jueves, octubre 06, 2011

LA EXPIACION: La sangre del Cordero de Dios


[Isaías 53:4-6]  Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.

Isaías 53 es un capítulo donde se hace referencia al cordero de Dios, porque contiene una semblanza impresionante en relación con los sufrimientos que el Señor Jesucristo sufrió cuando estuvo en la tierra. Los capítulos que narran los sufrimientos de Jesús, el Mesías de Israel en el Nuevo Testamento, son un fiel reflejo del pensamiento profético de Isaías.

¿Qué es la expiación?

La expiación es el acto por el que se quita el pecado o la contaminación mediante un sacrificio o pago establecido por Dios. Algunos sugieren la palabra aramea que equivale a «borrar», pero es más probable que venga de una raíz que significa «cubrir». El concepto básico parece ser el de eliminar el obstáculo que impide la bendición de Dios. Básicamente la expiación se hace por el PECADO que contamina tanto al hombre como a las cosas, y del cual la impureza ceremonial es solo una ilustración. El medio de expiación variaba, podía muy bien ser una ofrenda en efectivo [Nm 31.50]. Pero principalmente la expiación se hacía mediante la muerte de una víctima, y por la sangre como símbolo de su vida derramada [Lv 17.11]. A veces el culpable mismo debía morir [Nm 35.33], pero en la mayoría de los casos se ofrecía un animal como sustituto. La expiación presenta el pecado como algo que contamina al hombre y que interrumpe su relación con Dios. Indica que es Dios mismo el que brinda el medio para restablecer la relación rota por el pecado ya que el hombre no puede hacerlo. Demuestra la justicia de Dios, porque Él demanda un castigo por el pecado. También su amor, porque Él provee un sustituto para el pecador. Por último, demuestra los beneficios para aquel que acepta la provisión expiatoria de Dios. Hay limpieza de la contaminación, perdón de la culpa y liberación del castigo merecido.

Hay una necesidad de expiación:

1]- En el libro de [Levítico 16:30] dice: Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. La necesidad de la expiación se originaba en el hecho de que el pecado de Israel, sino se expiaba, los sujetaría a la ira de Dios. Así que el propósito del día de la expiación era proveer de un amplio sacrificio por todos los pecados que pudieran no haberse expiado en los sacrificios ofrecidos durante todo el año anterior. Con eso el pueblo sería limpio de sus pecados del pasado año, apartaría la ira de Dios hacia ellos y mantendría la comunión de Dios con ellos.

2]- Por cuanto Dios deseaba salvar a Israel, perdonar sus pecados y reconciliarlo consigo mismo, proveyó una vía de salvación al aceptar en su lugar la muerte de una vida inocente; en este caso de un animal que era sacrificado. Este animal llevaba la culpa y el castigo de ellos y cubría sus pecados mediante su sangre derramada.

En el Antiguo Testamento Precisamente en [Levítico 16] describe el día de la expiación, el día santo más importante del año judío. En ese día el sumo sacerdote, vestido de vestiduras sagradas, primero se preparaba con purificaciones especiales. Luego, él tenía que ofrecer un becerro por sus propios pecados y su casa; de esta manera quedaba limpio, y sus pecados eran borrados, y así poder expiar los pecados del pueblo. Después de todo esto, tenía que hacer la expiación por los pecados del pueblo tomando dos machos cabríos y echaba suertes: Uno se convertía en el sacrificio, el otro sería el chivo expiatorio. Mataba el primer macho cabrío, tomaba su sangre, entraba en el santuario detrás del velo y esparcía la sangre sobre el propiciatorio, poniendo así la sangre entre Dios y las tablas de la ley que estaban bajo el propiciatorio; de esa manera se hacía expiación por los pecados de toda la nación. Como un paso final tomaba el macho cabrío vivo, ponía las manos sobre su cabeza, confesaba sobre ella todas las iniquidades y rebeliones de los israelitas, y lo enviaba al desierto, simbolizando que sus pecados eran llevados fuera del campamento para desaparecer y morir en el desierto.

1]- El día de la expiación debía ser una reunión solemne, un día en el cual el pueblo ayunaba y se humillaba delante del Señor; esa reacción recalcaba la gravedad del pecado y el hecho de que la obra expiatoria de Dios era eficaz solo para los que tenían un corazón contrito y una fe que perseverare.

2]- El día de la expiación se consumaba por todos los pecados y transgresiones no expiados durante el año anterior y tenía que repetirse cada año de la misma manera.

Dios se canso de los sacrificios

[Isaías 1:11-14] 11¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.

12¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? 13No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo,* el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. 14Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas.

