vosotros
también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio
santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de
Jesucristo [1Pedro 2:5]
En el Antiguo Testamento el sacerdocio
estaba restringido a una minoría selecta. Su actividad distintiva era ofrecer
sacrificios a Dios a favor de su pueblo y comunicarse directamente con Dios
Las responsabilidades sacerdotales en
todas las sociedades son básicamente dos: La ejecución de los ritos religiosos
y la comunicación con la deidad. El sacerdote cuida del santuario y comunica
las decisiones divinas. Representa al pueblo delante de Dios y a Dios delante
del pueblo.
Los estudiosos del Antiguo Testamento
reconocen ahora que el sistema ritual de la religión de Israel comparte con los
pueblos vecinos varias prácticas que antes se consideraban exclusivamente
hebreas. Hay semejanzas notables con otros pueblos en la forma exterior de los
ritos, pero esto no solamente no destruye el aspecto singular de la fe hebrea,
sino que tampoco disminuye la importancia de esta fe como vehículo de la
revelación divina. El sacerdocio en sus inicios respondió a las necesidades más
profundas del corazón del hombre y, posteriormente, en la misión de la iglesia,
proveyó un punto de contacto con las religiones no bíblicas.
I-
EL DESARROLLO DEL SACERDOCIO EN ISRAEL
A]- En el período patriarcal
Aunque el sacerdocio es el más antiguo
de los oficios sagrados de Israel, el conocimiento de su historia es limitado.
En cuanto al aspecto ritual, el jefe del clan era el llamado a construir un
altar, levantar un pilar o plantar un árbol para señalar el lugar de una
manifestación sagrada, como también a efectuar el oficio del Sacrificio [Gn 8.20]; [1 R 18.31, 33]. Sin
embargo, aun en tiempos patriarcales no se desconocía la necesidad de utilizar a una persona especialmente dotada para
consultar a Dios.
El cuadro bíblico de la vida religiosa
de Israel durante este período no revela un sistema muy desarrollado. Los
altares, numerosos pero sencillos, reflejaban las exigencias de la vida nómada.
B]- En el período pospatriarcal
Desde Moisés el sacerdocio experimentó
gran desarrollo. Ya no era solo el jefe patriarcal quien desempeñaba el papel
sacerdotal, sino ciertas personas encargadas expresamente de un oficio
hereditario, como la familia levita de Aarón [Éx 28], y en vez de ofrecer
sacrificios sobre varios altares se disponía de un Santuario ambulante que por su santidad exigía un cuidado especial.
La jerarquía levítica abarcaba al Sumo sacerdote (Aarón, Eleazar, etc.), distinguido por un ungimiento especial y
vestimenta singular, a los sacerdotes encargados del culto y a los Levitas encargados de los deberes del culto
comunes. Aunque al principio el sacerdocio no se limitaba a la tribu de Leví,
el relato de Micaía [Jue 17] sugiere que el sacerdocio levítico era preferido.
Es posible que otras personas no levíticas se incorporaran al sacerdocio
levítico [Dt 33.8, 9].
Las relaciones entre Dios y su pueblo
dependían en gran parte del oficio sacerdotal. Era el sacerdote quien
comunicaba la palabra de Dios y aseguraba la precisión ritual en los actos de
adoración. Solo el sacerdote podía manipular el Urim y Tumin [Dt 33.8]; [1 S 28.6], y dar
dirección en momentos de crisis, sobre todo con
relación a la guerra santa.
Como guardador de las revelaciones
pasadas y las experiencias del pueblo, el sacerdote era capaz de enseñar al
pueblo la ley, distinguir entre lo limpio y lo inmundo, pronunciar con
precisión las fórmulas de bendición y maldición, y hacer las decisiones finales
con respecto a ciertas enfermedades y problemas físicos [Lv 11–15].
Las responsabilidades sacerdotales
aumentaron cuando menguó la participación del laico en las ceremonias [Lv 1–6].
El sacerdote esparcía la sangre, quemaba el sacrificio y participaba en la
comida sagrada.
El mantenimiento de los sacerdotes
dependía de las ofrendas del pueblo, como la de las primicias del campo y los
rebaños [Éx 13.12, 13]; [Nm 18.12–19], de cierta parte de los sacrificios, del
pan de la proposición, y de una porción de los diezmos [Nm 18.26–28].
