martes, agosto 13, 2013

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

   
[Efesios 1.18-20] alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales. 

Uno de los momentos esenciales en la historia de la salvación durante el cual Jesús, pocos días después de haber muerto en la cruz y de haber sido puesto en el sepulcro en la tarde del Viernes, fue levantado corporalmente para iniciar un nuevo orden de vida.
Este tremendo acto del poder creador y sobrenatural de Dios [Ro 4.24]; [2Co 4.14]; [Ef 1.20] se describe a lo largo de todo el Nuevo Testamento y se proclama como un hecho indubitable [Hch 1.3] y se propone como base innegable de muchas bendiciones actuales y futuras.
Aunque la resurrección de Cristo garantiza la de quienes creen en Él, no deja de ser única en su género, ya que es por definición la resurrección del Mesías e Hijo de Dios [Ro 1.4]. Aun los milagros de Jesús al volver a la vida a la hija de Jairo [Mc 5.21–43], al joven de Naín [Lc 7.11–17], a Lázaro [Jn 11.17–44] y a otros [Mt 11.5] no se describen estrictamente como “resurrecciones”, porque las personas resucitadas volvieron a morir [Hch 9.36–42]; [Hch 20.7–12]. En cambio, Jesucristo inició por su resurrección una etapa decisiva y final en la historia humana [Ro 6.9].

I- ENSEÑANZA DE JESUCRISTO:

El Señor habló a menudo de su sufrimiento y pasión venidera, pero no dejó de incluir la nota de triunfo final. Aun el lenguaje figurado tomado del Antiguo Testamento y del judaísmo posterior (Hijo del Hombre; Siervo de Jehová; Hijo de Dios) implica que Dios a la larga iba a reivindicar públicamente al justo sufriente. Basándose sin duda en pasajes como [Isaías 52.13]; [Is 53.12] y [Os 6.2] (en el tercer día nos resucitará), Jesús predijo su propia resurrección [Mc 8.31]; [Mc 9.31]; [Mc 10.33]; [Lc 13.32] y reivindicación en Gloria [Mt 12.40]; [Mc 9.1]; [Mc 10.35–40]; [Mc 14.62]; [Lc 22.15–18]. Pero los discípulos no comprendieron la predicción [Mc 9.9]; [Jn 20.9] porque la doctrina popular colocaba la Resurrección de los muertos al final de los tiempos, junto con el Juicio, y no dentro de la historia.

II- PRUEBAS DEL HECHO HISTÓRICO:

Con todo, Dios hizo lo inesperado. Después de ser sepultado honorablemente y poco antes del atardecer del viernes, el cuerpo de Jesús permaneció en el sepulcro durante tres días; y descendiendo al infierno en espíritu. Según la costumbre judía de contar como día entero cualquier fracción del mismo, el primer día sería un par de horas del viernes (el sábado comenzaba de las seis de la tarde de nuestro viernes), el segundo día correría desde las seis de la tarde del viernes hasta las seis de la tarde del sábado y el tercer día comprendería las horas restantes hasta el momento, para nosotros desconocido, cuando el Señor salió vivo de la tumba (en todo caso, antes de que llegaran las mujeres a la tumba, en la madrugada del domingo). Esta explicación satisface las demandas aun de la expresión hebraica “después de tres días” [Mt 8.31].

III- LA TUMBA VACÍA:   

Hay muchas pruebas de que Jesús realmente fue sepultado (en la predicación primitiva, [Hch 13.29]; [Ro 6.4]; [1 Co 15.4]; y en los relatos evangélicos, [Mc 15.42–47]; [Jn 19.38–42] en un sitio reconocible poco después [Mc 15.47] para contrarrestar los rumores de que las mujeres se equivocaron de tumba. Y, por tanto, el hecho de hallar vacía la tumba el domingo (Día del Señor) es de gran valor como prueba; sobre este punto los Evangelios dan testimonio unánime [Mc 16.1–8]; [Jn 20.1–10]. Sobre los nombres y el número de las mujeres que fueron a la tumba hay menos acuerdo, como también respecto a las figuras angelicales que aparecen cerca del lugar donde yacía el cuerpo. Pero tales diferencias se deben a puntos de vista y propósitos divergentes de los evangelistas.

Las mujeres hallaron rodada a un lado la enorme piedra que tapaba la entrada de la tumba y temieron que alguien hubiera robado el cuerpo [Jn 20.2, 15]. Lejos de ser resultado imaginario de los fervientes deseos de los cristianos, la tumba vacía sorprendió a todos. La teoría de que los mismos discípulos robaron el cuerpo, sostenida por los judíos en la época de los evangelistas [Mt 28.13], es sicológicamente imposible. La mera existencia de tal teoría prueba que los opositores del evangelio no pudieron negar la realidad del sepulcro vacío ni reponer ellos mismos el cadáver. Además, uno de los evangelistas relata que durante el sábado una guardia romana fue apostada en la tumba y esta fue sellada por parte del sanedrín [Mt 27.62–28.15], precaución que hace inverosímil toda hipótesis de un robo [Jn 20.3–8]. El énfasis de los Evangelios, pues, en la tumba vacía indica que los primeros cristianos entendían la resurrección en términos corporales; como judíos, no concebían una resurrección “espiritual” que dejara el cadáver en los lazos de la muerte.

IV – LAS APARICIONES DE JESÚS RESUCITADO:   

Todavía más decisivas para la fe de los discípulos fueron las apariciones de Jesucristo, variadas, convincentes y reales. He aquí una lista:

En Judea:

1]. A las mujeres [Mt 28.9].
2]. A María Magdalena [Jn 20.11–18].
3]. A Pedro [Lc 24.34]; [1Co 15.5]; [Mc 16.7].
4]. A los caminantes de Emaús [Lc 24.13–31].
5]. A diez apóstoles [Lc 24.36–49]; [Jn 20.19–23]; [1 Co 15.5].
6]. A once apóstoles [Jn 20.24–29].
7]. A “los que se habían reunido” [Hch 1.6–9]; los “apóstoles” de [Hch 1.2]; [1 Co 15.7]; [Lc 24.50]; [Lc 24.3].

