Y Samuel respondió al pueblo: No
temáis; vosotros habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no os apartéis
de en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón. No os apartéis en
pos de vanidades que no aprovechan ni libran, porque son vanidades [1Samuel
12:20-21].
Samuel les advirtió a los israelitas
que no siguieran tras dioses inútiles e incapaces; solamente Jehová podía
darles la ayuda que necesitaban en cualquier momento de crisis. La idolatría es
un pecado que se repite a lo largo de la historia del pueblo de Dios. El primer
caso registrado fue en la familia de Jacob (Israel); podemos enfatizar que
antes de llegar a Bet-el, Jacob ordenó que quitaran sus imágenes [Gn 35:1-4].
La primera historia registrada en la Biblia en la que todo Israel participó en
la idolatría fue la adoración del becerro de oro mientras Moisés estaba en el
Monte de Sinaí [Éx 32:1-6]. Durante la época de los jueces, con frecuencia el pueblo
de Dios se volvió a los ídolos. Aunque no hay indicio alguno de idolatría
durante el tiempo de Saúl o de David; los últimos años del rey Salomón pusieron
en marcha una pauta persistente de idolatría en Israel [1R 11:1-8]. En la
historia del reino dividido, todos los reyes del reino del norte de Israel
fueron idólatras, como lo fueron muchos de los reyes del reino del sur de Judá.
Solo después del exilio cesó la adoración idólatra de otros dioses entre los
judíos.
¿QUÉ ES LA VANIDAD?
Orgullo o sentimiento de superioridad
frente a los demás que provoca un trato despectivo y desconsiderado, altanería,
arrogancia. Cosa que solamente sirve para mostrar riqueza, lujo o poder y que
carece de valor moral. Engreimiento cualidad de la persona que tiene orgullo propio
y afán de ser admirado excesivos. Presunción dicho o hecho que demuestra esta
cualidad. Frivolidad cualidad de lo que no tiene contenido, utilidad o
justificación. Cosa que carece de valor moral y solo sirve para ostentar, ya
sea poder, posesión o autoridad sobre algo u alguna persona.
La vanidad es presunción, engreimiento,
envanecimiento, jactancia, fatuidad, vanagloria, soberbia y orgullo. La vanidad
es arrogancia, envanecimiento y deseo de ser admirado por el alto concepto de
los propios méritos.
La vanidad
se define como la creencia excesiva en las habilidades propias o la atracción
causada hacia los demás. Es un tipo de arrogancia, engreimiento, una expresión
exagerada de la soberbia. De acuerdo a la teología cristiana clásica, la
vanidad consiste en depositar la confianza en forma excluyente en las cosas
mundanas, lo que hace que el hombre no necesite de Dios. Es considerado muy a
menudo como el “vicio maestro”.
En algunas
enseñanzas religiosas se la considera como una forma de idolatría, en que la
persona en función de sus deseos y actos mundanos rechaza a Dios en su vida
cotidiana. Las historias de Lucifer y Narciso (de donde se ha sacado el término
"narcisismo") son ejemplos demostrativos de lo que puede llegar a ser
un completo vanidoso. Es considerado uno de los siete pecados capitales.
Friedrich
Nietzsche escribió lo siguiente al respecto: “La vanidad es el temor de parecer
original; denota por lo tanto una falta de orgullo, pero no necesariamente una
falta de originalidad” asimismo, Mason Cooley dijo “la vanidad bien alimentada
es benévola, una vanidad hambrienta es déspota”.
Alrededor
de 375, Evagrio Póntico se unió a un monasterio fuera de Constantinopla y allí
clasificó “los ocho pecados que, según él, atraían al hombre al infierno”. Evagrio
creía que había ocho “tentaciones terribles para el alma”, y la vanidad era una
de las más letales. Evagrio advirtió que la vanidad “corrompía todo lo que
tocaba y la denominó un tumor del alma lleno de pus que al alcanzar la madurez
se descompone en un desagradable desastre”. En 590, el papa Gregorio Magno
reexaminó la lista y redujo los pecados a siete. Anteriormente, Evagrio las
había denominado “tentaciones”, pero el papa cambió el nombre por el de
“pecados” y proclamó que eran mortales. Para el papa Gregorio, la vanidad era
el peor de los siete pecados capitales, el que contiene la semilla de todo el
mal. Él escribió: “La vanidad es el comienzo de todos los pecados”.
