sábado, noviembre 12, 2011

FUIMOS CRUCIFICADOS CON CRISTO


[Gálatas 2:20]: Con Cristo estoy JUNTAMENTE CRUCIFICADO, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Pablo describe su relación con Cristo en términos de un profundo afecto por su Señor y dependencia de Él. Los que tienen fe en Cristo viven en íntima unión con Él, tanto en la muerte como en la resurrección de su Señor.

¿CÓMO HEMOS SIDO CRUCIFICADOS CON CRISTO?

Legalmente, Dios nos ve como si hubiésemos muerto con Cristo, porque nuestros pecados murieron con Él, ya no estamos más condenados [Colosenses 2.13–15]. En cuanto a la relación, hemos llegado a ser uno con Cristo y sus experiencias son nuestras. Nuestra vida cristiana empieza cuando, en unidad con Él, morimos a la vida vieja [Romanos 6.5–11]. En nuestra vida diaria, en repetidas ocasiones hemos tenido que crucificar nuestros deseos pecaminosos que han tratado de impedir que sigamos a Cristo. Esta también es una forma de morir con Él [Lucas 9.23–25]. Aunque el enfoque del cristianismo no es la muerte sino la vida. Porque hemos sido crucificados con Cristo, también hemos resucitado con Él [Romanos 6.5]. Legalmente, hemos sido reconciliados con Dios [2 Corintios 5.19] y somos libres para poder crecer a la semejanza de Cristo [Romanos 8.29]. Y en nuestra vida diaria, al continuar con nuestra batalla contra el pecado, permitir que el Espíritu Santo nos regenere día a día, ya que el poder de la resurrección de Cristo está disponible [Efesios 1.19, 20]. No estamos solos, Cristo vive en nosotros, esta es nuestra razón para vivir y nuestra esperanza para el futuro [Colosenses 1.27].

DE MANERA QUE:

1]- Todos los creyentes han sido crucificados con Cristo en la cruz. Han muerto a la Ley como medio de salvación y ahora viven por medio de Cristo para Dios [v 19].

2]- Los que han sido crucificados con Cristo ahora viven con Él en su vida resucitada. Cristo y su fortaleza residen en los creyentes, convirtiéndose en la fuente de toda la vida y el centro de todos sus pensamientos, palabras y acciones [Jn 15:1-6]; [Ef 3:17]. Es por medio del Espíritu Santo que la vida resucitada de Cristo va transformando al creyente de continuo [Jn 16:13-14]; [Ro 8:10-11].

3]- El creyente participa en la muerte y en la resurrección de Cristo mediante la FE, es decir, la confianza, el amor, la devoción y la fidelidad al Hijo de Dios, que amo a la humanidad y se dio a sí mismo por ella.

CONSIDERAOS MUERTOS AL PECADO.

[Romanos 6:11] Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

La proposición fundamental de este pasaje es la unión del creyente con Cristo en su muerte y su vida. El creyente verdadero necesita reconocer que ha muerto al pecado de las siguientes tres maneras:

1]- A la vista de Dios: El Señor considera que ha muerto con Cristo en la cruz y ha resucitado con Él en su resurrección  [vv 5-10].

2]- Al poder de Cristo para resistir al pecado [vv 14-18]: Para morir a Él cada día dándole muerte a los malos hábitos del cuerpo [Ro 8:13] y para llevar una vida nueva en obediencia a Dios [vv 5-14, 18,22]

3]- Al ser bautizado en agua [Jn 3:5]: Por lo cual se proclama muerte y rechazo al pecado, y un compromiso a vivir para Cristo [vv 3-5].

HEMOS SIDO CRUCIFICADOS; NO REINE, PUES, EL PECADO.

[Ro 6:12] No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.  

Ya que el pecado ha sido crucificado, se debe oponer resistencia constante por medio del Espíritu Santo a los esfuerzos de la carne por reinar y reanudar el dominio. Debido a que el pecado intenta reinar principalmente mediante los deseos del cuerpo, o sea, los deseos de la carne; los que tenemos fe en Cristo debemos resistir esos deseos absteniéndonos y negándonos a satisfacer los deseos de la carne y sometiéndola cada día por medio del Espíritu Santo, y no poniendo el cuerpo a disposición del pecado [v 13], y ofreciendo el cuerpo y toda la personalidad como esclavos del Señor y de la justicia [vv 13-19].

Algunos creyentes en los días de Pablo, tenían una idea equivocada, ya que la Gracia perdona el pecado, no es necesario resistir al pecado. La respuesta de Pablo dice que cada creyente debe reafirmar y renovar constantemente su decisión de resistir al pecado y seguir a Cristo [v 19]. Después de aceptar y recibir a Cristo, cada creyente debe tener una determinación a quien va a servir [v 16].

Pueden volverse al pecado, dejar de oponerse a su dominio en su vida personal, y volver a ser esclavos del pecado; y esto da como resultado muerte espiritual [vv 16, 21, 23]; como en el tiempo del fin ocurre con los apóstatas; que alguna vez gustaron de la Gracia y ahora se han vuelto atrás [2Pedro 2:1-22], (se recomienda leer todo este capítulo); y esto refuta con algunos “vientos de doctrina” dentro del cristianismo que sólo presentan una cara de la verdad y no la verdad completa; como la doctrina bíblica afirma y enseña al creyente, por las siguientes razones:

1]- El creyente debe seguir ofreciéndose como siervo de Dios y de la justicia con la santificación, y la vida eterna como resultado [vv 19, 22].

2]- Los [vv 15-23], afirman que los que no se someten al señorío de Cristo y no se oponen al dominio del pecado en la vida personal no tienen derecho a referirse a Cristo como Señor [Lucas 6:46-49] Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?...

[2Co 6:14]; [2Co 7:1]; [Stg 4:4]; [1Jn 2:15-17].

¡Somos crucificados juntamente con Cristo todo el tiempo!

¡Gracia y Paz, de nuestro Señor Jesús!