martes, agosto 10, 2010

FE: El no está aquí

[Mateo 28.1-8] Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,



Un grupo de mujeres afligidas se dirigía a la tumba del Señor Jesús en la mañana del domingo después de su muerte. Su Salvador, el Señor de señores y Rey de reyes, había sido azotado brutalmente y luego crucificado. Los corazones de las mujeres debieron haber estado agobiados por la decepción y la tristeza. Pero en un instante, el duelo se convirtió en gozo. Un ángel las saludó con estas palabras de consuelo: "No está aquí, pues ha resucitado, como dijo" (Mt 28.6).

De repente las cosas desconcertantes que el Señor había dicho tenían sentido. No sólo había profetizado su propia muerte y resurrección (Mt 16.21), sino que también había explicado su relación con Dios como una "unidad" (Jn 10.30). La tumba no podía retener al Todopoderoso. La resurrección puso fin a cualquier duda que los seguidores de Cristo pudieran haber albergado acerca de quién era Él.

Dios cumplió cada una de sus promesas y profecías sobre el Mesías. Por ejemplo, Jesús murió en la cruz antes de que los soldados decidieran romper las piernas a los crucificados (Éx 12.46; Sal 34.20). Pero abrieron su costado con una lanza para estar seguros de que había muerto (Is 53.5). En lo que parecía ser el fin, Cristo fue sepultado en la tumba de un rico (Is 53.9); pero no se quedó en ella.

El Señor Jesús venció la muerte, y ahora está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por cada una de las personas que hemos creído en Él. Jesucristo conoce nuestros nombres, nuestras circunstancias, nuestras tristezas, nuestras decepciones, lo que necesitamos y deseamos. El consuelo de la tumba vacía es que nuestro Salvador vive y vela por nosotros, como Él mismo lo dijo (He 7.25; 12.2). El Señor Jesús venció la muerte, y ahora está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por cada una de las personas que hemos creído en Él.

Esa es la FE; al saber de un Dios que se hizo hombre para rescatarnos del fondo del hoyo; un Jesús que resucito y no dejarnos huerfanos y solos en este mundo lleno de maldad y de odio; lleno de problemas. El ha resucitado para interceder por nosotros y perdonar nuestros pecados y harcernos libres del poder de las tinieblas.

!Gracia y Paz sean a tu vida!