sábado, noviembre 19, 2011

EL FIN DE LA LEY ES CRISTO


[Romanos 10.4] porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.

Justicia:

¿Qué es la justicia? La mayoría piensa inmediatamente en una persona que trata de guardar una lista de reglas, como una persona que nunca pasa por encima de la línea. Cuando habla de justicia en Romanos, Pablo quiere decir mucho más que esta forma común de entender la palabra. Evoca el concepto del Antiguo Testamento de justicia, el cual habla de una relación digna entre Dios y una persona, o entre Dios y su pueblo.

En el Antiguo Testamento la justicia es fundamentalmente un atributo de Dios [Sal 71.15]; [Sal 119.42]. Él sólo es verdaderamente Justo. Es el único que permanece fiel a sus promesas, a su pacto con Israel, y a su Ley. A su vez, los israelitas como pueblo de Dios tuvieron la responsabilidad de ejemplificar la justicia de Dios en esta tierra. Por último, esto quiere decir que ellos tenían que amar y adorar sólo al Dios viviente. La ley de Moisés podría resumirse en este mandamiento y sus consecuencias: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” [Lv 19.18]; [Mr 12.31]. Trágicamente, los israelitas no cumplieron; y éste era el motivo principal [Éxodo 32:9]: Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ellos se demostraron infieles al pacto, aunque Dios se mostró fiel. Al enviar profetas a su pueblo, el Señor le advirtió una y otra vez de su pecaminosidad. Finalmente a lo largo de la historia tuvo que disciplinarlos con hambre, derrotas militares, y aun con el cautiverio en Babilonia. No obstante, Dios permaneció fiel, y restauró a su pueblo, a la tierra y a Él mismo cuando se arrepintieron y se volvieron a Él.

Tras su retorno de Babilonia, los israelitas confundieron la justicia con la adherencia estricta a la Ley como se registra en el Pentateuco. Por cierto, los líderes judíos religiosos añadieron numerosas enmiendas a la Ley para asegurar que nadie la infringiera inadvertidamente. La obediencia celosa a la Ley se asemejó con la justicia. Sin embargo, el mero acatamiento externo para un conjunto de reglas no agradó a Dios. Lo que Dios quería era arrepentimiento, corazones humildes, que le adoraran verdaderamente. Quería ser el Dios de sus corazones y mentes, y el centro de su devoción; pero el razonamiento y la rebeldía del hombre siempre impide una comunión perfecta con Dios.

En la carta a los Romanos, Pablo claramente establece que nadie ha logrado esta norma; nadie ha amado y adorado completamente al Señor como debiera ser [Ro 3.23]. Todos pecaron. Ninguna buena obra o apariencia externa de piedad puede restaurar una relación digna con el Santo de Israel [Is 64.6]. Por una parte, los gentiles no persiguieron una relación correcta con su Creador, de manera que fueron entregados a todo tipo de males [1.18-31]. Por otra parte, los judíos a través de la obediencia externa a la Ley y a sus tradiciones intentaban justificarse delante de Dios [9.31, 32]. Ambos fracasaron, esos no eran los caminos correctos por parte del hombre. Jesús es el único que puede estar delante de la gloria de Dios; es el único que es verdaderamente justo. Asombrosamente, nos ofreció una salida a nuestra esclavitud del pecado. Al poner nuestra fe y confianza en Él, y podemos ser declarados justos delante de Dios. Podemos tener una justicia que no tiene nada que ver con nuestras obras sino que al contrario, descansa en la vida inmaculada de Jesús y su muerte expiatoria por nuestros pecados. El Señor nos perdona y nos declara justos debido a nuestra identificación por fe con la justicia de su Hijo [4.5]. A través de Jesús, podemos finalmente liberarnos de la culpabilidad del pecado. No solamente podemos acercarnos al único Santo en alabanza y gratitud, sino que podemos hacer la voluntad que agrada a Dios.

[Ro 10:4] porque el “fin” de la ley es Cristo:

Fin: Significa propósito, cumplimiento, motivo, finalidad, objetivo.

