jueves, diciembre 09, 2010

LAS MORADAS ETERNAS


[Juan 14.1-6] No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Debido a que la humanidad está ligada a la tierra hasta la muerte, son comunes las ideas falsas acerca del cielo. Algunas personas lo imaginan como un mundo etéreo de espíritus amorfos que flotan, mientras que otros niegan rotundamente su existencia. Algunas personas han regresado de experiencias cercanas a la muerte, y han descrito lo que vieron. En medio de todas las opiniones confusas y contradictorias, haríamos bien en recordar que nuestra única fuente segura y correcta de información sobre el cielo es la Palabra de Dios.

El Señor Jesús tenía un conocimiento directo del cielo, porque había venido del Padre a la tierra. Poco antes de morir, les dijo a sus discípulos que regresaría a la casa de su Padre a preparar un lugar para ellos, y que volvería después a llevarlos a su nuevo hogar. Varias semanas más tarde, mientras estaba en el monte de los Olivos, los discípulos vieron el cuerpo resucitado de Jesús ascender al cielo [Hechos 1.9-11] Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

Desde ese día, los creyentes han estado esperando el prometido regreso del Señor. Cada uno recibirá un cuerpo inmortal de resurrección semejante al de Cristo. Será físico, visible y reconocible para todos. Incluso seremos capaces de comer [Lucas 24.41-43] Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos.

Y finalmente dejaremos este mundo de sufrimientos, dolor y mentiras. El cielo es literalmente un lugar para cuerpos físicos, un lugar para vivir, servir a Dios, adorarle y disfrutar de Él para siempre.

Conocer todos los detalles de nuestro hogar celestial es imposible, pero podemos estar seguros de que Jesús cumplirá su promesa de regresar por nosotros; su Palabra es verdad. Al entrar a esa morada hecha a nuestra medida, sabremos que finalmente habremos llegado a nuestro hogar, y que por la eternidad jamás podremos estar separados de Dios.

[Salmo 24:7] Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, Y alzaos vosotras, puertas eternas, Y entrará el Rey de gloria.

Las puertas de los cielos pronto se abrirán para que entre el Rey de Gloria y nosotros, sus hijos para habitar aquellas moradas prometidas.

¡Gracia y Paz sean a tu vida!

domingo, diciembre 05, 2010

LA PERSONA DE CRISTO

[1Juan 5:20] Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
I. El hecho histórico
El gran hecho histórico de la manifestación de Cristo es innegable, pues las investigaciones modernas han establecido el carácter histórico de los Evangelios y han fracasado con la teoría de una «leyenda». ¿Qué explicación se ha de dar de esta VIDA que sobresale entre todas las figuras de la historia? Los materialistas, en su afán de negar una revelación sobrenatural, procuran hacer ver que Jesús era un hombre bueno, maravillosamente dotado de poderes espirituales y religiosos, pero hombre al fin. Esto es contrario a toda la evidencia que tenemos disponible, porque se presenta en los Evangelios, tanto en las palabras del Señor mismo como por la apreciación de quienes mejor le conocían, como Dios manifestado en carne. Los creyentes aceptamos con fe el hecho de Cristo tal y conforme se nos presenta en los escritos sagrados. Podemos entender que siempre habrá una parte de este misterio que sólo Dios puede profundizar, según la declaración del Señor Jesús, diciendo lo siguiente: «Nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiere revelar» [Lc. 10:22]. Quiero tocar como tema: La Persona de Cristo.

 
«En Cristo hay dos perfectas naturalezas, la divina y la humana, en una sola persona, Jesucristo Señor nuestro.» Algunos han subrayado Su divinidad a expensas de Su humanidad, y otros han caído en el error contrario. Es necesario, además, evitar a toda costa la idea de que Cristo fuese en parte Dios y en parte Hombre, ateniéndonos a lo revelado, que manifiesta Su plena divinidad y Su perfecta humanidad. En el evangelio de [Juan 1:1–3] dice: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

 
Juan llama a Jesús el Verbo. Al emplear esa designación para Cristo, Juan lo presenta como la Palabra de Dios e indica que Dios nos habla por su Hijo. Las escrituras declaran que Jesucristo es la multiforme sabiduría de Dios y la perfecta revelación de la naturaleza y la persona de Dios. Así como las palabras de una persona revelan su mente y corazón, Cristo como el Verbo, la Palabra, revela el corazón y la mente de Dios. Juan presenta tres características principales de Jesucristo como el Verbo: 1]- La relación del Verbo con el Padre: Cristo era preexistente con Dios desde antes de la creación del mundo. Era una persona existente desde la eternidad, con la misma sustancia de Dios el Padre y en comunión eterna con Él. Cristo es divino, el Verbo era Dios, con la misma naturaleza y esencia del Padre. 2]- La relación del Verbo con el mundo: Por medio de Cristo, Dios el Padre creó y sustenta al mundo. El apóstol Pablo confirma la actividad creadora de Cristo; 3]- La relación del Verbo con la humanidad: En Jesús, Dios se hizo ser humano con la misma naturaleza del hombre pero sin pecado. Esta es la declaración fundamental de la encarnación: Cristo dejó el cielo y entró a la condición de la vida humana por la puerta del nacimiento humano. [Colosenses 2:9]; [Hebreos 1:1–4]; [1Juan 5:20] y [Romanos 9:5].

 
II. La Encarnación

En el evangelio de [Lc. 1:35] dice: Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.

 
La divinidad y la humanidad se manifiestan prácticamente en toda la vida del Señor Jesucristo, pero la explicación de la vida se halla en el misterio de la Encarnación, o mejor dicho, la vida y el relato bíblico del nacimiento se explican mutuamente, y lo uno sin lo otro sería incomprensible. Jesús nació de la bienaventurada virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo, según la preciosa anunciación del ángel Gabriel. La humanidad que recibió de su madre fue real, pero libre de la mancha del pecado. La unión del HIJO ETERNO con la humanidad así recibida es un misterio que sólo la mente de Dios alcanza. Necesariamente, el modo de manifestarse la divinidad era distinto en la vida humana que en la gloria del Cielo, pero su plenitud estaba siempre presente, y el poder divino se ejercía tantas veces como se requería para el cumplimiento de la voluntad de Su Padre.

 
III. La manifestación de la deidad de Cristo.

 
En el evangelio de [Jn 8:58] dice: Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
En [Jn 10:30] dice: Yo y el Padre uno somos.
[Jn. 14:9] dice: El que me ha visto a mí ha visto al Padre.

La deidad del Señor se presenta especialmente en el Evangelio según Juan, pero la enseñanza es igual en todos los evangelios, como vemos por la declaración de Cristo ante el Sanedrín [Mr. 14:61-62].

 
La divinidad está implícita en las declaraciones de Jesús, ya que Él se ofrece a sí mismo como Fuente de paz, vida, perdón y salvación [Mt. 11:28]; [Jn. 5:40]; [Jn 7:37]; [Jn 14:6].

 
Las narraciones de los testigos oculares de la vida de Jesús nos proveen abundante evidencia de Su divinidad: 1] Cristo admitió en varias ocasiones la adoración de los hombres [Lc. 5:8]; [Jn. 9:38]; [Jn 20:28]; y 2] los milagros evidencian el poder divino, ya que se distinguen de las grandes obras de los profetas y apóstoles por su espontaneidad y por la autoridad personal del Señor. Así, llamó a la vida a Su amigo Lázaro porque Él era, en Su Persona, «la resurrección y la vida» [Jn. 11:25, 40, 43-44]. Por eso el Señor Jesús apeló a Sus obras como evidencia irrecusable de la calidad de Su Persona [Jn. 14:11]; [Jn 15:24]. Y por todo esto vemos su divinidad en su persona.
IV. La realidad de Su humanidad

En la carta a [1Ti. 2:5] dice: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

Vemos muy claramente por el relato de los Evangelios que Jesús pasó por las experiencias normales de una vida humana, aparte y separado del pecado. Nació de madre humana, creció en sabiduría y en edad; padecía hambre, sed y cansancio; comía y dormía. Se afligía y se gozaba en Su espíritu y en Su alma. Fue tentado del diablo, pero sin ceder a la tentación, y como Siervo de Jehová, vivía una vida caracterizada por la oración y la fe, pues nunca empleó Su poder divino para eludir las consecuencias de Su humanidad. Por fin murió y fue sepultado. Su humanidad no cesó con la resurrección, sino que existe glorificada a la diestra de Dios.


V. La importancia de la Encarnación

 
[1Timoteo 3:16] dice: E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.