Vanidad,
del latín vanitas, es la cualidad de vano (vacío, hueco o falto de realidad, sustancia o solidez). Este adjetivo está vinculado a lo insustancial, la arrogancia, la presunción y el envanecimiento. Tampoco hay que olvidarse que este término que nos
ocupa es utilizado, de igual modo, para hacer referencia a todo ese conjunto de
cosas que existen en nuestro mundo y que tienen una caducidad.
La vanidad
es una manifestación de la soberbia y la arrogancia. La persona vanidosa se
siente superior al prójimo, ya sea desde un punto de vista intelectual o
físico. El vanidoso no duda en destacar su supuesta capacidad cada vez que
puede, menospreciando al resto de la gente.
En este
sentido, la vanidad encubre un sentimiento de inferioridad y el deseo de ser
aceptado por el otro. Al hacer gala de sus virtudes, el vanidoso intenta demostrar
que no es menos que nadie (lo que en realidad siente) y espera el aplauso y la
admiración de quienes le rodean.
Para la
teología cristiana, la vanidad hace que el hombre sienta que no necesita a
Dios. Se trata de una especie de auto-idolatría: El vanidoso rechaza a Dios ya
que se tiene a sí mismo, y en muchos de los casos aunque hable de Dios, siente
que no lo necesita, en otras palabras, el vanidoso se siente autosuficiente. La
vanidad, de hecho, es uno de los pecados capitales (ya que engendra otros pecados).
Concretamente
podemos establecer que siete son los pecados capitales, los vicios que estipula
el cristianismo que deben ser evitados pues son contrarios a la moral de esta
religión: La lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la envidia, la ira y la
mencionada vanidad.
Más
exactamente podemos decir que aquella última, al igual que el resto de los
citados pecados, se asocia a un demonio muy en concreto. En este caso se
relaciona con Lucifer, que es el nombre que recibe el ángel caído. Se trata de
aquel ángel que contaba con una gran belleza y una maravillosa sabiduría pero
que, movido por su soberbia, arrogancia y su vanidad, se vio arrastrado a los infiernos donde se
convirtió así en Satanás.
Una buena
forma de comprender qué es la vanidad se encuentra en el mito de Narciso. La
versión más conocida de esta historia señala que Narciso era un joven enamorado
de sí mismo. Un día, al ver su hermoso rostro reflejado en un lago, se queda
absorto y embelesado, incapaz de apartarse de la imagen. Finalmente Narciso
muere (suicidándose, ahogándose o por no poder separarse de su reflejo, según
la versión) y en el lugar crece una hermosa flor.
La vanidad se
mueve en muchos círculos, también no queda excluida de la política y la
religión, todo es vanidad.
La vanidad es una forma de vanagloria,
y la vanagloria se basa en el orgullo. La vanidad, es el orgullo basado en
cosas vanas. Cosa vana es todo aquello que se tiene por valioso pero que en
realidad desvía de lo que en verdad vale. Lo vano nos apega a una falsa imagen
del hombre, medido por sus riquezas, fama y poder mundano. Lo vano carece de
solidez en relación a la vida eterna.
[2Reyes 17:15] Y desecharon sus estatutos, y el pacto que él había hecho con sus
padres, y los testimonios que él había prescrito a ellos; y siguieron la
vanidad, y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que estaban
alrededor de ellos, de las cuales Jehová les había mandado que no hiciesen a la
manera de ellas.
[Eclesiastés 1:2-3] Vanidad de vanidades, dijo el Predicador;
vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su
trabajo con que se afana debajo del sol?
La vanidad es el tema de Eclesiastés,
es decir, todas las actividades humanas en la tierra no tienen sentido ni
propósito cuando se realizan aparte de la voluntad de Dios, su comunión y su
obra amorosa en la vida de cada ser humano. La humanidad busca siempre estar
bien, no importa el camino, no importan las reglas, no importa el prójimo; todo
es vanidad.
