viernes, julio 09, 2010

EL HUERTO DE GETSEMANI

[Mateo 26.36-46] Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega.



El huerto de Getsemaní en el monte de los Olivos, fue uno de los lugares preferidos del Señor para orar en su ministerio terrenal [Lc 22.39]. Pero los creyentes lo recuerdan mejor como el sitio de una gran batalla espiritual.

La historia de Jesús implorando al Padre celestial es muy significativa para los cristianos, y la razón es la manera tan humana en que se ve el Señor. Del relato del evangelio podemos ver que Jesús, el Dios-hombre, experimentó temor, ansiedad y terror cuando oró. Es decir, reaccionó a su cercana prueba con sentimientos que podemos entender e identificarnos.

Satanás atormenta a los creyentes diciéndoles que no pueden ser como Jesús, porque Él es Dios. Pero Él era Dios en carne humana, lo que significa que experimentó el mundo como nosotros. Pero Él ganó cada batalla espiritual y de la vida que enfrentó. El secreto de su éxito fue lo que hizo en Getsemaní. Se aisló y oró hasta que su voluntad estuvo totalmente rendida al Padre. Ganó la batalla sobre sus rodillas.

Jesús salió del huerto como un prisionero, pero al mismo tiempo como un vencedor. Aceptó la voluntad de Dios para su vida, si bien pasó por el dolor de la prueba. Nuestro Salvador había sido llamado a morir, y sabía que las bendiciones y las consecuencias potenciales estaban todas en manos del Padre.

También los cristianos enfrentan pruebas terribles. Dios usa estas dificultades para conformarnos a la imagen de su Hijo [Ro 8.29]; y esto debe ser así; porque necesariamente debe ocurrir una transformación; de existir un cambio real en la persona que se acerca a Dios como hijo. Si vamos a ser como Jesús, debemos aprender de sus acciones y de sus actitudes. Ante la dificultad, debemos buscar la voluntad de Dios, comprometernos a obedecerla, y dejar las consecuencias en sus manos todopoderosas.

!Que Dios nos bendiga!