 
El misterio de la piedad es Cristo. Esa es la importancia de la encarnación. Él es Dios que fue hecho carne y fue manifestado en carne. Agradó a Dios manifestarse a los hombres por su propio Hijo que tomó la naturaleza humana. Aunque reprochado como pecador y se dio la muerte de un malhechor, Cristo resucitó por el Espíritu, y así fue justificado de todas las acusaciones falsas con que fue cargado. Los ángeles le atendieron, porque Él es el Señor de los ángeles. Los gentiles recibieron bien el evangelio que los judíos rechazaron. Como Dios, Él fue manifestado en carne para quitar nuestros pecados, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo santo para su nombre, celoso de buenas obras. Estas doctrinas deben ser exhibidas por el fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas. La doctrina de la Encarnación es piedra angular de la revelación cristiana, sobre la que se funda toda la obra de la Redención. Tenemos suficientes y abundantes bases bíblicas para afirmar y declarar a Jesucristo como Dios; y tenemos suficientes y abundantes bases bíblicas para afirmar y declarar que Jesucristo fue manifestado en naturaleza humana.

 
[Fil. 2:6–8] dice: el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

 
Ese es Dios, que se hizo hombre para habitar junto al hombre; para demostrar su amor, misericordia y justicia. Un Dios que se despojo a sí mismo, no estimando ser como Dios, sino que se humilló haciéndose obediente hasta enfrentar la cruz del calvario para salvar a la humanidad del pecado y de la condenación eterna. ¡Esa es la persona de Cristo!

Gracia y Paz de Jesus.

domingo, noviembre 21, 2010

CONFORMADOS A LA IMAGEN DE JESUS.


[2Corintios 3:18] Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

¿Por qué y para qué  estoy en este mundo? Sin duda, esta pregunta cruza la mente de muchos en algún momento. Las teorías no bíblicas dicen que no hacemos más que ocupar tiempo y espacio, y que volveremos a la nada cuando dejemos de existir o muramos. Hay quienes dicen que nosotros elegimos nuestro propio destino; en otras palabras, que podemos vivir para cualquier causa que podamos elegir. ¡Pero todo eso es absolutamente falso! El Señor nos ha rescatado, nos ha librado, nos ha limpiado con su sangre, nos ha hecho sus hijos amados y nos ha puesto en la tierra para cumplir su propósito.

Nuestro Padre celestial tiene un plan especial para la vida de cada persona, pero quiere que todos tengamos un mismo objetivo: Ser conformados a la imagen de su Hijo Jesucristo. El proceso de nuestro perfeccionamiento moral, espiritual y físico comienza aquí en la tierra y se termina en el cielo. Gran parte del trabajo que el Señor hace en nuestras vidas terrenales se centra en nuestro carácter. Él nos enseña a ser tan amorosos, misericordiosos y pacíficos como Jesucristo. El trabajo que Dios hace en nosotros es como la vasija de barro en las manos del alfarero; moldeándonos, sacando las impurezas, limándonos, dándonos la forma que Él quiere. Y de eso se trata, ser conformados a la imagen de su Hijo Jesús.

Uno podría pensar que ser como Jesús el Hijo de Dios, debe requerir un gran esfuerzo. Pero la verdad es que no somos llamados a hacerlo nosotros mismos; la regeneración la hace el Espíritu Santo que habita en nosotros. Los cristianos tenemos la responsabilidad de someternos a su guía, ha someternos a la transformación y a someternos al cambio de nuestro carácter que Dios quiere de nosotros.

El Señor soberano está detrás de todo lo que nos sucede, ya sea que Él provoque directamente la situación, o la permita. Tanto los reveses como los triunfos están concebidos para que se cumpla el gran propósito de Dios: Que seamos conformados a la imagen de su Hijo Jesucristo; y que tengamos una vida que refleje su amor y su gloria al mundo; y de esta manera rescatar a las personas del poder de Satanás y del reino de las tinieblas; y que la humanidad llegue al conocimiento pleno de Dios en Cristo Jesús.

De manera que estamos en esta Tierra para cumplir su propósito; nada más ni nada menos que eso; para ser transformados a la imagen de su Hijo Jesús.

No debemos descansar sin conocer el poder transformador del evangelio, por la obra del Espíritu Santo, que nos lleva a buscar y ser como el carácter de Cristo y a la unión con Él. Contemplamos a Cristo como en el cristal de su palabra, y como el reflejo de un espejo hace que brille el rostro, así también deben brillar nuestros rostros y reflejar el carácter de Cristo; no solamente a HACER sino fundamentalmente a SER. Ese debe ser el carácter de Cristo en nosotros; y para eso estamos en este mundo.

!Gracia y Paz sean a tu vida¡

domingo, noviembre 14, 2010

LA ELECCION DE LA BUENA PARTE


[Lucas 10.38-42]  Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

Dos hermanas, Marta y María, estaban ocupadas alistándose para la visita de Jesús. Al llegar, la primera hermana centró su atención en Él, mientras que la otra; aunque recibió a Jesús en su vida; se enfocó en los preparativos y se impacientó porque su hermana María no estaba ayudándola. Podemos pensar que Marta tenía razón, de manera que habiendo trabajo que hacer, su hermana no debía estar sentada. Luego escuchamos el punto de vista del Señor Jesús. Al ver que Marta estaba ansiosa y preocupada por muchas cosas, cuando sólo una era necesaria, dijo que María había escogido la buena parte.

Hay algunas lecciones importantes que podemos aprender de esta historia y aplicarlas a nuestra vida. Primera lección: Para tener comunión con el Señor Jesús, es posible que tengamos que desatender algunas cosas. Él sabía cuánto habían estado trabajando las mujeres, y lo mucho que deseaba Marta terminar las tareas. Pero su mayor necesidad era pasar tiempo con Él. Su objetivo debía ser escuchar, aprender y relacionarse con Jesús.

La segunda lección: Es que nuestra decisión de renunciar a una actividad puede ser malinterpretada. Marta no comprendió, en realidad, la decisión de su hermana. Además, si no pasamos tiempos con el Señor, puede haber consecuencias desagradables en nuestro diario vivir. El desenfoque de Marta la llevó al afán y a la turbación; demasiada ocupada en otras cosas. Jesús la invitó a elegir lo mejor, es decir, estar con Él. Y ésta es la elección de la buena parte.

Es esencial para nuestra salud espiritual tener el hábito de buscar la comunión con el Señor. La relación regular con Él agudizará nuestro enfoque en lo que es más importante para Él.

Aun en nuestro trabajo diario, podemos aprender cómo mantenernos conscientes de su presencia y actuar conforme a su voluntad.

Sentarse a los pies de Cristo significa disposición pronta para recibir su palabra, y sumisión a su dirección. Marta estaba preocupada de atender a Cristo y a los que venían con Él. Aquí había respeto hacia nuestro Señor Jesús en la atención correcta de sus quehaceres domésticos, pero había algo de culpa. Ella estaba muy dedicada a servir: abundancia, variedad, y exactitud. La actividad mundanal es una trampa para nosotros cuando nos impide servir a Dios y obtener lo bueno para nuestras almas. ¡Cuánto tiempo se desperdicia innecesariamente y, a menudo, se acumulan gastos para atender a quienes profesan el evangelio! Aunque Marta era culpable en esta ocasión, era, no obstante, creyente verdadera y su conducta general no descuidaba la cosa necesaria. El favor de Dios es necesario para nuestra dicha: la salvación de Cristo es necesaria para nuestra seguridad. Donde se atienda esto, todas las demás cosas tomarán su correcto lugar. Cristo declaró: María ha elegido la buena parte. Porque una cosa es necesaria, y esta cosa hizo ella, rendirse a la dirección de Cristo. Las cosas de esta vida nos serán quitadas por completo cuando nosotros seamos quitados de ella, pero nada nos separará del amor de Cristo y de tener parte en ese amor. Los hombres y los demonios no pueden quitárnoslo, y Dios y Cristo no lo harán. Preocupémonos con más diligencia de la única cosa necesaria. Y ésta es la elección de la buena parte.

!Gracia y Paz sean a tu vida!

sábado, octubre 30, 2010

LAS PRUEBAS PRODUCEN PACIENCIA.

[Santiago 1:2-4] Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

Santiago nos instruye sobre la manera de enfrentar las dificultades, la necesidad de espiritualidad y fe, la actitud adecuada hacia las riquezas, y cómo vencer la tentación. Nos advierte contra llenar el corazón de ira, y nos exhorta a una vida de hacedores de la Palabra de Dios y de su perfecta voluntad

Dios tiene un propósito para el desarrollo de sus hijos. La primera etapa comprende las pruebas: tantas como necesitemos, y tan difíciles como sea necesario. Esto conduce a la segunda etapa, la paciencia: esperar en Dios con confianza y perseverancia. El resultado es la tercera etapa, la sabiduría: El propósito de Dios para el desarrollo personal en su familia. ¿Nos falta sabiduría? Debemos ser cuidadosos al pedirla; podríamos recibir una saludable dosis de pruebas que exigen paciencia. A la larga el proceso lleva a la sabiduría, si lo dejamos actuar.