I- EL PODER ATRACTIVO DE LA IDOLATRÍA
¿Porque la idolatría influenciaba
poderosamente a los israelitas? Podemos describir varios factores: Los
israelitas estaban rodeados por naciones paganas que creían que la adoración de
varios dioses era superior a la adoración de un solo Dios. En otras palabras,
cuanto más mejor. El pueblo de Dios recibió la influencia de esas naciones y
constantemente las imitaba en lugar de obedecer el mandamiento de Dios de
conservarse santo y separado de ellas. Los dioses de las demás naciones no
exigían la clase de obediencia que exigía el Señor Dios de Israel. Muchas de
las religiones paganas incluían la inmoralidad sexual con las prostitutas del
templo como parte de sus ceremonias religiosas. Sin duda, esa costumbre atraía
a muchos en Israel. Dios exigía, por otra parte, que su pueblo obedeciera sus
elevadas normas morales como se definen en su ley, a fin de mantener una
relación salvadora con Él. Ellos tenían que resistir firmemente la tendencia
hacia la inmoralidad y otras prácticas pecaminosas toleradas o glorificadas por
las religiones paganas de las naciones.
A causa del carácter demoniaco de los
ídolos, muchas veces la idolatría producía resultados genuinos y demostrables
para los que adoraban ídolos. Los poderes demoniacos detrás de los ídolos eran
capaces, aunque de manera limitada, de impartir beneficios materiales y físicos
temporales. Los dioses de la fertilidad prometían el nacimiento de los hijos;
los dioses del tiempo (sol, luna, lluvia, etc.) prometían las condiciones
apropiadas para las cosechas abundantes; y los dioses guerreros prometían
protección de los enemigos y victoria en la batalla. Tales beneficios
prometidos eran atractivos para los israelitas, y por esta razón muchos estaban
dispuestos a servir a esos ídolos.
II- EL CARÁCTER DE LA IDOLATRÍA
No se pueden entender las cualidades de
la idolatría a menos que se entienda su verdadera esencia.
La Biblia nos enseña y pone en claro
que un ídolo no es nada en sí mismo [Jer 2:11]; [Jer 16:20]. Un ídolo es un
simple pedazo de madera, piedra, o yeso, esculpido por manos humanas, que no
tiene poder propio. Samuel llama a los ídolos vanos e inútiles [1S 12:21], y
Pablo declara explícitamente: “Sabemos que un ídolo nada es en el mundo” [1Co
8:4]; [1Co 10:19-20]. Por esta misma razón los salmistas, [Sal 115:4-8]; [Sal
135:14-18] y los profetas, [1R 18:27]; [Is 44:9-20]; [Is 46:1-7]; [Jer 10:3-5]
con frecuencia se burlaban de los ídolos.
Sin embargo, detrás de todos los ídolos
están los demonios, seres espirituales dominados por el diablo. Moisés [Dt
32:17], y el salmista [Sal 106:36-37] igualan los dioses falsos a los demonios.
En cuanto a comer carne sacrificada a los ídolos, Pablo dice en su carta a los
corintios:”Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a
Dios” [1Co 10:20]. En otras palabras, el poder detrás de la idolatría es el
poder y la actividad de los demonios, y en realidad los demonios tienen gran
poder en este mundo. Los cristianos sabemos, por supuesto, que el poder de
Jesucristo es mayor que el de los demonios, no obstante, Satanás como “el dios
de este siglo” [2Co 4:4] ejerce poder maligno sobre este siglo malo [1Jn 5:19];
[Lc 13:16]; [Gá 1:4]; [Ef 6:12]; [Heb 2:14]. Él tiene poder para producir
señales mentirosas y prodigios falsos [2Ts 2:9]; [Ap 13:2-8,13]; [Ap 16:13-14];
[Ap 19:20] y para concederle a la gente beneficios físicos y materiales, y a
todo esto se le llama vanidad. Muchas veces ese poder contribuye a la
prosperidad de los malvados [Sal 10:2-6]; [Sal 37:16,35]; [Sal 49:6]; [Sal
73:3-12]. De hecho el evangelio de la
prosperidad está lleno de idolatría y vanidad. Idolatría al dinero y a los
líderes de turno; y detrás de todo este escenario se mueve el espíritu de error
que hace que las cosas sucedan.
La relación entre la idolatría y los
demonios se ve con mayor claridad cuando se comprende cómo están ligadas las
costumbres religiosas paganas vinculadas con el espiritismo, la hechicería, la
adivinación, el encantamiento, la brujería, la necromancia y otras actividades
por el estilo [2R 21:6]; [Is 8:19]; [Is 65:4]; [Dt 18:9-11]; [Ap 9:21].