Es decir, Cristo cumplió todos los requerimientos de la Ley. Cristo era el objetivo al que debía conducir la Ley. El punto es que Israel era ignorante de la justicia de Dios porque fallaron en comprender con qué propósito se hizo la Ley. La Ley revelaba el pecado y mostraba a los hombres que no podían tener esperanza niguna en guardarla. Cristo vino y la cumplió, luego nos ofreció su “JUSTICIA” a través de la “FE” en Él.

Unidad en el Cuerpo de Cristo

En el tiempo que Pablo escribió su carta a los cristianos en Roma, los gentiles probablemente estaban convirtiéndose en la mayoría de los creyentes a lo largo de la iglesia. Cada vez los judíos tenían menos influencias teológicas, culturales y políticas. Gradualmente (y trágicamente) las actitudes de orgullo y prejuicio con que los judíos menospreciaban a los gentiles estaban nuevamente obsesionándolos, así como también los creyentes gentiles comenzaron a apartarse de sus hermanos judíos.

En [Romanos 9-11], Pablo suplica a sus lectores gentiles que recuerden que Dios no ha olvidado a Israel. Dios hizo promesas a la nación que no puede desechar [11.29]. Además, los gentiles no tenían derecho de ser arrogantes porque ellos no fueron originalmente incluidos entre el pueblo de Dios, sino que fueron admitidos como ramas injertadas a un árbol; o sea en el “buen olivo” [11.17, 18].

Pablo vio la posibilidad de una iglesia dividida, con creyentes judíos y gentiles que iban en caminos separados. Si eso pasara, los gentiles ignorarían a la comunidad judía por completo en vez de mostrar compasión y comunicar el evangelio, de modo que los judíos pudieran ser salvos. Por esto aquí, como en otras partes, Pablo desafía a los creyentes a procurar la unidad en el Cuerpo de Cristo y la caridad entre los hombres del mundo.

Nota:

[Romanos 10:4] El fin de la Ley es Cristo: La Ley llega a su término con Cristo: El sentido más probable es que Cristo pone término al régimen de la Ley  [Ro 7.4-6]; [Gl 3.24]. Algunos traducen: La Ley tiene como finalidad a Cristo.

[Romanos 10:4] Versión lenguaje actual: Dios ya no nos acepta por obedecer la ley; ahora sólo acepta a los que confían en Cristo. Con Cristo, la ley llegó a su cumplimiento.

En lo que respecta a ser aprobados por Dios, para todo el que tiene fe, Cristo fue el cumplimiento del propósito de la ley, y Cristo cumplió toda la Ley. Y la Ley llegó a su fin, con la muerte de Cristo; [Heb 9:15-17]  Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, [Jeremías 31:31] para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.

[Hechos 13:39] y que de todas las cosas de que no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés, por medio de Él, todo aquel que cree es justificado.

[Romanos 3:22] es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción;

[Romanos 7:1] ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley tiene jurisdicción sobre una persona mientras vive?.

Por lo tanto el hombre debía morir primero, por la muerte por el bautismo: [Romanos 6:4]

[Gálatas 3:24] De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe.

[Gálatas 4:5] a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos.

Evidentemente Cristo se presenta como el que vino a cumplir la ley [Mat. 5:17]. Es también cierto que en Gálatas la ley se presenta como el tutor que nos conduce a Cristo [Gál. 3:24].

Debemos fijarnos en que Pablo no dice simplemente que Cristo es el fin de la ley, sino que Cristo es el fin de la ley para justicia. De hecho la ley de Moisés en sus aspectos morales y éticos sigue teniendo validez para el creyente. Con la aparición de Cristo en la historia, el día de una justicia por la ley por medios legalistas se terminó, en otras palabras, llegó a su fin.

Es importante notar la última frase del versículo. Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree. La condición es “FE” en Jesús y este camino es aplicable y requisito indispensable a todos los hombres. ¡Nadie queda excluido!

¡Gracia y Paz, en Cristo Jesús!