Las pruebas son las circunstancias externas; conflictos, sufrimientos y tribulaciones que enfrentan todos los creyentes. Las pruebas no son placenteras y pueden ser extremadamente pesadas, pero los creyentes deben considerarlas como oportunidades para tener sumo gozo. Las pruebas y dificultades son instrumentos que refinan y purifican la fe, produciendo paciencia y perseverancia.

El propósito de la prueba no es destruir ni afligir, sino limpiar y refinar. Es esencial para la maduración cristiana, porque aun la fe de Abraham tuvo que probarse [Génesis 22:1-8]. El sentido de paciencia trasciende la idea de soportar la aflicción: incluye la idea de permanecer firme cuando se está bajo presión, con un poder de permanencia que convierte las adversidades en oportunidades.

Si los creyentes soportan las pruebas serán perfectos, que significaría llegar al final; y cabales que tiene el sentido de integridad.

La sabiduría que Dios da no es necesariamente información sobre el modo de salir de las pruebas, sino más bien ideas sobre el modo de aprender de las dificultades [Proverbios 29:15]. No es información sobre cómo evitar las pruebas, sino una nueva perspectiva sobre las tribulaciones. La sabiduría de Dios se inicia con una reverencia genuina hacia el Todopoderoso [el temor de Jehová] [Salmo 111:10]; [Proverbios 9:10] y una firme confianza en que Dios controla todas las circunstancias, y las dirige para cumplir sus buenos propósitos [Romanos 8:28].

La duda significa el que está dividido en su pensamiento o debate. La palabra no describe una duda momentánea sino una lealtad dividida o una inseguridad.

El doble ánimo: Literalmente dos almas. Si una parte de la persona se pone en Dios y la otra se pone en este mundo [Mateo 6:24], habrá un continuo conflicto interno.

Santiago presenta dos ejemplos de pruebas: uno es sobre el hermano de humilde condición y el otro es sobre el rico. Probablemente humilde quiere decir pobre en contraste con el otro hombre que es rico. El creyente pobre debe gloriarse o considerar sumo gozo, en el hecho de que Dios lo exaltara permitiéndole enfrentar circunstancias difíciles, porque ellas sólo perfeccionarán su carácter y su fe. El creyente rico puede gloriarse cuando la prueba lo abate, porque le enseña que la vida es corta, y que sus empresas, esto es sus negocios, se marchitarán. El rico debe confiar siempre en el Señor, no en sí mismo, ni en el dinero.

José padeció por trece años antes de ser sacado de la adversidad. Dios pudo haber puesto fin a eso con rapidez, o mejor aún, evitar que José no sufriera en absoluto. Pero, ¿puede usted imaginar a un joven escapando a Egipto para sentarse a la diestra de Faraón? Sin duda, el poder de Dios pudo haber hecho que sucediera algo tan insólito. Pero, ¿habría sido un adolescente hebreo, ignorante y un poco arrogante, un buen líder? No, hasta que Dios lo convirtiera en eso.

Nuestro sufrimiento durará sólo el tiempo necesario para que Dios lleve a cabo su propósito. Él está interesado en preparar a sus hijos y moldearlos, en vez de darles una vida libre de preocupaciones. Pero el Padre celestial ama a sus hijos profundamente; es por eso que Él se solidariza con su dolor y pone un límite a sus dificultades, para que no se prolonguen un minuto más cuando ya no sean útiles.

La adversidad es la herramienta más aguda y más fuerte de Dios para formar a los creyentes a la imagen de Cristo, pero Él no hará el cambio a la fuerza. El Señor moldea a sus hijos en proporción a su disposición a ser formados para la tarea asignada divinamente. Podemos negarnos a someternos a ser moldeados, pero la rebeldía sólo prolongará el dolor. Lo sabio es decir: "Señor, no entiendo por qué has permitido esta prueba, pero estoy dispuesto a ir hasta el final contigo".

El hijo fiel de Dios valora la obediencia y da prioridad a la oración y al conocimiento de su voluntad mucho antes de que se presente la adversidad. Cuando las cosas se ponen difíciles, él sabe que el poder del Espíritu Santo será suficiente para sostenerle.

Las pruebas son necesarias para moldear al cristiano. Las pruebas hacen que nos santifiquemos más y más. Las pruebas son necesarias y hacen que nos moldeen al carácter de Cristo; y de hecho Cristo debe ser formado en nosotros. Las pruebas hacen que nos despojemos más y más del viejo hombre que está viciado y contaminado con las cosas del mundo. La doctrina bíblica nos enseña que debemos santificarnos día a día, porque tenemos un Dios santo; y sin santidad nadie verá al Señor; y para eso son las pruebas.

La paciencia debe tener su obra completa para que seamos perfectos y cabales. Con paciencia ganaremos nuestras almas y con paciencia esperaremos en Aquel que vendrá y no tardará.

! Gracia y Paz sean a tu vida!

domingo, octubre 24, 2010

EL CRISTO INCOMPARABLE, EL CRISTO SEÑOR DEL MUNDO

El Cristo incomparable

[Colosenses 1:15-18] El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.

Dios no solo es el creador del mundo, sino su sustentador. Todas las cosas en Él subsisten, son protegidas y prevenidas de la desintegración y el caos. Debido a que Cristo es el sustentador de la vida, ninguno de nosotros se puede independizar de Él. Somos todos sus siervos, los que debemos confiar en Él para protección, cuidado y sustento.

Sócrates enseñó cuarenta años, Platón cincuenta y Aristóteles cuarenta. El ministerio público de Jesús duró menos de tres años, pero la influencia de su vida es mucho más importante que los ciento treinta años combinados de los tres filósofos más grandes de toda la antigüedad.

Jesús nunca pintó un cuadro, pero algunas de las mejores pinturas de Rafael, Miguel Ángel, Da Vinci y de muchos otros artistas encontraron en Él su inspiración.

Jesús no escribió poesía, pero Dante, Milton y muchos de los más grandes poetas del mundo han sido inspirados por Él como ningún otro. Ralph Waldo Emerson dijo que el nombre de Cristo "más que escribirse se ha grabado en la historia de este mundo".

Jesús no compuso música, pero Haydn, Händel, Beethoven, Bach, Mendelssohn y muchos otros alcanzaron la más elevada perfección de melodía en composiciones acerca de Él.

Jesucristo ha influido en la sociedad humana como ningún otro. El Cristo incomparable es las buenas nuevas. Y lo que la hace tan buena noticia es que el hombre no merece nada y que Dios es muy misericordioso.

Cristo es el primogénito de toda la creación: Primogénito podría dedicar una prioridad en el tiempo o en jerarquía. La palabra no describe a Cristo como el primer ser humano creado en el tiempo.  Él creó todas las cosas y que Él está ante todas las cosas. Jesús es el aquel eterno que está antes de la creación. La idea de primogénito en la cultura hebrea no requiere que uno sea el primer hijo nacido. Este no fue el caso ni de Isaac ni de Jacob. Pero ellos fueron los primogénitos en el sentido de que fueron justos herederos del linaje de sus padres. El ser primogénito se refiere más a una jerarquía o un privilegio que al orden de nacimiento. Puesto que Cristo es Dios, es supremo en la jerarquía por sobre la creación. Pero Él no es sólo la deidad trascendente que nos creó, es el que murió en nuestro nombre [Fil 2.6-18] y que seguidamente resucitó de la muerte. Por lo mismo, también es el primogénito de la muerte, el primero que experimentó la verdadera resurrección [1 Co 15.20].

Cristo, Señor del mundo

En [Colosenses 1.15-18], Pablo presenta a Jesús como el Cristo Eterno, creador del universo, sostenedor de la tierra y de todos los sistemas ecológicos, y regidor sobre todos los círculos poderosos de la tierra.

Esto difiere bastante de Jesús, el siervo, que se presenta en [Fil 2.5-8]. Allí, es el Señor de lo personal y de lo privado, quien habla a los corazones de las personas.  En Colosenses, Pablo nos muestra al Señor de lo público quien trasciende de las necesidades individuales para tratar los asuntos globales.

Esto no significa que haya dos tipos de Cristo, sino se trata del mismo Cristo, Señor de todo. Su Reino sobre ambos dominios [lo público y lo privado] sugiere las clases de actividades en las que se deben comprometer sus seguidores. Por una parte, Cristo vive en nosotros para transformarnos personalmente. Él quiere incidir en nuestros trabajos, familias, comunidades locales y nuestras relaciones personales. Por otra parte, Cristo también actúa globalmente al obrar por medio de la gente para transformar las sociedades y sus sistemas, confrontar a los principados y potestades, y trabajar por la justicia y los derechos humanos.

