domingo, diciembre 05, 2010

LA PERSONA DE CRISTO

[1Juan 5:20] Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
I. El hecho histórico
El gran hecho histórico de la manifestación de Cristo es innegable, pues las investigaciones modernas han establecido el carácter histórico de los Evangelios y han fracasado con la teoría de una «leyenda». ¿Qué explicación se ha de dar de esta VIDA que sobresale entre todas las figuras de la historia? Los materialistas, en su afán de negar una revelación sobrenatural, procuran hacer ver que Jesús era un hombre bueno, maravillosamente dotado de poderes espirituales y religiosos, pero hombre al fin. Esto es contrario a toda la evidencia que tenemos disponible, porque se presenta en los Evangelios, tanto en las palabras del Señor mismo como por la apreciación de quienes mejor le conocían, como Dios manifestado en carne. Los creyentes aceptamos con fe el hecho de Cristo tal y conforme se nos presenta en los escritos sagrados. Podemos entender que siempre habrá una parte de este misterio que sólo Dios puede profundizar, según la declaración del Señor Jesús, diciendo lo siguiente: «Nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiere revelar» [Lc. 10:22]. Quiero tocar como tema: La Persona de Cristo.

 
«En Cristo hay dos perfectas naturalezas, la divina y la humana, en una sola persona, Jesucristo Señor nuestro.» Algunos han subrayado Su divinidad a expensas de Su humanidad, y otros han caído en el error contrario. Es necesario, además, evitar a toda costa la idea de que Cristo fuese en parte Dios y en parte Hombre, ateniéndonos a lo revelado, que manifiesta Su plena divinidad y Su perfecta humanidad. En el evangelio de [Juan 1:1–3] dice: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

 
Juan llama a Jesús el Verbo. Al emplear esa designación para Cristo, Juan lo presenta como la Palabra de Dios e indica que Dios nos habla por su Hijo. Las escrituras declaran que Jesucristo es la multiforme sabiduría de Dios y la perfecta revelación de la naturaleza y la persona de Dios. Así como las palabras de una persona revelan su mente y corazón, Cristo como el Verbo, la Palabra, revela el corazón y la mente de Dios. Juan presenta tres características principales de Jesucristo como el Verbo: 1]- La relación del Verbo con el Padre: Cristo era preexistente con Dios desde antes de la creación del mundo. Era una persona existente desde la eternidad, con la misma sustancia de Dios el Padre y en comunión eterna con Él. Cristo es divino, el Verbo era Dios, con la misma naturaleza y esencia del Padre. 2]- La relación del Verbo con el mundo: Por medio de Cristo, Dios el Padre creó y sustenta al mundo. El apóstol Pablo confirma la actividad creadora de Cristo; 3]- La relación del Verbo con la humanidad: En Jesús, Dios se hizo ser humano con la misma naturaleza del hombre pero sin pecado. Esta es la declaración fundamental de la encarnación: Cristo dejó el cielo y entró a la condición de la vida humana por la puerta del nacimiento humano. [Colosenses 2:9]; [Hebreos 1:1–4]; [1Juan 5:20] y [Romanos 9:5].

 
II. La Encarnación

En el evangelio de [Lc. 1:35] dice: Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.

 
La divinidad y la humanidad se manifiestan prácticamente en toda la vida del Señor Jesucristo, pero la explicación de la vida se halla en el misterio de la Encarnación, o mejor dicho, la vida y el relato bíblico del nacimiento se explican mutuamente, y lo uno sin lo otro sería incomprensible. Jesús nació de la bienaventurada virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo, según la preciosa anunciación del ángel Gabriel. La humanidad que recibió de su madre fue real, pero libre de la mancha del pecado. La unión del HIJO ETERNO con la humanidad así recibida es un misterio que sólo la mente de Dios alcanza. Necesariamente, el modo de manifestarse la divinidad era distinto en la vida humana que en la gloria del Cielo, pero su plenitud estaba siempre presente, y el poder divino se ejercía tantas veces como se requería para el cumplimiento de la voluntad de Su Padre.

