“Porque has puesto al Señor, que
es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación no te sobrevendrá mal, ni plaga
tocará tu morada”. [Salmo 91:9-10].
Para garantizar que seremos
guardados del mal que este mundo está sufriendo y padeciendo, es necesario,
indiscutiblemente, tener un pacto con Dios. Está escrito que ningún mal nos sobrevendrá
a los que habitamos al abrigo del Altísimo. Debemos hacer de Él nuestro
refugio, hagamos de Él nuestra protección, hagamos de Él nuestro santuario.
Refugiémonos en su Divina Presencia y creamos en el Dios verdadero, el Dios de
verdad, el Dios que no puede mentir. “No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu
morada”.
Comencemos este año en la
presencia de Dios. Lo que comienza bien, termina bien. Aunque el mundo se esté
cayendo a pedazos, aunque la economía del mundo vaya de mal en peor, aunque los
gobiernos no puedan tener control, ni encontrar soluciones a la crisis; no
importa lo que diga la gente, no importa lo que digan los noticieros; no
importa, nosotros tendremos paz por dentro. Aunque este año, para el mundo sea
peor que el anterior, no importa, habrá bendiciones abundantes en la vida de
los que le han sido fieles a Dios y han hecho de Él, su morada.
Esa certeza de que estamos
seguros, es la “FE” consciente; la fe que hace pasar por tormentas,
tempestades, por ríos, por altibajos; esa fe que hace caminar sobre el agua.
Esa fe que nos sustenta en los momentos más difíciles, esa fe nos hace mantener
la confianza de que pase lo que pase, estaremos seguros en el Altísimo; Él es
nuestra habitación; una habitación donde el mal y la plaga jamás nos tocará. En
Él, estamos protegidos y más que seguros.