Cristo es quien creó todas las cosas, sin importar si son materiales o inmateriales, visibles o invisibles. Esta idea está en directa oposición a la falsa enseñanza, conocida posteriormente como gnosticismo, que se desarrolló en la iglesia colosense. En general, el gnosticismo cree que los creadores de la tierra son varios seres angelicales, y que Cristo es uno de esos ángeles. todo fue creado por medio de él y para él: Jesús no sólo creó todas las cosas, todo fue formado para su propósito [He 1.2], donde se dice que Cristo es el heredero de todo. Pero no se puede comparar la gloria de la tierra, los cielos, o del sol, la luna y las estrellas con la gloria de su nueva creación [2 Co 5.17].

Él es la cabeza de su propio cuerpo, el cual es la Iglesia. Nadie debe menospreciar el significado de la Iglesia porque ella es ciertamente el Cuerpo de Cristo. El creador soberano del universo, como cabeza de la Iglesia, proporciona sobre la misma liderazgo y atención. Es celoso de ella. primogénito de entre los muertos: Cristo es el primero que resucitó de la muerte. Su propia resurrección garantiza que la Iglesia resucitará algún día [1 Co 15.12-28]. De hecho estamos seguros de eso.

!Gracia y Paz sean a tu vida!


 

domingo, octubre 10, 2010

UNA ESPERANZA VIVA



[1Pedro 1:13] Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado.

Usted ha oído muchos sermones y ha visto muchos libros acerca del amor y de la fe, pero ¿ha oído alguna vez un mensaje o ha leído un libro acerca de la esperanza? Por alguna razón, a veces pasamos por alto la esperanza. La esperanza es algo que falta en la experiencia cristiana de nuestra cultura. No vivimos con esperanza sobre todo porque nos concentramos demasiado en nuestras circunstancias actuales. Nos concentramos mucho en estos tiempos sobre la prosperidad de Dios; dicho sea de paso y sin ofender a nadie, y lo digo porque lo siento; la prosperidad de Dios parece que la tienen los que creen que son grandes ungidos de Dios.

¿Qué es la esperanza? Es la actitud del cristiano en cuanto al futuro. La esperanza en su naturaleza intrínseca es como la fe. Ambas tienen la confianza, o una creencia en Dios, como su punto central, pero hay una diferencia entre ellas. Fe es creer en Dios en el presente, y esperanza es creer en Dios para el futuro. La fe cree en Dios por lo que ha hecho, y la esperanza cree en Dios por lo que hará.

La esperanza que deberíamos tener es que Jesús siendo rico se hizo pobre para enriquecernos a muchos. La esperanza que debemos tener, que aunque nos vengan muchos males, pasar pobreza, pasar hambre y muchas necesidades en esta tierra; Dios el Padre nos ha hecho ricos en esperanza; porque las riquezas que nos aguardan están en los cielos junto a Dios; y nuestra riqueza es la salvación eterna de nuestra alma.

Pongamos nuestra esperanza en Él y vivamos esperando el glorioso cumplimiento de su promesa futura. El volverá por los que han pasado necesidades, persecuciones, hambres, miserias y toda clase de males.

[1 Pedro 1:3]: Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una ESPERANZA VIVA, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.

Tenemos una esperanza viva de que El volverá para consolarnos y arrebatarnos del engaño y de la mentira que hay en el mundo. ! No temas El volverá! Levantemos nuestras cabezas y seamos sobrios porque nuestra redención se acerca. ! Esa es nuestra esperanza!

! Gracia y Paz sean a tu vida!

miércoles, septiembre 15, 2010

NUESTRO VERDADERO HOGAR




[Juan 14.1-6] No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Debido a que la humanidad está ligada a la tierra hasta la muerte, son comunes las ideas falsas acerca del cielo. Algunas personas lo imaginan como un mundo etéreo de espíritus amorfos que flotan, mientras que otros niegan rotundamente su existencia. Algunas personas han regresado de experiencias cercanas a la muerte, y han descrito lo que vieron. En medio de todas las opiniones confusas y contradictorias, haríamos bien en recordar que nuestra única fuente segura y correcta de información sobre el cielo es la Palabra de Dios.

El Señor Jesús tenía un conocimiento directo del cielo, porque había venido del Padre a la tierra. Poco antes de morir, les dijo a sus discípulos que regresaría a la casa de su Padre a preparar un lugar para ellos, y que volvería después a llevarlos a su nuevo hogar. Varias semanas más tarde, mientras estaba en el monte de los Olivos, los discípulos vieron el cuerpo resucitado de Jesús ascender al cielo [Hch 1.9-11].

Desde ese día, los creyentes han estado esperando el prometido regreso del Señor. Cada uno recibirá un cuerpo inmortal de resurrección semejante al de Cristo. Será físico, visible y reconocible para todos. Incluso seremos capaces de comer [Lc 24.41-43]. El cielo es literalmente un lugar para cuerpos físicos, un lugar para vivir, servir a Dios, adorarle y disfrutar de Él para siempre.

Conocer todos los detalles de nuestro hogar celestial es imposible, pero podemos estar seguros de que Jesús cumplirá su promesa de regresar por nosotros. Al entrar a esa morada hecha a nuestra medida, sabremos que finalmente habremos llegado a nuestro hogar, y que por la eternidad jamás podremos estar separados de Dios. Conocer todos los detalles de nuestro hogar celestial es imposible, pero podemos estar seguros de que Jesús cumplirá su promesa de regresar por nosotros.

Estamos prestos para ese evento tan trascendental; el arrebatamiento de la iglesia del Señor Jesucristo, el cual no llevará directo a nuestro verdadero hogar celestial y eterno.

[Juan 14:2]: En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.

¡Él viene por nosotros para habitar aquel lugar! No lo dudes.

viernes, agosto 27, 2010

EL PROPOSITO ETERNO DE DIOS.

[Efesios 1:4-12] Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria.

¿Por qué estoy en la tierra? Sin duda, esta pregunta cruza la mente de todos en algún momento. Las teorías no bíblicas dicen que no hacemos más que ocupar espacio, y que volveremos a la nada cuando muramos. Hay quienes dicen que nosotros elegimos nuestro propio destino; en otras palabras, que podemos vivir para cualquier causa que elijamos. ¡Pero eso es absolutamente falso! El Señor nos ha puesto en la tierra para cumplir su propósito. ¿Cuál es el propósito? El propósito eterno de Dios es tener una gran familia de muchos hijos semejantes a Jesús. El hombre fue creado para conocer y servir a Dios como Padre, deleitándose en su amor, pero su rebelión lo desvió. La muerte y resurrección de Jesús le provee el camino de redención y restauración al propósito divino original. Por lo tanto la salvación como el modelo a seguir en su conducta y dedicación, a fin de que su vida sea para la gloria de Dios. Él nos proporciono todos los medios necesarios para lograr este propósito en virtud de nuestra unión con Cristo.

Nuestro Padre celestial tiene un plan especial para la vida de cada persona, pero quiere que todos tengamos un mismo objetivo: ser conformados a la imagen de Jesucristo. El proceso de nuestro perfeccionamiento moral, espiritual y físico comienza aquí en la tierra y se termina en el cielo. Gran parte del trabajo que el Señor hace en nuestras vidas terrenales se centra en nuestro carácter. Él nos enseña a ser tan amorosos, misericordiosos y pacíficos como Jesucristo.

Uno podría pensar que ser como el Hijo de Dios debe requerir un gran esfuerzo. Pero la verdad es que no somos llamados a hacerlo nosotros mismos. Lo hace el Espíritu Santo que habita en el creyente y vive la vida de Cristo a través de la persona. Los cristianos tienen la responsabilidad de someterse a su guía. Eso significa que responderemos a las circunstancias con esta pregunta: "¿Cómo puedes, Señor, hacerme más como Jesús?"

El Señor soberano está detrás de todo lo que nos sucede, ya sea que Él provoque directamente la situación, o la permita. Tanto los reveses como los triunfos están concebidos para que se cumpla el gran propósito de Dios: que tengamos una vida que refleje su amor y su gloria al mundo. El Señor soberano está detrás de todo lo que nos sucede, ya sea que Él provoque directamente la situación, o la permita.

Preste atención: En la carta a los [Romanos 8:29] dice: Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Dios tuvo en mente un diseño previo; así como un arquitecto, antes de edificar, hace un proyecto con todos los detalles de lo que se propone construir, del mismo modo Dios, antes de la creación del universo, en su amor y soberana voluntad se propuso tener una familia de muchos hijos semejantes a su hijo Jesús.