Isaías condena al pueblo por participar en injusticias y obras inicuas, mientras el pueblo continúa llevando ofrendas y sacrificios a Dios y orando y adorándolo. La adoración y la alabanza se convierten en una abominación para Dios si el corazón no está sinceramente dedicado a Él y a sus caminos santos. [Is. 66:3]; [Jer. 7:21-26]; [Os.6:6]; [Am. 5:21-24]; [Mi. 6:6-8].

En realidad, el sacrificio de expiación en este día tan especial no cubre todos los pecados de una vez por todas, porque tuvo que ser repetido anualmente. Fue un "tipo" junto con todos los demás sacrificios Judíos de la expiación, que Dios un día quería proveer el sacrificio perfecto el Cordero de Dios, Jesucristo. Nuestro gran sumo sacerdote, Jesús Cristo, ofrecido a sí mismo en el derramamiento de su propia sangre en el Calvario para expiar los pecados del mundo, una sola vez y para siempre. [Hebreos 9:11, 12]; [Ro. 3:25]; [Ro.5:9-10]; [1Cor. 5:7]; [2Cor. 5:18-21]; [Gál. 3:13-14]; [1Pe. 1:18-19]; [1Jn. 2:2]; 1Jn.4:10]; [Apoc. 5:9].

La muerte de Jesucristo es el cumplimiento de todo lo que fue representado en el sistema expiatorio del Antiguo Testamento. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo [2Cor. 5:19].

El sacrificio de Jesucristo garantiza nuestra "eterna redención." Lo que el  imperfecto sacrificio de los animales no puede hacer, Jesucristo lo hizo de una vez por todas para todos los que en Él creen.

Cristo nos representó en Su muerte. Él es nuestro sustituto. "Uno murió por todos" [2 Cor. 5:14]. Nuestro abogado ante el Padre en defensa de nuestro caso, con Su sangre [1Jn. 2:2]. Dios gentilmente proveyó el sacrificio perfecto por nuestros pecados. Fue un acto de gracia de Dios para el hombre pecador. La muerte de Jesucristo es lo que ofrece expiación por el pecador. Nosotros podemos venir ante la presencia de Dios solamente por la sangre [Mat. 26:28]; [Lc. 22:20]; [Col. 1:20]. La expiación de Jesucristo es de una vez por todas, nunca se repite.

En el Antiguo Testamento la idea de la sustitución es frecuente en la expresión "por nosotros", "por mí". Jesús "se dio a sí mismo en rescate por todos" [1Tim. 2:6], [2Cor. 5:21]; [Mr. 10:45]. Se convirtió en una "maldición por nosotros" [Gálatas 3:13]. El derramamiento de sangre fue central para hacer expiación por el pecado. Una muerte ocurrió. Alguien murió por el castigo del pecado [Hebreos 9:22]; [Rom. 5:8]; [Jn. 1:29, 36]; [1Pe. 1:18-19].

Una de las expresiones más claras de la idea de la sustitución es la involuntaria profecía del sumo sacerdote Caifás en el juicio de Jesús en las primeras horas de la mañana del día en que Jesús murió. "ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" [Juan 11:50].

Es fundamental que cada individuo se apropie de la expiación de Jesucristo por la fe. Nadie más lo puede hacer por usted. Usted debe poner su fe en Cristo como su sustituto, a fin de ser salvo del pecado y de pasar la eternidad con Dios en el cielo.

Estos pasajes nos explican cómo fue realizado el plan:

1]. [Rom. 5:6-8].

2]. [2Cor. 5:21].

3]. [IPedro 2:24]  [1Pedro 3:18].

La Expiación y el Nuevo Testamento

El sacrificio del Antiguo Testamento es un cuadro, una sombra, y una copia terrenal de realidades concretas, así como lo son los sacramentos del Nuevo Testamento. Cristo es el Sumo Sacerdote arquetípico [Heb. 7:26-27] y por tanto, hace expiación por su pueblo.

“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” [Heb. 9:24].

La sangre de animales nunca podía ser un sustituto real por el pecado: “porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” [Heb. 10:4]. Pero sí proveía un cuadro y una promesa del Mesías venidero. Por tanto, es crucial entender que en su muerte Cristo cumplió todo lo que los sacrificios prefiguraban [Mat. 26:28]. “el cual fue entregado por nuestras transgresiones” [Rom. 4:25]. Su sangre fue derramada “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” [Efe. 1:17]; [Col. 1:14]. Él hizo “purificación por los pecados” [Heb. 1:3]. “Y él es la propiciación (sacrificio que desvía la ira de Dios) por nuestros pecados” [1Jn. 2:2]. Su sangre es “la sangre del nuevo pacto” [1Cor. 11:25]. Cristo “se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a

Dios en olor fragante” [Efe. 5:2]. “Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” [1Cor. 5:7]. Fuimos redimidos no con cosas corruptibles tales como plata y oro “sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” [1Ped. 1:19]. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” [Juan 1:29].