Probablemente en Galilea:

8]. A once apóstoles [Mt 28.16–20]; [Mc 16.7].
9]. A más de quinientos hermanos [1Co 15.6].
10]. A Jacobo [1Co 15.7].
11]. A siete discípulos [Jn 21.1–14].

Según Lucas, el período de las apariciones duró cuarenta días [Hch 1.3] y terminó con la Ascensión. Pero Pablo afirmó ser también parte de la misma serie de testigos [1Co 15.8], gracias a la aparición que le fue concedida unos tres años después [Hch 9.3–8]; [Hch 22.6–11]; [Hch 26.12–18]. En este caso, él fue el único testigo (con posible excepción de Jacobo) que no había creído en Jesucristo antes; generalmente las apariciones no tuvieron el propósito de incitar a la fe, sino el de confirmar la de los que ya eran cristianos.

Los evangelistas se esfuerzan por mostrar que el Cristo resucitado es idéntico al Jesús terrenal, a pesar de las diferencias que embargan al principio los ojos de los discípulos para no reconocerle [Lc 24.16]; [Jn 21.4]. El Señor come y bebe con ellos [Lc 24.41]; [Hch 10.41] y permite que lo palpen [Jn 20.27]; [Mt 28.9] y [Jn 20.17]; en su cuerpo aún conservaba las marcas de su pasión [Lc 24.39]; [Jn 20.20]. Con todo, el Resucitado tiene nuevas condiciones que antes solamente habían sido presagiadas en la Transfiguración [Mc 9.9]: Jesús desaparece de la vista de sus discípulos [Lc 24.31] y pasa a través de puertas cerradas [Jn 20.19, 26]. Tales condiciones solo podían pertenecer a un cuerpo “espiritual” [1Co 15.44] o “glorificado” [1Co 15.43]; [Flp 3.21], tipo del cuerpo que el cristiano recibirá en la resurrección de los justos.

V- LA EXPERIENCIA DEL CRISTO VIVO:  

Para fundamentar la fe, era más importante la seguridad de que Jesucristo vivía y reinaba en la Iglesia y en el cosmos que un acontecimiento en el pasado. La certeza de que Cristo vive en uno [Gl 2.20] y en su pueblo por el poder de su resurrección [Flp 3.10] y la convicción de las señales de su señorío [Hch 2.33]; [Hch 3.15]; [Hch 4.30], eran parte del testimonio apostólico de la resurrección de Cristo [Hch 4.33]. Si bien es cierto que los “Testigos oculares” eran indispensables en la predicación del evangelio [Hch 1.21]; [Hch 10.41]; [Hch 13.31], la bienaventuranza es aun para quienes no vieron con sus propios ojos [Jn 20.29]; [Jn 17.20), porque el Espíritu Santo es también “Testigo de estas cosas” [Hch 5.32]. La fundación y existencia continua de la iglesia de Cristo es, por tanto, una de las pruebas más fehacientes de la realidad de la resurrección [Mt 28.18].

VI- SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN:  

Gran parte de la doctrina del Nuevo Testamento se basa en las implicaciones de la Resurrección. Con base en textos tales como [Salmo 110.1] (“Jehová dijo a mi Señor: siéntate a mi diestra”), los cristianos primitivos contemplaban la Resurrección como un acto de creación con el cual Dios Padre puso su sello de aprobación sobre el ministerio de Jesús, y en especial sobre su obra expiatoria [Ro 4.25]; [Ro 8.34]; [Heb 2.9], Expiación; Justificación; Redención; Salvación). La conquista del último enemigo, la muerte [1Co 15.26] fue garantizada con la Resurrección [1Co 15.54]; por tanto, Jesucristo es declarado Señor, Salvador y Juez victorioso sobre todas las autoridades malignas [1P 3.21]; [Ef 1.21]; [Flp 2.9]; [Heb 2.5].

CONCLUSIÓN:

La entronización de Jesucristo tiene grandes implicaciones para nosotros los creyentes en Él, ya que Él abrió “el camino nuevo y vivo a través del velo; en otras palabras, de su propia carne” de acceso a Dios [Heb 10.20]. Vive e imparte su vida a los que se unen a Él por la fe [Jn 14.19]; [Ef 2.5], lo cual es una bendición que tendrá repercusiones en el futuro [Ro 6.8, 13]; [1Co 6.14]; (Resurrección de los muertos).

Si bien la crucifixión de Cristo representa el amor de Dios hacia la humanidad, puesto que allí el creyente es reconciliado con Dios, limpiado con su sangre y perdonados sus pecados, cancelando una deuda impagable para el ser humano; pero la resurrección de Cristo tiene un valor incalculable; puesto que ahora Cristo está vivo intercediendo por nosotros como Sumo Sacerdote y Abogado. La resurrección de Cristo representa el poder sobrenatural de Dios que levantó a Cristo de entre los muertos; y es allí donde el poder de la resurrección es invaluable; el creyente ya no tiene que caminar en derrota, vivir en enfermedad, vivir en depresión, vivir en temor, vivir desanimado, etc. Aunque vengan las aflicciones, no debemos temer, Cristo ha vencido por nosotros y para nosotros; el creyente debe vivir bajo el poder de la resurrección de Dios en Cristo Jesús.

¡Gracia y Paz sean a tu vida! En el Nombre de Jesús.