Ya no hay dudas para lo que estamos en esta tierra. Tan simple como eso.

¡Gracia y paz sean a tu vida!

viernes, agosto 20, 2010

DIOS ES FIEL Y JUSTO

[1 Juan 1.5-9] Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.


El pecado puede destruir nuestra fe en la seguridad eterna. Dios prometió que cualquiera que cree que Jesucristo murió en la cruz por su pecado, vivirá para siempre en el cielo [Jn 6.40] Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Pero, debido a que el pecado no confesado crea una barrera entre el Señor y el creyente, produce un cortocircuito en la fe y la seguridad.

Cuando un creyente confiesa su pecado, el Padre celestial perdona y limpia a su hijo [1Jn 1.9] Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Pero si el cristiano no reconoce su pecado, experimentará un alejamiento de Dios. Podrá sentirse indigno del amor del Padre, e incluso luchar con un sentimiento de rechazo. Pregunte a quienes se encuentran en esta situación si están seguros de su futuro eterno, y probablemente escuchará: "Antes sí". A veces irán tan lejos diciendo que ya no son salvos; pero eso es imposible. Aunque podemos perder nuestra seguridad, no podemos perder jamás nuestra salvación o nuestro lugar en el cielo.

Muchas veces, las personas confunden la mano correctiva del Señor con la condenación. Dicen: "Dios no me haría pasar por esto si fuera salvo". En realidad, es todo lo contrario. El Padre celestial disciplina a quienes Él ama, por lo que la corrección es prueba de que somos sus hijos [He 12.6, 7] Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?

El castigo es su manera de hacer volver al creyente descarriado.

El Señor Jesús es nuestro Abogado delante de Dios. Al igual que los sumos sacerdotes del antiguo Israel, Él expía nuestros pecados por medio del sacrificio: con su muerte en la cruz. Nuestros pecados no pueden hacer desaparecer su gracia. En el momento que confesamos nuestro pecado, el distanciamiento desaparece y la seguridad vuelve de nuevo y en abundancia a nuestros corazones. El Señor Jesús es nuestro Abogado delante de Dios. Al igual que los sumos sacerdotes del antiguo Israel, Él expía nuestros pecados por medio del sacrificio: con su muerte en la cruz.

¡Dios te bendiga!

martes, agosto 10, 2010

FE: El no está aquí

[Mateo 28.1-8] Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,



Un grupo de mujeres afligidas se dirigía a la tumba del Señor Jesús en la mañana del domingo después de su muerte. Su Salvador, el Señor de señores y Rey de reyes, había sido azotado brutalmente y luego crucificado. Los corazones de las mujeres debieron haber estado agobiados por la decepción y la tristeza. Pero en un instante, el duelo se convirtió en gozo. Un ángel las saludó con estas palabras de consuelo: "No está aquí, pues ha resucitado, como dijo" (Mt 28.6).

De repente las cosas desconcertantes que el Señor había dicho tenían sentido. No sólo había profetizado su propia muerte y resurrección (Mt 16.21), sino que también había explicado su relación con Dios como una "unidad" (Jn 10.30). La tumba no podía retener al Todopoderoso. La resurrección puso fin a cualquier duda que los seguidores de Cristo pudieran haber albergado acerca de quién era Él.

Dios cumplió cada una de sus promesas y profecías sobre el Mesías. Por ejemplo, Jesús murió en la cruz antes de que los soldados decidieran romper las piernas a los crucificados (Éx 12.46; Sal 34.20). Pero abrieron su costado con una lanza para estar seguros de que había muerto (Is 53.5). En lo que parecía ser el fin, Cristo fue sepultado en la tumba de un rico (Is 53.9); pero no se quedó en ella.

El Señor Jesús venció la muerte, y ahora está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por cada una de las personas que hemos creído en Él. Jesucristo conoce nuestros nombres, nuestras circunstancias, nuestras tristezas, nuestras decepciones, lo que necesitamos y deseamos. El consuelo de la tumba vacía es que nuestro Salvador vive y vela por nosotros, como Él mismo lo dijo (He 7.25; 12.2). El Señor Jesús venció la muerte, y ahora está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por cada una de las personas que hemos creído en Él.

Esa es la FE; al saber de un Dios que se hizo hombre para rescatarnos del fondo del hoyo; un Jesús que resucito y no dejarnos huerfanos y solos en este mundo lleno de maldad y de odio; lleno de problemas. El ha resucitado para interceder por nosotros y perdonar nuestros pecados y harcernos libres del poder de las tinieblas.

!Gracia y Paz sean a tu vida!

viernes, julio 16, 2010

NO DAR LUGAR AL DIABLO

(1Juan 1.5-9) Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

El pecado puede destruir nuestra fe en la seguridad eterna. Dios prometió que cualquiera que cree que Jesucristo murió en la cruz por su pecado, vivirá para siempre en el cielo (Jn 6.40). Pero, debido a que el pecado no confesado crea una barrera entre el Señor y el creyente, le da lugar al diablo y por ende derecho legal en cualquier ámbito de nuestra vida y produce un cortocircuito en la fe y la seguridad de salvación.

Cuando un creyente confiesa su pecado, el Padre celestial perdona y limpia a su hijo (1Jn 1.9). Pero si el cristiano no reconoce su pecado, experimentará un alejamiento de Dios. Podrá sentirse indigno del amor del Padre, e incluso luchar con un sentimiento de rechazo y un sentimiento de derrota, y como consecuencia apagará al Espíritu. Pregunte a quienes se encuentran en esta situación si están seguros de su futuro eterno, y probablemente escuchará: "Antes sí". A veces irán tan lejos diciendo que ya no son salvos; pero eso es imposible. Aunque podemos perder nuestra seguridad, no podemos perder jamás nuestra salvación o nuestro lugar en el cielo; y para ello se debe luchar y perseverar (Mt 24.13). No hay nada más bello que un creyente en Jesús se sienta seguro de su salvación y luche por su salvación, manteniéndose en santidad (Heb 12.14).

Muchas veces, las personas confunden la mano correctiva del Señor con la condenación. Dicen: "Dios no me haría pasar por esto si fuera salvo". En realidad, es todo lo contrario. El Padre celestial disciplina a quienes Él ama, por lo que la corrección es prueba de que somos sus hijos (He 12.6, 7). El castigo es su manera de hacer volver al creyente descarriado. El castigo o la corrección de nuestro Padre Celestial son para nuestro provecho; y por ende es muy necesario. La corrección nos disciplina nos hace cada vez mejores creyentes, y de esta manera dar un buen testimonio al mundo, y por sobre todas las cosas para participar de su santidad (Heb 12.10).

El Señor Jesús es nuestro Abogado delante de Dios. Al igual que los sumos sacerdotes del antiguo Israel, Él expía nuestros pecados por medio del sacrificio: con su muerte en la cruz. Nuestros pecados no pueden hacer desaparecer su gracia. En el momento que confesamos nuestro pecado, el distanciamiento desaparece y la seguridad vuelve de nuevo y en abundancia a nuestros corazones. No guardes pecados ocultos y rencores no confesados; no des lugar al diablo, no dejes que te atormente con sus mentiras.

!Que el Señor nos bendiga¡

viernes, julio 09, 2010

EL HUERTO DE GETSEMANI

[Mateo 26.36-46] Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.



El huerto de Getsemaní en el monte de los Olivos, fue uno de los lugares preferidos del Señor para orar en su ministerio terrenal [Lc 22.39]. Pero los creyentes lo recuerdan mejor como el sitio de una gran batalla espiritual.

La historia de Jesús implorando al Padre celestial es muy significativa para los cristianos, y la razón es la manera tan humana en que se ve el Señor. Del relato del evangelio podemos ver que Jesús, el Dios-hombre, experimentó temor, ansiedad y terror cuando oró. Es decir, reaccionó a su cercana prueba con sentimientos que podemos entender e identificarnos.

Satanás atormenta a los creyentes diciéndoles que no pueden ser como Jesús, porque Él es Dios. Pero Él era Dios en carne humana, lo que significa que experimentó el mundo como nosotros. Pero Él ganó cada batalla espiritual y de la vida que enfrentó. El secreto de su éxito fue lo que hizo en Getsemaní. Se aisló y oró hasta que su voluntad estuvo totalmente rendida al Padre. Ganó la batalla sobre sus rodillas.

Jesús salió del huerto como un prisionero, pero al mismo tiempo como un vencedor. Aceptó la voluntad de Dios para su vida, si bien pasó por el dolor de la prueba. Nuestro Salvador había sido llamado a morir, y sabía que las bendiciones y las consecuencias potenciales estaban todas en manos del Padre.