En [Dt 18:9-11] nos relata las
abominaciones de aquellas naciones. Estos versículos contienen una lista de
prácticas de magia y ocultismo, comunes en las religiones de Canaán, quienes
eran una abominación a Dios y estaban prohibidas por Él. Se debía dar muerte a
los del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento que practicaban tales cosas [Lv
20:27]. Asimismo, el Nuevo Testamento afirma que quienes practican tales cosas
no heredaran el reino de Dios [Gá 5:20-21]; [Ap 22:15].
En [Ap 9:21] nos habla de las personas
que no se van arrepentir de las hechicerías. Las hechicerías se reavivarán
mucho en los últimos días antes y durante el periodo de la Gran Tribulación [Ap
18:23]; [Ap 21:8]; [Ap 22:15] [1Ti 4:1]. Las hechicerías se asocian con el
ocultismo que incluye contacto con los muertos, poderes y energías
sobrenaturales (demonios) o fuerzas demoníacas a fin de obtener el poder para
manipular y ejercer influencia en las cosas o en las personas; y el uso de
drogas casi siempre está relacionado con las hechicerías. La vanidad del
corazón de las personas hace que ellas busquen todo esto.
Conforme a lo que dice y enseña la Biblia,
todas esas prácticas ocultistas implican rendir culto y homenaje a los
demonios. Por ejemplo, cuando Saúl le pidió a la adivina de Endor que hiciera
subir a Samuel de entre los muertos, ella vio “dioses que suben de la tierra”,
uno de los cuales vino a representar a Samuel [1S 28:8-14], es decir, ella vio
demonios que salían del abismo o infierno.
El Nuevo Testamento considera la
avaricia como una forma de idolatría [Col 3:5]. La conexión es obvia; por
cuanto los demonios son capaces de dar beneficios materiales, la gente que no
está satisfecha con lo que tiene sino que esta codiciosa de más no vacilará en
dar su lealtad a los principios y deseos de los seres espirituales que puedan
darle lo que quiere. Aunque tales personas no adoren dioses hechos de madera,
piedra o yeso, en realidad adoran a los demonios que están detrás de la
avaricia y la codicia; todo esto es vanidad, por lo tanto, son idólatras. La
declaración de Jesús de que “ninguno puede servir a Dios y a las riquezas [Mt
6:24] es esencialmente la misma que la advertencia de Pablo, de que los
creyentes “no pueden beber la copa del Señor, y la copa de los demonios” [1Co
10:21].
III- ¿CÓMO REACCIONA DIOS ANTE LA
IDOLATRÍA?
Dios no tolerará ninguna forma de
idolatría. Con frecuencia advirtió contra ella en el Antiguo Testamento. En los
primeros dos de los Diez Mandamientos, Él se pronuncia directamente contra la
adoración de cualquier otro dios [Éx 20:3-4]. Dios repitió ese tipo de
instrucción en otros pasajes [Éx 23:13,24]; [Éx 34:14-17]; [Dt 4:23-24]; [Dt
6:14]; [Jos 23:7]; [Jue 6:10]; [2R 17:35,37-38]; vinculada con la orden de no
servir a otros dioses había una orden de destruir todos los ídolos y quebrar
las imágenes de las naciones paganas en la tierra de Canaán [Éx 23:24]; [Éx
34:13]; [Dt 7:4-5]; [Dt 12:2-3].
La historia de los israelitas fue con
demasiada frecuencia en la adoración de ídolos, Dios se airó con ellos porque
no destruyeron todos los ídolos en la
tierra prometida y porque adoptaron la adoración de falsos dioses en su lugar.
El Señor los castigó al permitir que los dominaran sus enemigos. El libro de
Jueces presenta un ciclo reiterativo, los israelitas comenzaron a servir a los
dioses falsos de las naciones que dejaron de expulsar; Dios permitió que los
dominaran sus enemigos; el pueblo de Dios clamó al Señor; y Él oyó y envió a un
juez que los librara. La idolatría del reino del norte siguió sin impedimento
por casi dos siglos. Por último, se agotó la paciencia de Dios, y Él permitió
que los asirios destruyeran la capital de Israel y dispersarán a las diez
tribus [2R 17:6-18].
