos por los cuales los dirige Dios, someterse a su voluntad y permanecer fieles [vv 5-6]. Y seguirán viviendo como hijos espirituales de Dios [vv 7,9] y participando de su santidad [v 10], producirán una cosecha de justicia [v 11].
B]- Pueden menospreciar, es decir, tomar a la ligera la disciplina del Padre [v 5], rebelarse contra Dios por causa del sufrimiento y del dolor, y apartarse de Dios [v 25]; [Heb 3:12-14].
5]- Dentro de la voluntad de Dios, las dificultades pueden producirse:
A]- Como resultado de la guerra espiritual contra Satanás [Ef 6:11-18].
B]- Como pruebas para fortalecer la FE [1P 1:6-7] y las actividades
[Mt 7:24-27]; [1Co 3:13-15].
C]- Como preparación para consolar a los demás [2Co 1:3-5] y para manifestar la vida de Cristo [2Co 4:8-10,12,16].
6]- En toda clase de adversidades se debe buscar a Dios, examinar su vida [2Cr 26:5]; [Sal 3:4]; [Sal 9:12]; [Sal 34:17] y renunciar a todo lo que sea contrario a la santidad de Dios [vv 10,14].
VII- HACÉIS MORIR LAS OBRAS DE LA CARNE: [Romanos 8:13].
Pablo acentúa la necesidad de una lucha continua contra todo lo que pudiera limitar la obra de Dios en la vida del creyente [Ro 6:11-19], ya que el pecado esta siempre esforzándose por volver a dominar a los que tuvo bajo su control.
1]- este conflicto espiritual, aunque va dirigido contra Satanás y las fuerzas espirituales de maldad [Ef 6:12], va principalmente contra las pasiones y los deseos de la “carne” [Gálatas 5:16-21]; [Stgo 4:1]; [1P 2:11].
2]- El dejar de darle muerte a las obras de la carne da por resultado la muerte espiritual [vv 6,13] y la pérdida de la herencia en el reino de Dios [Gálatas 5:19-21]. Las palabras “hacéis morir” significan que los creyentes pueden volver de la vida espiritual, a la muerte espiritual. Así que la vida de Dios que se recibe en el nuevo nacimiento [Jn 3:3-6] puede extinguirse en el alma del creyente que se niegue por medio del Espíritu a darle muerte a las obras de la carne.
VIII- LA OBEDIENCIA: [Hebreos 2:2-3]
Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?