A pesar de la importancia del
sacerdocio en Israel, durante el culto el sacerdote tenía ciertos límites
desconocidos por otros pueblos. La prohibición de las imágenes no permitía la
manipulación humana de la deidad, pues, según el concepto arcaico, una
representación compartía la esencia de la realidad cósmica o terrenal que
representara. Moisés, en oposición a los cultos de la fertilidad, tampoco
permitió la construcción de altares hechos de piedras labradas [Éx 20.24, 25].
C]- En el período monárquico
Al terminar el período de los jueces,
en Israel había dos familias sacerdotales de origen levita: la de Dan [Jue
18.1–4]; [1Cr 23.14, 15] y la de Silo, más tarde de Nob [1S 1–4]; [1 S 21.1–9].
Saúl, en un momento de locura, mandó matar a todos los sacerdotes de Nob.
Abiatar escapó y se refugió con los proscritos de David en el desierto. Al
establecerse en Jerusalén la capital del reino, Abiatar compartió con Sadoc el
sumo sacerdocio de Israel.
Con la división del reino, Jeroboam, “hizo
sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví” [1 R 12.31].
Había, sin embargo, muchos levitas en el reino del norte y la mayoría de los
sacerdotes debían haber sido de ellos. Desde la conquista, los levitas habían
habitado ciertas ciudades esparcidas por todo el territorio de las tribus
hebreas [Jos 21].
Algunos de los reyes ejercían (o por lo
menos auspiciaban) funciones sacerdotales, aunque Saúl fue rechazado por haberlo
hecho [1S 13.8–13]; [2 S 6.12–19]; [1 R
8.22]. Acaz ofreció sacrificios sobre el altar pagano que mandó construir en
Jerusalén como gesto de sumisión al rey de Asiria [2 R 16.12]. El rey Uzías, no
obstante, se volvió leproso por haber tratado de ejecutar funciones
sacerdotales [2 Cr 26.16–20].
Bajo el rey Josías el
sacerdocio rural de la familia de Abiatar, desterrada en el tiempo de Salomón [1 R 2.26], sufrió una crisis
debida a la reforma (Deuteronomio). Ya
no les era permitido sacrificar fuera de Jerusalén y, por la limitación
impuesta por los sacerdotes de la familia de Sadoc, perdieron su fuente de
ingresos [2 R 23.4]; [1R 2.26]. La clausura de los santuarios locales (los
lugares altos), en un esfuerzo por erradicar el sincretismo religioso,
probablemente provocó e impulsó el desarrollo de la Sinagoga.
D]- Durante el cautiverio
A pesar de la destrucción del templo en
(586 a.C). Y el destierro de las personas más hábiles, el culto sacerdotal
continuó en el sitio del santuario destruido, aunque no sin el peligro del
sincretismo [Jer 41.4]. Con el surgimiento de la sinagoga, y sin rechazar el
sacerdocio, el judaísmo desarrolló una expresión religiosa capaz de sobrevivir
el destierro y la destrucción del templo.
E]- En la restauración
Una vez que Ciro les permitió volver a
Palestina, los judíos que regresaron a Jerusalén establecieron el culto
tradicional. Como no había rey en Jerusalén, los sacerdotes asumieron funciones
políticas, especialmente después del fracaso relacionado con la coronación de
Zorobabel [Hag 2.23]; [Zac 6.9].
Los profetas atribuían la destrucción
de Jerusalén y el sufrimiento de Israel a la rebelión contra la Ley de Jehová.
En parte por esta interpretación, la Ley
llegó a ser céntrica para el
judaísmo. Los judíos dispersos, que rara vez
llegarían al templo ya reedificado, podían estudiar la ley. Surge una nueva
clase de maestros, los Escribas o
doctores de la ley, que no eran sacerdotes. El sacerdote se limitaba cada vez más a las tareas ceremoniales y se convertía en un funcionario
eclesiástico con poder político.
II- EL SACERDOCIO EN EL NUEVO
TESTAMENTO
Para comprender la teología
neotestamentaria del sacerdocio es necesario entender antes la relación del
sacerdote hebreo con el Pacto. Como
pueblo de Dios, Israel era idealmente un reino de sacerdotes [Éx 19.5, 6]. Para
guardar el pacto, la conservación de la santidad era fundamental. El sacerdote
velaba por la santidad de la nación. Representaba vicariamente a la nación
delante de Dios, pues ella por sí misma era incapaz de ser santa. Los levitas,
por ejemplo, se aceptaban como substitutos por los primogénitos pertenecientes
a Jehová [Nm 3.12, 13]. Los hijos de Aarón representaban a la nación delante
del altar y el sumo sacerdote llevaba los nombres de las doce tribus cuando
entraba en el santuario para hacer expiación en el Lugar Santísimo [Éx 28.29].