También los cristianos enfrentan pruebas terribles. Dios usa estas dificultades para conformarnos a la imagen de su Hijo [Ro 8.29]; y esto debe ser así; porque necesariamente debe ocurrir una transformación; de existir un cambio real en la persona que se acerca a Dios como hijo. Si vamos a ser como Jesús, debemos aprender de sus acciones y de sus actitudes. Ante la dificultad, debemos buscar la voluntad de Dios, comprometernos a obedecerla, y dejar las consecuencias en sus manos todopoderosas.

!Que Dios nos bendiga!

sábado, junio 05, 2010

El pecado: Desobediencia y ofenza a Dios


Junto con el concepto de la SALVACIÓN, el concepto de pecado se manifiesta a través de toda la Biblia, y constituye la antítesis del amor redentor de Dios, el cual las Escrituras proponen como tésis principal. Pecado es aquel poder misterioso primordial que se opone por naturaleza a Dios y a su buena voluntad para con el hombre, así como también todo el conjunto de manifestaciones y consecuencias trágicas del mismo. Por consiguiente, existe un amplio vocabulario relacionado con el pecado. Además, como la naturaleza pecaminosa se manifiesta claramente en la historia, es elocuente el valor y la actualidad constantes de las porciones narrativas de la Biblia al respecto (Ro 15.4); (1Co 10.1–11).

Términos Descriptivos

Para hablar sobre el pecado los hebreos emplearon palabras tomadas de las relaciones humanas, por ejemplo: falta, iniquidad, rebelión, injusticia, etc. El judaísmo inter testamentario agregó otro del cual el Nuevo Testamento había de hacer mucho uso: deuda. Los principales aspectos destacados de acuerdo con los diferentes vocablos de los idiomas bíblicos son los siguientes:

1. La realidad objetiva del pecado sin miras o con miras a sus consecuencias, motivaciones, etc. Inclusive se toma en cuenta la posibilidad de pecar sin saberlo (por yerro), (Lv 4.2); (Nm 15.27).

2. La rebelión como acto consciente de la voluntad. La manifestación más extrema de esta voluntad rebelde es el pecado cometido con soberbia (RV; el hebreo dice con mano alzada), (Nm 15.30).

3. Culpabilidad (iniquidad, maldad)

4. Errar, salir del camino. Aparece con frecuencia como verbo: errar, desviarse, divagar, andar perdido o ciego.

5. El concepto que en el Nuevo Testamento se traduce es deuda u ofensa.

Como la mentalidad hebrea no distinguía rígidamente entre la acción y sus consecuencias o motivaciones, el mismo vocablo podía significar el acto de pecar, la culpabilidad consecuente o el castigo merecido. Debido a este fenómeno, por ejemplo, la expresión visitar la maldad (Éx 20.5) significa castigar por su maldad.

Naturaleza Del Pecado

El pecado consiste en cualquier infracción de las normas que salvaguardan la vida normal, o sea, la comunión entre Dios y el hombre o entre los hombres. El pecado (como Justicia) se interpreta en términos de relaciones personales: pecar contra alguien, sea Dios u otro hombre. Y como es Dios el que ha establecido las normas que se infringen, cada pecado es, al final de cuentas, rebelión contra Él (2Samuel 12.13); (Sal 51.4). Esta actitud no solo es la característica más distintiva del concepto bíblico del pecado, sino también la medida de su funesta naturaleza. De ahí que para el pueblo hebreo cualquier infracción del sistema jurídico o cultural también representaba pecado y traía como consecuencia culpa delante de Dios. Es evidente que cada acto pecaminoso de la voluntad es fruto de la condición del alma pervertida de la humanidad (Pr 4.23); (Pr 23.7); (Mc 7.20–23); (Ro 8.15–25). Esta condición se conoce como depravación. Es la incapacidad de evitar el pecado y hacer el bien sin la ayuda de Dios. Esto culminaría, si no fuera por la Redención que ofrece Cristo, en la Muerte (Stg 1.15); (Jn 3.14).

El relato de (Génesis 3), a pesar de que no aparece en él ninguno de los vocablos clásicos para señalar el pecado, nos muestra gráficamente las características primordiales de este. Es un acto de desobediencia motivado por el deseo del ser humano de auto establecer las normas y ser el dueño de su propio destino. Rompe la comunión íntima que antes existía entre Dios y el hombre, y también la que existía entre los hombres (ADÁN; EVA). Trae como consecuencia la muerte y el sufrimiento, y desata fuerzas contrarias al hombre y su felicidad; produce el estado en el que el género humano se encuentra desde entonces. El pecado de Adán implicaba un significado único para toda la especie humana (Ro 5.12,14–19); (1Co 15.22), pues en alguna manera él representaba a sus descendientes en un pacto con Dios (Os 6.7), y su pecado se le imputó a ellos (Ro 5.19). Sin embargo, Dios no castiga a la especie humana por el pecado de Adán, sino que cada uno incurre en su propia culpabilidad. En relación con el tema, los pasajes clásicos son (Ez 18) y (Ro 3.9–20) entre otros.

Pecado Y Redención

Tras el primer pecado se nos dio la primera palabra de esperanza (Gn 3.15), y se señaló el camino que Dios seguiría en el desenvolvimiento de la historia de la salvación. Tras siglos de trato con su pueblo hebreo a base de una alianza en la que les ofrecía perdón y redención (redentor, redención), pero a la que repetidamente respondían con rebelión e infidelidad, Dios mandó a su Hijo en la persona de Jesús de Nazaret para que destruyera a los poderes de maldad definitivamente y en nombre de toda la humanidad Jesús encarnaba el amor de Dios que se opone al pecado y a sus consecuencias.

Jesús buscaba la compañía de pecadores, y vio su misión como la de perdonar pecados (Mt 9.6); (Jn 8.34–36). Sus discípulos predicaron en su nombre el perdón de los pecados en todas las naciones (Lc 24.47); (Hch 2.38); (Hch 3.19); (Hch 5.31).

El pecado y el cristiano

Las enseñanzas y obras de Jesucristo y los apóstoles dan un nuevo enfoque al concepto del pecado. En vez de medir las acciones de las personas de acuerdo con el legalismo de las interpretaciones oficiales de una serie de mandamientos, Jesús partió siempre de la motivación (Mt 15.19); (Mt 7.17). Vio el amor como la única fuerza capaz de derrotar al pecado (Mc 12.28); Lc 7.47). La misma victoria suya sobre el pecado es motivada por el amor divino (Jn 3.16); (Jn 13.1), y tal amor de Dios había de motivar y capacitar asimismo a los suyos para vencer el pecado (Ro 12.8–10); (1Jn 4.7–11); (Ro 14.23), (la fe actúa siempre por el amor).

Es a la luz de esta manera de ver el pecado que se puede comprender también otra novedad del Nuevo Testamento: la relación entre la culpabilidad y el nivel de desarrollo de la conciencia de los fieles (Ro 14); (1Co 8.7–13).

Es notable que Pablo, hable del pecado casi exclusivamente en singular, viéndolo como un todo, como una potencia espiritual enemiga de Dios y del hombre al cual Cristo ha derrotado. Sin embargo, el Nuevo Testamento advierte a los creyentes sobre una serie de pecados individuales, y reconoce que la historia de Cristo está para realizarse por la fe en la vida de cada uno de los suyos (1Jn 5.4).

Las consecuencias del pecado:

El pecado es acto y estado. En calidad de sublevación a las leyes de Dios, es un acto de la voluntad de la persona. Como separación de Dios, se convierte en estado pecaminoso. Una consecuencia doble se produce: el pecador acarrea el mal sobre sí por sus malas acciones, e incurre en culpabilidad ante Dios, por lo tanto deben distinguirse:

Las malas consecuencias que siguen al acto del pecado, y la pena que por ello el pecador sufrirán en el juicio de Dios.

1- Debilidad espiritual

2- Daño a la imagen divina: la imagen divina en el hombre ha sido gravemente dañada. El Señor Jesucristo vino al mundo para hacer posible para el hombre el reconquistar la imagen divina.

3- Pecado original: Adán, el padre de la raza humana, trasmitió a sus descendientes una tendencia o inclinación a pecar, (Salmo 51.5). Esta desventaja espiritual y moral bajo la cual todas las personas nacemos se conoce con el nombre de “pecado original”. Los actos o acciones de pecado que siguen durante la edad de la razón se denominan pecado actual o voluntario. Cristo, el segundo Adán, vino al mundo para librarnos de todos los efectos de la caída, (Romanos 5.12-21).