El reino del sur de Judá sí tuvo varios
reyes temerosos de Dios, tales como Ezequías y Josías, pero por causa de los
reyes malvados como Manasés, la idolatría se arraigó en la nación de Judá [2R
21:1-9]. Como resultado Dios dijo por medio de los profetas que permitiría que
Jerusalén fuera destruida [2R 21:10-16]. A pesar de esas advertencias, continuó
la idolatría [Is 1:29]; [Is 48:4-5]; [Jer 2:4-30]; [Jer 16:18-21]; [Ez 8],
hasta que por último Dios cumplió su profecía por medio del rey Nabucodonosor
de Babilonia, que capturó Jerusalén, quemó el templo y saqueó la ciudad [2R
25]. No había cosa peor para Dios que la
gente fuera tras las vanidades del corazón; vanidades que se convertirían al
cabo del tiempo, en idolatría.
El nuevo Testamento advierte a todos
los creyentes contra la idolatría. Hoy la idolatría se manifiesta en variadas y
diversas formas; pueden aparecer explícitamente en las falsas religiones, o
falso cristianismo; adorar a líderes
religiosos; así como también en la hechicería, el satanismo, santería y otras
formas de ocultismo. Se encuentra dondequiera que los hombres y mujeres se
entregan a la avaricia y al materialismo, antes que confiar en Dios; tal es el
caso del evangelio del materialismo y la prosperidad, donde el corazón de la
mayoría de sus líderes están llenos de vanidad, arrogancia, soberbia y
despotismo, y de ahí para abajo, donde las personas aprenden de sus líderes.
Todo es vanidad. Lamentablemente las personas creen que pueden servir a Dios y
experimentar su salvación y sus bendiciones, y al mismo tiempo participar en
las costumbres inmorales e impías del mundo.
El Nuevo Testamento advierte que no se
debe ser codicioso, avaro o inmoral [Col 3:5]; [Mt 6:19-24]; [Ro 7:7]; [Heb 13:5-6],
sino más bien hay que huir de toda forma de idolatría [1Co 10:14]; [1Jn 5:21].
Dios respalda sus advertencias con la afirmación de que quienes participen en
cualquier forma de idolatría no heredarán su reino [1Co 6:9-10]; [Gá 5:20-21];
[Ap 22:15].
Hoy en día abundan iglesias del último
tiempo, que exageradamente predican el amor al dinero, amor a los bienes
materiales; predican un evangelio diferente, anatema e idólatra; el fundamento
de ellos es la prosperidad económica y se mueren por el dinero y los bienes
materiales; hacen pactos por dinero y hasta sus líderes bailan y danzan sobre
el dinero; otros se jactan de sus grandes templos, etc., etc.; todo esto es
porque la vanidad y la idolatría del hombre ha llegado a niveles que
sobrepasan. Lamentablemente la iglesia en general está contaminada con estas
falsas doctrinas de amor al dinero y a los bienes materiales por ser el hombre
vanidoso e idólatra.
El punto de vista que prevalecía entre
los judíos del Nuevo Testamento era que ser rico y tener bienes materiales
indicaba el favor especial de Dios y que ser pobre era señal de falta de fe y
desaprobación de Dios [Pro 10:15]; y esto es lo que se predica hoy en día. Pudiera
parecer al que observa superficialmente que los ricos están seguros [Pro 11:4],
pero ante los ojos de Dios, “los tesoros de maldad no serán de provecho”.
[Salmos 94:11]: Jehová conoce los
pensamientos de los hombres, que son VANIDAD.
[Ezequiel 13:9]: Estará mi mano contra
los profetas que ven VANIDAD y adivinan mentira; no estarán en la congregación
de mi pueblo, ni serán inscritos en el libro de la casa de Israel, ni a la
tierra de Israel volverán; y sabréis que yo soy Jehová el Señor.
[Tito 1:10]: Porque hay aún muchos
contumaces, habladores de VANIDADES y engañadores, mayormente los de la
circuncisión.
Por la vanidad y la maldad del hombre
el amor de muchos se ha enfriado; a medida que pasen los días, vendrán y se
verán tiempos peligrosos; se verá el éxtasis religioso, cosas extrañas y
narices inflamadas y enrojecidas detrás de los altares de demonios; pronto
saldrá a luz la iniquidad oculta de los púlpitos, y aunque quieran, no podrán
encubrirlo, todo por amor al dinero. Vanidad de vanidades, todo saldrá a luz.
¡Vanidad de vanidades, dijo el
Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad! [Eclesiastés 1:2].
¡Gracia y Paz, de Cristo, el Señor!