En el Nuevo Testamento, Cristo se
presenta como el cumplimiento del sistema sacerdotal del Antiguo Testamento y
el mediador del nuevo pacto [Jer 31.31]; [Mt 26.28]. Efectúa un sacrificio
eternamente eficaz [Heb 9.11–28] que permite al creyente tener acceso directo a
Dios [Heb 10.19–25].
Los cristianos primitivos se opusieron,
como los judíos, al sacerdocio de otras religiones. La oposición al sacerdocio
judío provocó la persecución de Jesús y sus discípulos por parte de los
saduceos, el partido sacerdotal. Jesús, sin embargo, nunca repudió la
institución sacerdotal. Envió a los sanados al sacerdote para el cumplimiento de
los ritos de la purificación [Mc 1.44]; [Lc 17.14]; claro esta que Jesús nació
bajo la Ley y nunca la abrogó, sino que la cumplió. Algunos sacerdotes hebreos
se convirtieron y fueron agregados a la iglesia primitiva [Hch 6.7].
En la teología cristiana, Cristo es el
cumplimiento del sistema sacerdotal por haber dado su vida “en rescate por
muchos” [Mc 10.45]. Su obra sacerdotal se subraya en todas partes del Nuevo
Testamento [Mt 26.26–28]; [Jn 1.29]; [2Co 3.18]; [Gl 3.20]; [1Jn 1.7]; [Ap 1.5];
etc.
A]- El sacerdocio universal de los creyentes
La doctrina del sacerdocio de los
creyentes comprende la verdadera meta del sacerdocio bíblico, es decir, la
responsabilidad de cada uno para con los demás. El creyente se identifica con Cristo
y con el pecador, siendo “un intermediario para el prójimo”, en otras palabras,
un sacerdote para los que buscan de Dios.
Ya no es una sola persona o una clase
los llamados a mantener la santidad representativa delante de Dios por el
pueblo pecador no santificado. El Nuevo Testamento exige que cada creyente sea
santo y, a la vez, responsable de su hermano creyente, o los no creyentes. La
iglesia como el cuerpo de Cristo comparte el sacerdocio de Jesucristo [1P 2.5,
9]; [Ap 1.6]; [Ap 5.10]; [AP 20.8] y es responsable delante de Dios por el
mundo. [Heb 13.15, 16] y especialmente [Ro 12.1] especifican algunos sacrificios
espirituales del sacerdote del Nuevo Testamento.
Cabe notar que el Nuevo Testamento
jamás usa el título de sacerdote para el ministro de la iglesia. Esta
costumbre, aunque empezó temprano en la historia de la iglesia (1 Clemente, La
didajé, etc.), carece de base puesto que todo creyente es sacerdote espiritual
delante de Dios.
B]- La Iglesia: El Cuerpo de Cristo y
nación santa [1Pedro 2:9] Mas vosotros
sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable.
El pueblo de Israel tenía un
sacerdocio, pero la Iglesia de Cristo es un sacerdocio. Antes de la proclamación
de la Ley, el que era cabeza de la familia ejercía también las funciones de
sacerdote para los suyos [Gn 8:20]; [Gn 26:25]; [Gn 31:54]. Cuando la Ley fue
propuesta, la promesa divina para la perfecta obediencia a dicha ley fue que
Israel seria para Dios “un reino de sacerdotes” [Ex 19:6]; pero Israel violo la
Ley, y Dios limito el oficio sacerdotal a la familia de Aarón, y designo a la
tribu de Leví para que asistiera a los sacerdotes Aarónicos e instituyo de esta
manera un sacerdocio que es típico del sacerdocio que ejerce el cristiano [Ex
28:1].
En la dispensación de la Gracia, todos
los creyentes son incondicionalmente constituidos “reyes y sacerdotes” [1pedro
2:9]; [Ap 1:6], una distinción que Israel no logró obtener por medio de obras.
El sacerdocio del creyente es, por lo tanto, un derecho de nacimiento, desde que
entra en las aguas del bautismo y comienza su vida espiritual; así como cada
descendiente de Aarón nacía para ser un sacerdote [Heb 5:1].