4- Conflicto interior: en el comienzo, existía el propósito de que hubiera armonía en el ser del hombre, que el cuerpo estuviera subordinado al alma. Pero el pecado perturbó esta relación, de manera que el hombre se encontró dividido en sí mismo. En medio de ese conflicto, la persona exclama: “¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7.24)

5- Castigo positivo: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”, (Génesis 2.17)

Porque la paga del pecado es muerte. (Romanos 6.23)

La muerte tuvo su origen en el pecado, y es la consecuencia final de éste. Esa pena incluye algo más que la muerte física, que es la muerte primera. Luego, en el juicio final, el juez pronuncia la sentencia de la segunda muerte. La muerte en calidad de castigo no constituye la extinción de la personalidad, sino un medio de separación de Dios.

El término “destrucción”, empleado con relación a la suerte de los malvados, no significa extinción. El perecer o ser destruido –según el griego-, no es ser extinguido, sino arruinado.

Por ejemplo, el hecho de que los odres se pierdan, (Mateo 9.17), significa que no son buenos como odres para vino, y no que serán aniquilados. De igual manera, el pecador perece o es destruido, no queda reducido a la nada, sino que está arruinado en lo que respecta al disfrute de las bendiciones de Dios y de la vida eterna.

El mismo uso está vigente en la actualidad; Cuando decimos que alguien ha “arruinado su vida”, no queremos dar a entender que el hombre está muerto, sino que ha errado el objetivo verdadero de su vida.

La única forma de enfrentarse al pecado consiste en amar a Dios y convertirse después en un canal de su amor para los demás.

I. El pecado de naturaleza

El pecado de naturaleza es la pre-disposición del ser humano y su inclinación a hacer cosas que de ninguna manera le recomiendan ante Dios. El hombre y la mujer sin Dios están controlados por el diablo quien es dueño de su naturaleza, su mente y su corazón; su mente está en oscuridad y su corazón tiene tendencia a hacer lo malo (pecar). En (2Corintios 4:4) dice: "en los cuales el dios de este siglo (el diablo) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo". En (Efesios 4:18) dice: "teniendo el entendimiento oscurecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón". El ser humano nace predispuesto a pecar, esa es su naturaleza. Dios refiriéndose a la actitud del hombre en (Génesis 8:21) dice: "porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud", en el (Salmo 51:5), el salmista dice: "He aquí en maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre". El pecado está ligado al ser humano desde su niñez, en (Proverbios 22:6) dice:"La necedad está ligada en el corazón del muchacho".

El pecado de naturaleza trae como primera consecuencia la depravación. El individuo es impulsado por los deseos pecaminosos de su naturaleza y llegara a depravar su vida a tal grado que será llevado a otras áreas de pecado cada vez más profundas y más lejos de Dios.

La segunda consecuencia del pecado de naturaleza es la muerte espiritual. Cuando usted peca o está viviendo en pecado, esto causa una separación entre usted y Dios, El no tiene relación con usted, ni usted tiene relación con Él porque el pecado lo impide. Aunque usted piense que tiene relación con Dios lo cierto es que tal relación no existe. Dios le sigue amando y desea que la comunión con usted comience o sea restablecida. "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.

II. El Pecado Personal

El pecado personal son pecados cometidos por individuos de forma voluntaria o por ignorancia. El salmista David decía: Líbrame o Dios de los pecados que me son ocultos (Aquellos que cometía sin darse cuenta). Todo pecado tiene como consecuencia la perdida de la comunión con Dios, pero Dios tiene remedio para todos nuestros pecados. Si deseamos el perdón de Dios, solo tenemos que arrepentirnos de nuestros pecados ante Dios. "Dios no desprecia ni rechaza un corazón contrito y humillado" (Salmo 51:17).

III. El pecado imputado

El pecado de Adán en el huerto tuvo como consecuencia que toda la raza humana participara indirectamente de aquel pecado. La Biblia nos dice: "por tanto como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte paso a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Romanos 5:12). Cuando Adán pecó todos pecamos. Este pecado ha sido transmitido a toda la humanidad y como consecuencia somos culpables y llevamos como consecuencia la muerte.

De la misma manera que en Adán todos pecamos; en Cristo todos recibimos vida. "Al que no conoció pecado (Jesús), por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hecho justicia de Dios en Él" (2Corinitios 5:21). Si aceptamos el sacrificio de Jesús como remedio perfecto para nuestros pecados, su justicia será imputada a nosotros y seremos hechos justos delante de Dios.

IV. Los resultados del pecado

A. Separación de Dios

El pecado siempre ha traído malas consecuencias. Cuando el primer pecador, Satanás; pecó al llenarse de orgullo y rebelarse contra Dios para tomar el lugar de Dios. Satanás fue destronado por tierra, ya su morada no sería más cerca de Dios en el cielo. El castigo final de Satanás será el ser "lanzado al lago que arde con fuego y azufre" (Apocalipsis 20:10), también aquellos ángeles que siguieron al diablo en su intento de rebelión contra Dios, tendrán su parte en este castigo. Estarán lejos de Dios por la eternidad.

Nos damos cuenta que, el primer resultado del pecado en nuestra vida es la separación de Dios o de la comunión con Él. Dios es santo no hay pecado en Él. Cuando Adán y Eva pecaron en el jardín del Edén al desobedecer a Dios y comer del fruto prohibido ellos se escondieron. No podían enfrentarse a Dios sabiendo que estaban en pecado y que habían desobedecido. La consecuencia de su pecado fue ser echados fuera del jardín del Edén. Aunque Satanás ha sido sentenciado a muerte eterna, usted tiene una gran oportunidad para no ser lanzados junto con el diablo al lago que arde con fuego y azufre, Dios nos ha dado a su Hijo Jesucristo para que por medio de Él obtengamos la salvación y seamos libres de los efectos del pecado. El murió un día en la cruz del calvario y derramó su sangre para que nosotros no tuviésemos que morir. El murió en nuestro lugar. "pero si andamos en luz, como el está en luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado...Si confesamos nuestros pecados, el es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1Juan 1:7,9).

B. Muerte (Física, Espiritual, Eterna)

1. La muerte física

La palabra nos dice que "la paga (consecuencia) del pecado es la muerte" (Romanos 6:23). Cuando Adán y Eva pecaron murieron espiritualmente y como consecuencia la muerte física comenzó a existir, ya no vivirían ellos por siempre, sino que envejecerían y morirían. Esa es la muerte física. Pero más que eso, el pecado trae como consecuencia la muerte eterna.

2. La muerte espiritual

La persona que está en pecado está muerta espiritualmente, aunque físicamente camina, habla, escucha, puede ver, trabaja y disfruta de su vida, la realidad es que esta persona está muerta porque Dios no mora dentro de ella, no hay espíritu de vida en esta persona (Lc 9:60). El pecado tiene como consecuencia todo lo relacionado a la muerte, sufrimiento, enfermedad, problemas familiares, drogas, borracheras, peleas, conflictos y muchas otras cosas malas. La Biblia nos enseña que el diablo, el autor del pecado, vino para matar, robar y destruir, pero Cristo vino para darnos vida y vida en abundancia, esto es Vida Eterna (Jn 10:10).

3. La muerte eterna

Si usted no nace de nuevo jamás tendrá vida y esto conllevará a la muerte eterna o la muerte segunda, esta es la muerte de la cual no hay oportunidad de escapar. La Biblia dice "pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idolatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda" (Apocalipsis 21:8).

V. El remedio para el pecado

La solución para el pecado en la vida del hombre es JESUCRISTO. El venció la muerte y al pecado, por medio de Él podemos tener vida eterna. La Biblia nos dice que la única forma por la cual podemos recibir perdón por nuestros pecados es por la fe en Cristo Jesús. En (Juan 3:16-17) dice: "De tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas tenga vida eterna. Porque no que envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él". El apóstol Pedro uno de los discípulos de Jesús, en su primera predicación en Jerusalén decía: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados" (Hechos 2:38). Aquel día se arrepintieron de sus pecados 3,000 personas. Todo el que dice tener fe en Jesucristo lo demuestra por medio del verdadero arrepentimiento, pues éste es fruto de una verdadera fe. El que se arrepiente de corazón, se aparta de pecado y de inmundicia. "y al que a mí viene, no le echo fuera" (Jn 6:37).

"Porque la paga (consecuencia) del pecado es la muerte, mas la dadiva de Dios es Vida Eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Romanos 6:23)

El pecado: su carácter y universalidad

A.- LAS ESPECULACIONES HUMANAS SOBRE EL PECADO

Puesto que el pecado es un factor dominante en la experiencia humana a la vez que el tema principal de la Biblia, ha sido motivo de discusiones sin fin. Aquellos que rechazan la revelación escritural tienen con frecuencia conceptos inadecuados acerca del pecado. Una característica familiar del modo no bíblico de enfocar la cuestión es considerar el pecado hasta cierto punto como una ilusión, es decir, que el pecado es sólo un mal concepto basado sobre la falsa teoría de que existe el bien y el mal en el mundo. Por supuesto, esta teoría fracasa al enfrentarse a los hechos de la vida y a la maldad del pecado y niega la existencia de un Dios y principios morales.