 
III. La manifestación de la deidad de Cristo.

 
En el evangelio de [Jn 8:58] dice: Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
En [Jn 10:30] dice: Yo y el Padre uno somos.
[Jn. 14:9] dice: El que me ha visto a mí ha visto al Padre.

La deidad del Señor se presenta especialmente en el Evangelio según Juan, pero la enseñanza es igual en todos los evangelios, como vemos por la declaración de Cristo ante el Sanedrín [Mr. 14:61-62].

 
La divinidad está implícita en las declaraciones de Jesús, ya que Él se ofrece a sí mismo como Fuente de paz, vida, perdón y salvación [Mt. 11:28]; [Jn. 5:40]; [Jn 7:37]; [Jn 14:6].

 
Las narraciones de los testigos oculares de la vida de Jesús nos proveen abundante evidencia de Su divinidad: 1] Cristo admitió en varias ocasiones la adoración de los hombres [Lc. 5:8]; [Jn. 9:38]; [Jn 20:28]; y 2] los milagros evidencian el poder divino, ya que se distinguen de las grandes obras de los profetas y apóstoles por su espontaneidad y por la autoridad personal del Señor. Así, llamó a la vida a Su amigo Lázaro porque Él era, en Su Persona, «la resurrección y la vida» [Jn. 11:25, 40, 43-44]. Por eso el Señor Jesús apeló a Sus obras como evidencia irrecusable de la calidad de Su Persona [Jn. 14:11]; [Jn 15:24]. Y por todo esto vemos su divinidad en su persona.
IV. La realidad de Su humanidad

En la carta a [1Ti. 2:5] dice: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

Vemos muy claramente por el relato de los Evangelios que Jesús pasó por las experiencias normales de una vida humana, aparte y separado del pecado. Nació de madre humana, creció en sabiduría y en edad; padecía hambre, sed y cansancio; comía y dormía. Se afligía y se gozaba en Su espíritu y en Su alma. Fue tentado del diablo, pero sin ceder a la tentación, y como Siervo de Jehová, vivía una vida caracterizada por la oración y la fe, pues nunca empleó Su poder divino para eludir las consecuencias de Su humanidad. Por fin murió y fue sepultado. Su humanidad no cesó con la resurrección, sino que existe glorificada a la diestra de Dios.


V. La importancia de la Encarnación

 
[1Timoteo 3:16] dice: E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.

 
El misterio de la piedad es Cristo. Esa es la importancia de la encarnación. Él es Dios que fue hecho carne y fue manifestado en carne. Agradó a Dios manifestarse a los hombres por su propio Hijo que tomó la naturaleza humana. Aunque reprochado como pecador y se dio la muerte de un malhechor, Cristo resucitó por el Espíritu, y así fue justificado de todas las acusaciones falsas con que fue cargado. Los ángeles le atendieron, porque Él es el Señor de los ángeles. Los gentiles recibieron bien el evangelio que los judíos rechazaron. Como Dios, Él fue manifestado en carne para quitar nuestros pecados, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo santo para su nombre, celoso de buenas obras. Estas doctrinas deben ser exhibidas por el fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas. La doctrina de la Encarnación es piedra angular de la revelación cristiana, sobre la que se funda toda la obra de la Redención. Tenemos suficientes y abundantes bases bíblicas para afirmar y declarar a Jesucristo como Dios; y tenemos suficientes y abundantes bases bíblicas para afirmar y declarar que Jesucristo fue manifestado en naturaleza humana.

 
[Fil. 2:6–8] dice: el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

 
Ese es Dios, que se hizo hombre para habitar junto al hombre; para demostrar su amor, misericordia y justicia. Un Dios que se despojo a sí mismo, no estimando ser como Dios, sino que se humilló haciéndose obediente hasta enfrentar la cruz del calvario para salvar a la humanidad del pecado y de la condenación eterna. ¡Esa es la persona de Cristo!

Gracia y Paz de Jesus.