El principal privilegio de un sacerdote
es tener acceso directo a Dios. Bajo la Ley sólo el Sumo Sacerdote podía entrar
en el “lugar santísimo”, y esto una sola vez al año [Heb 9:7]. Cuando Cristo murió,
el velo del templo, que es tipo de Cristo, se rasgó de arriba abajo, de modo
que ahora los sacerdotes neotestamentarios, que son todos los creyentes, tienen
acceso a Dios en el Lugar Santísimo, al igual con Cristo, el Sumo Sacerdote
[Heb 10:19-22].
El creyente como sacerdote de Dios, en
el ejercicio de su función; debe ofrecer un amplio sacrificio:
- Su propio cuerpo: [Ro 12;1]; [Fil
2:17]; [2Ti 4:6]; [1Jn 3:16]; [Stg 1:27].
- Alabanza a Dios: “el fruto de labios
que confiesan su nombre”, que ha de presentarse delante de Él “de continuo”
[Heb 13:15]; [Ex 25:22].
- Sus bienes: [Heb 13:16]; [Ro 12:13];
[Gá 6:6,10]; [3Jn 5-8]; [Heb 13:2,16]; [Gá 6:10]; [Tit 3:14].
- Su servicio: Siempre “hacer el bien”
[Heb 13:16].
-Su intercesión: [Col 4:12]; [1Ti 2:1].
CONCLUSIÓN:
[1Pedro 2:9]: Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,
pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os
llamó de las tinieblas a su luz admirable.
El sacerdocio de los creyentes es que
somos elegidos para un propósito. Este propósito es para ofrecer sacrificios
espirituales [Hebreos 13:15-16], y para anunciar las virtudes de Aquel que nos
llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Por lo cual, tanto por la vida [1Pedro
2:5]; [Tito 2:11-14]; [Efesios 2:10] como por la palabra [1Pedro 2:9]; [1Pedro
3:15], nuestro propósito es servir a Dios. Así como el cuerpo de creyentes es
el templo del Espíritu Santo [1Co 6:19-20], así Dios nos ha llamado a servirle
de todo corazón, por medio de la ofrenda de nuestras vidas como sacrificios
vivos [Romanos 12:1-2]. Un día estaremos sirviendo a Dios en la eternidad
[Apocalipsis 22:3-4], pero no en cualquier templo, “... porque el Señor Dios
Todopoderoso es el templo de ellos...” [Apocalipsis 21:22]. Así como el sacerdocio
del Antiguo Testamento debía estar libre de contaminación, como se simbolizaba
al ser ceremonialmente limpiado, así Cristo nos ha hecho santos posicionalmente
ante el Padre. Él nos llama a vivir vidas santas, sin contaminación; apartadas
del espíritu mundano, para que también podamos ser un “sacerdocio santo” [1Pedro
2:5].
Los creyentes somos llamados “reyes y
sacerdotes” y un “real sacerdocio” como un reflejo de su posición privilegiada
como herederos del reino del Dios Todopoderosos y el Cordero. Por este
privilegio de cercanía con Dios, ningún otro mediador terrenal es necesario. Somos
llamados sacerdotes, porque la salvación no es solo un “seguro contra
incendios” para escapar del infierno. Más bien, los creyentes somos llamados
por Dios para servirle a Él por medio de la ofrenda de sacrificios
espirituales, siendo personas celosas de buenas obras.
No estamos hablando de ministros, o algún
cargo eclesial, no estamos hablando de hacer una carrera teológica, o un
seminario para que se pueda tener un pedazo de papel colgado en la pared, y no
estamos hablando de ser un súper apóstol o un súper ungido para servir a Dios y
entrar en el Lugar Santísimo; la Palabra de Dios declara que todo creyente en
Cristo es “real sacerdocio”, quiere decir que el creyente en Cristo es un “sacerdote”
e intercesor por aquellos que todavía están en tinieblas. Dios el Padre nos ha
dado un oficio, el de “sacerdotes” para ministrar a un mundo que se está
perdiendo en las tinieblas. Este es un oficio que nos pertenece de igual manera
a todos los creyentes y a todos los que por fe han creído en Jesucristo como
Salvador y Señor, y no es necesario tener un púlpito o ministrar en el templo;
somos sacerdotes en el lugar de trabajo, en la escuela, en la oficina, en la fábrica,
o donde quiera que nos encontremos; Dios dice que somos sacerdotes, y así es.
Como sacerdotes del Dios viviente,
todos debemos alabar a Aquel que nos ha dado el gran regalo de sacrificar a Su
Hijo por nosotros, y como respuesta, el compartir esta maravillosa gracia con
otros. “Nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, y reinaremos por los siglos de
los siglos.”
¡Gracia y Paz del Señor!