La muerte de Cristo fue representativa para nosotros: “si uno murió por todos, luego todos murieron” [2Cor. 5:14]. La muerte de Cristo fue un pago de rescate, un precio pagado para comprar a un esclavo y ponerlo en libertad: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” [Mar. 10:45]. Dios “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” [2Cor. 5:21]. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” [Isa. 53:5-6].

La muerte de Cristo revela el amor de Dios por los hombres: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” [Jn. 3:16].

El día de la expiación está repleto de simbolismo que señala la obra del Señor y Salvador Jesucristo. En el Nuevo Testamento, el autor de la epístola a los Hebreos subraya el cumplimiento en el Nuevo Pacto de la tipología del ceremonial del día de la expiación; por ejemplo dice, en [Hebreos 9:6-7] lo siguiente: Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo.

El hecho de que los ceremoniales expiatorios del Antiguo Testamento tenían que repetirse anualmente indica que había algo temporal en cuanto a ellos. Señalaban por anticipado el tiempo en que Cristo vendría a quitar de manera permanente todo pecado confesado.

La muerte de Cristo fue el misterio de los siglos ¿Por qué? En [Juan 3:16] dice: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Esa es la razón por la cual Dios entregó a su Hijo a morir en la cruz; por amor a la humanidad. Era necesario el derramamiento de la sangre de Cristo para cubrir el pecado del ser humano y restablecer una nueva relación con Dios.

La muerte de Cristo fue: Un Misterio de humillación.

1. La humillación más profunda era hacerse hombre. [Fil. 2:7].

2. Dejó su gloria, para venir al mundo [Fil. 2:6].

3. Se hizo pobre, siendo rico [2Cor. 8:9].

4. Siendo rey, se hizo siervo [Fil. 2:7].

La muerte de Cristo fue: Un Misterio de dolor [53:2, 5].

1. Su rostro desfigurado [53:2].

2. Su cuerpo maltratado y herido [53:5].

3. Su corazón traspasado.

La muerte de Cristo fue: Un Misterio de tristeza [53:3].

1. Se llenó de tristeza por el comportamiento humano [53:5].

2. Fue menospreciado [53:3].

3. Se llenó de tristeza por el abandono de sus amigos [Mat. 26:38].

4. Fue avergonzado públicamente [53:9].

Lo Provisorio de los Sacrificios

En el hecho del sacrificio, la purificación se le concede al hombre porque la culpa del hombre es imputada al animal sacrificado. En otras palabras, sacrificar es realizar una sustitución, una satisfacción vicaria. La sangre sirve para la expiación por ser portadora de la vida [Lv 17.11], pues es la vida de la víctima la que es ofrecida para conservar la vida del alma humana delante de Dios. Sin embargo, la sangre de la víctima es capaz de expiar no por su naturaleza, sino porque Dios en su misericordia lo establece así. La sangre y la vida del animal no son sustituto perfecto y completo para la vida humana. La total sustitución, satisfacción, propiciación y purificación se obtienen solo por la sangre de Cristo [Heb 9.12]; [1 Jn 1.7]; [Ap 1.5].

El Nuevo Testamento señala más detalladamente lo provisorio e imperfecto de la institución del Antiguo Testamento. Cada año debía presentarse un nuevo sacrificio en el día del perdón [Heb 9.25], pues la sangre de machos cabríos o de becerros no podía purificar perfectamente. Por estos sacrificios más bien se hacía memoria de los pecados [Heb 9.12; 10.3]. Además, tal institución era imperfecta por cuanto el sumo sacerdote mismo era una persona que necesitaba presentar sacrificios por sus propios pecados antes de hacerlo por los pecados del pueblo [Heb 7.27]. Mediante el hecho de que el sumo sacerdote solamente podía entrar una vez al año en el Lugar Santísimo, «el Espíritu Santo daba a entender que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo» [Heb 9.8].

El oficio sacerdotal de Cristo puso fin a todas las imperfecciones sacrificiales antiguas. Con su muerte, los sacrificios sangrientos pasaron a ser innecesarios, porque «somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre» [Heb 10.10]. A este sustituto «Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre» [Ro 3.25].
Gracia y Paz sean a tu vida!