viernes, agosto 27, 2010

EL PROPOSITO ETERNO DE DIOS.

[Efesios 1:4-12] Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria.

¿Por qué estoy en la tierra? Sin duda, esta pregunta cruza la mente de todos en algún momento. Las teorías no bíblicas dicen que no hacemos más que ocupar espacio, y que volveremos a la nada cuando muramos. Hay quienes dicen que nosotros elegimos nuestro propio destino; en otras palabras, que podemos vivir para cualquier causa que elijamos. ¡Pero eso es absolutamente falso! El Señor nos ha puesto en la tierra para cumplir su propósito. ¿Cuál es el propósito? El propósito eterno de Dios es tener una gran familia de muchos hijos semejantes a Jesús. El hombre fue creado para conocer y servir a Dios como Padre, deleitándose en su amor, pero su rebelión lo desvió. La muerte y resurrección de Jesús le provee el camino de redención y restauración al propósito divino original. Por lo tanto la salvación como el modelo a seguir en su conducta y dedicación, a fin de que su vida sea para la gloria de Dios. Él nos proporciono todos los medios necesarios para lograr este propósito en virtud de nuestra unión con Cristo.

Nuestro Padre celestial tiene un plan especial para la vida de cada persona, pero quiere que todos tengamos un mismo objetivo: ser conformados a la imagen de Jesucristo. El proceso de nuestro perfeccionamiento moral, espiritual y físico comienza aquí en la tierra y se termina en el cielo. Gran parte del trabajo que el Señor hace en nuestras vidas terrenales se centra en nuestro carácter. Él nos enseña a ser tan amorosos, misericordiosos y pacíficos como Jesucristo.

Uno podría pensar que ser como el Hijo de Dios debe requerir un gran esfuerzo. Pero la verdad es que no somos llamados a hacerlo nosotros mismos. Lo hace el Espíritu Santo que habita en el creyente y vive la vida de Cristo a través de la persona. Los cristianos tienen la responsabilidad de someterse a su guía. Eso significa que responderemos a las circunstancias con esta pregunta: "¿Cómo puedes, Señor, hacerme más como Jesús?"

El Señor soberano está detrás de todo lo que nos sucede, ya sea que Él provoque directamente la situación, o la permita. Tanto los reveses como los triunfos están concebidos para que se cumpla el gran propósito de Dios: que tengamos una vida que refleje su amor y su gloria al mundo. El Señor soberano está detrás de todo lo que nos sucede, ya sea que Él provoque directamente la situación, o la permita.

Preste atención: En la carta a los [Romanos 8:29] dice: Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Dios tuvo en mente un diseño previo; así como un arquitecto, antes de edificar, hace un proyecto con todos los detalles de lo que se propone construir, del mismo modo Dios, antes de la creación del universo, en su amor y soberana voluntad se propuso tener una familia de muchos hijos semejantes a su hijo Jesús.

Ya no hay dudas para lo que estamos en esta tierra. Tan simple como eso.

¡Gracia y paz sean a tu vida!