Otro antiguo enfoque del problema del pecado es mirarlo como un principio inherente, lo opuesto de lo que Dios es, y relacionarlo con el mundo físico. Esto se encuentra en la filosofía oriental y también en el gnosticismo griego y es el trasfondo tanto para el ascetismo, la negación de los deseos del cuerpo, como para el epicureísmo, que aboga por la indulgencia del cuerpo. El hecho, sin embargo, es que se niega que el hombre peque realmente y que sea responsable ante Dios. Un concepto común, aunque inadecuado, es que el pecado es nada más que egoísmo. Si bien es cierto que el pecado es a menudo egoísmo, este concepto no es aplicable a todos los casos, porque el hombre peca a veces contra sí mismo.

Todas estas teorías no alcanzan el nivel bíblico y son una negación de la revelación bíblica del carácter y de la universalidad del pecado.

B.- LA DOCTRINA BIBLICA DEL PECADO

Reconociendo que hay varios pecados definidos en la Palabra de Dios, llegamos, a base de las Escrituras, a la conclusión de que el pecado es cualquier falta de conformidad al carácter de Dios, ya sea en obra, disposición o estado. En la Palabra de Dios se definen varios pecados, como se ilustran, por ejemplo, en los Diez Mandamientos que Dios dio a Israel (Ex. 20:3-17). El pecado es tal porque es diferente de lo que Dios es, y Dios es eternamente Santo. El pecado siempre es contra Dios (Sal. 51:4); (Lc. 15:18), aun cuando pueda ser dirigido contra seres humanos. Una persona que peca es, de acuerdo a ello, sin semejanza a Dios y sujeta al juicio de Dios. La doctrina del pecado se presenta en cuatro aspectos en la Biblia:

1. El pecado personal (Ro. 3:23) es la forma de pecado que incluye todo lo que en la vida diaria está en contra o fracasa en conformidad con el carácter de Dios. Los hombres son conscientes con frecuencia de sus pecados personales, y los pecados personales pueden tomar una gran variedad de forma. Hablando en forma general, el pecado personal se relaciona con algún mandamiento particular de Dios en la Biblia. Incluye el aspecto de rebelión o desobediencia. Al menos ocho palabras importantes se usan para el pecado en el Antiguo Testamento y unas doce en el Nuevo Testamento; la idea básica es la falta de conformidad al carácter de Dios y el obrar por medio de actos ya sea de omisión o de comisión. La idea esencial es que el hombre no alcanza a la norma y fracasa en alcanzar el nivel del propio carácter de santidad de Dios.

2. La naturaleza pecadora del hombre (Ro. 5:19); (Ef. 2:3) es otro aspecto importante del pecado tal como se revela en la Biblia. El pecado inicial de Adán le llevó a la caída, y en la caída él se volvió un ser completamente diferente, depravado y degenerado y sólo capaz de engendrar seres caídos como él mismo. Por lo tanto, cada hijo de Adán es nacido con la naturaleza adámica, siempre está predispuesto a pecar, y aunque su naturaleza fue juzgada por Cristo en la cruz (Ro. 6:10), una fuerza vital y activa permanece en cada vida del cristiano. Nunca se dice que será quitada o erradicada en esta vida, pero para el cristiano hay poder vencedor provisto a través del Espíritu Santo que mora en él (Ro. 8:4); (Gá. 5:16-17).

Muchos pasajes bíblicos hacen alusión a este importante asunto. De acuerdo con (Efesios 2:3), todos los hombres (éramos por naturaleza hijos de ira), y toda la naturaleza del hombre es depravada. El concepto de la total depravación no es que cada hombre es lo más malo posible que él pueda ser, sino más bien que el hombre, a través de su naturaleza, está corrompido por el pecado (Ro. 1: 18) (Ro 3: 20). De acuerdo a ello, el hombre, en su voluntad (Ro. 1:28), su conciencia (1Ti. 4:2) y su intelecto (Ro. 1:28); (2Co. 4:4), está corrompido y depravado, y su corazón y entendimiento están cegados (Ef. 4:18).

Como se ha visto en un estudio previo, la razón por la cual los hombres tienen una naturaleza pecaminosa es porque les fue transmitida por sus padres. Ningún niño nacido en el mundo se ha visto libre de esta naturaleza de pecado excepto en el único caso del nacimiento de Cristo. No es que los hombres pequen y se conviertan en pecadores; más bien es que los hombres pecan porque tienen una naturaleza pecaminosa. El remedio para esto, así como para el pecado personal es, por supuesto, la redención, la cual es provista en la salvación en Cristo.

3. También se presenta en la Biblia el pecado como imputado o computado en nuestra cuenta (Ro. 5:12-18). Como se vio en conexión con la caída del hombre en el capítulo anterior, hay tres imputaciones principales presentadas en las Escrituras:

a) La imputación del pecado de Adán a su descendientes, en cuyo hecho se basa la doctrina del pecado original.

b) La imputación del pecado del hombre a Cristo, en cuyo hecho está basada la doctrina de la salvación.

c) La imputación de la justicia de Dios en aquellos que creen en Cristo, en cuyo hecho se basa la doctrina de la justificación.

La imputación puede ser:

a) actual.

b) judicial.

La imputación actual es poner en la cuenta de alguien algo que originalmente ya pertenecía al deudor. Aunque Dios pueda hacer esto en su justicia, por la obra reconciliadora de Cristo Dios no está ahora imputando al hombre el pecado, el cual es suyo desde un principio (2Co. 5:19).

La imputación judicial es cargar a la cuenta de alguien algo que no pertenece al deudor (Flm. 18).

Aunque ha habido desacuerdo en cuanto a si la imputación del pecado de Adán a cada miembro de la raza es actual o judicial, (Romanos 5:12) declara claramente que la imputación es actual, en vista de la cabeza representativa; la posteridad de Adán pecó cuando él pecó.

Los próximos dos versículos (Ro. 5:13-14) se han escrito para probar que no es una referencia a pecados personales (He. 7:9-10). Sin embargo, (Romanos 5:17-18) implica que su imputación también es judicial, puesto que se establece que por el pecado de un hombre vino juicio sobre todos los hombres. Sólo el pecado inicial de Adán está en cuestión. Su efecto es la muerte, tanto para Adán, así como de Adán hacia los miembros de la Humanidad. La cura divina provista para el pecado imputado es el don de Dios, lo cual es vida eterna a través de Jesucristo.

4. El estado judicial resultante de pecado para toda la raza humana también se presenta en la Escritura. Por consideración divina el mundo entero, incluyendo judíos y gentiles, está ahora (bajo pecado) (Ro. 3:9); (Ro 11:32); (Gá. 3:22). Estar bajo pecado es estar contado desde el punto de vista divino sin ningún mérito que pueda contribuir a la salvación. Puesto que la salvación es solamente por gracia y la gracia excluye todos los méritos humanos, Dios ha decretado, con respecto a la salvación de los hombres, que sea (bajo pecado), o sin ningún mérito. Este estado bajo pecado sólo es remediado cuando el individuo, a través de las riquezas de la gracia, es contado para permanecer en los méritos de Cristo.

Tomado como un todo, la Biblia indica claramente los efectos devastadores del pecado sobre el hombre y la ausencia total de esperanza para el hombre en cuanto a solucionar su propio problema de pecado. El correcto entendimiento de la doctrina de pecado es esencial para entender el remedio de Dios para el mismo.

La verdad acerca del pecado

Hay mucho que necesita ser mencionado con respecto al pecado y su relación con la seguridad del creyente. Sin intentar escribir un libro completo sobre hamartiología (el estudio del pecado), ciertas verdades acerca del pecado que son relevantes para la seguridad del creyente deben ser brevemente comunicadas. Pero primero necesitamos una definición del pecado.

Según la Escritura, el pecado es: todo lo que no viene de la fe (Romanos 14:23), saber hacer lo bueno y no hacerlo (Santiago 4:17), quebrantar la ley (1Juan 3:4), y toda injusticia (1Juan 5:17).

La Escritura enseña que hay varias formas de pecar. Podemos pecar por omisión (Santiago 4:17) y por comisión (1Corintios 10:8). Es también posible pecar de pensamiento (Mateo 5:28), palabra (Mateo 12:37) y obra (Mateo 27:4).

Abandonemos todas las ideas preconcebidas y vayamos a las Escrituras mientras ponemos a prueba lo que algunos están diciendo acerca del pecado, especialmente en la vida de un creyente.

Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca (1Jn 5:18).

¡Gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo!