En estos postreros días NOS HA HABLADO POR EL HIJO, a quien constituyó
heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo [Hebreos 1:2]
Estos versículos establecen un tema muy
importante de esta carta: En el pasado Dios empleó a los profetas como su
principal instrumento de revelación, pero ahora ha hablado o se ha revelado por
medio de su Hijo Jesucristo, que es supremo sobre todas las cosas. La Palabra
de Dios por medio de su Hijo es terminante; cumple y trasciende todas las
palabras previas de Dios. No hay nadie en absoluto, ni los profetas [v1], ni
los ángeles [v4], que tenga mayor autoridad que Cristo. Él es el único camino a
la salvación eterna y el único mediador entre Dios y los hombres.
“En estos postreros días” para los
judíos era una expresión escatológica, significando en los días del Mesías [Is. 2:2]; [Mi. 4:1].
I – LA REVELACION ES EL HIJO:
Notemos que ahora “nos ha hablado” a
nosotros, “por el Hijo”: Toda la revelación del Antiguo Testamento converge en Él.
Todas las voces de los profetas ahora se unen en una sola voz, la del Señor Jesús.
La revelación anterior ha quedado
totalmente superada al venir Cristo, pues no era meramente parte de la verdad,
sino la personificación de ella en su totalidad. Él es la revelación
definitiva, completa y perfecta. En vez de ser temporaria, es permanente; en
lugar de ser preparatoria es final; y no viene a través de subordinados sino
que está encarnada en Él [Jn. 1:18].
La palabra central aquí es “Hijo”, y
como en el griego original no se usa el artículo definido, sugiere más su
carácter que su persona, lo que es, antes de quién es. Es Dios mismo
hablándonos; su Palabra entre nosotros.
Hay nada menos que nueve referencias a
Cristo como Hijo en Hebreos, de las que tres se encuentran aquí [Heb 1:2, 5, 8];
[3:6]; [4:14]; [5:8]; [6:6]; [7:28]; [10:29]. Todo lo que Dios quiso que supiéramos
acerca de Sí mismo está resumido en Cristo.
II - LA SUPERIORIDAD DE CRISTO:
Las razones de esa superioridad [vv. 2,
3]. Aquí se dan nada menos que siete pruebas de su superioridad incomparable.
HEREDERO: Primero se nos lleva al final
de la historia, al momento culminante cuando todo le será entregado. El
universo le pertenece a Él. Aún no ha tomado plena posesión de su herencia [He.
2:8]; [1Jn. 5:19], pero lo habrá de hacer a su debido tiempo [Jn. 3:35].
CREADOR: Aquí se nos conduce al
comienzo de la historia. Cristo fue el agente activo de la creación. Esto de
nuevo muestra su derecho sobre nosotros [Jn.
1:3]; [Col. 1:16]. Y si había podido superar el caos anterior a la creación
[Gn. 1:2], podría controlar el deterioro de esos creyentes hebreos.
RESPLANDOR: visible de la gloria de
Dios, quien es luz [Jn 8:12]. No es luz reflejada, sino que sale de adentro.
Aquí se nos traslada a antes de la creación. Se describe al Señor en su
relación con Dios, como la revelación de su gloria, como el resplandor del
Shekinah o la presencia de Dios en el Tabernáculo y el Templo. Todas las
perfecciones que se encuentran en Dios Padre, también se hallan en Cristo, y se
revelan en todo su esplendor en Él. El Señor, literal y activamente manifestó la
gloria del Padre. En Cristo toda la majestad del esplendor de Dios se revela
plenamente.
Él es la “Imagen misma de su
sustancia”, o como lo traduce la Versión Moderna, “la exacta expresión de su
sustancia”. Si se quiere saber cómo es Dios, no hace falta hacerse muchas
preguntas: Su Hijo vino a revelarlo. Él lo representa con total exactitud. Es
la fiel y precisa representación de la misma sustancia, esencia y carácter de
Dios [Col. 2:9]. Cristo no es solamente una manifestación de Dios, sino “Dios
manifestado en carne” [1Ti. 3:16]. Solo Cristo podía decir “El que me ha visto
a mí, ha visto al Padre” [Jn. 14:9].
Estas dos expresiones son
complementarias porque podría argumentarse, en base a la primera, que como el
rayo es solo parte del sol, así Cristo es solo parte de Dios; pero este error
se corrige con la segunda, pues Él es “la imagen misma”.
SUSTENTADOR: No se
trata de la figura mitológica de un Hércules o un Atlas soportando el peso del
mundo sobre sus hombros, sino de una realidad irrebatible. Se nos revela a
través de toda la historia en una acción continua y sostenida. El Señor lo hace
mediante el poder de su Palabra, su soberano decreto y voluntad [Col. 1:17].
Todo lo que sucede está bajo su control, y si Él en un momento quitara sus
manos de ese control, todo se desintegraría [Ro. 11:36]. El mantiene todo en
armoniosa marcha y función.
Los científicos conocen tanto más ahora
acerca del universo, la composición química de los planetas, la existencia de
millares de galaxias más allá del alcance de los telescopios. Pero sin embargo
no pueden identificar la fuerza, o el poder, que mantiene a estos mundos en
órbita. La respuesta está en este versículo. Posiblemente nuestra visión de
Cristo sea limitada. Estamos en peligro de enclaustrarlo en nuestra experiencia
restringida o nuestro conocimiento limitado. Necesitamos, pues, una nueva
visión de Cristo en estas dimensiones.
SALVADOR: Aquí vemos cuál fue el
propósito de su venida. No solo es el Revelador de Dios sino además la Redención
divina, pues efectuó la purificación de nuestros pecados por medio de su muerte
en la cruz. No bastó su palabra, sino que tuvo que tomar forma humana y morir por
nosotros. El no meramente prometió perdón, como los profetas, sino que lo logró
mediante el sacrificio de Sí mismo. En su acto redentor realizó lo que ningún
sacerdote había hecho: Quitar el pecado, no solo en forma temporaria sino
permanente [Jn. 1:29]; [Jn 19:30].
Estas palabras también nos indican que
la teoría de la existencia del purgatorio es totalmente innecesaria y contraria
a las Sagradas Escrituras; no existe.
SOBERANO: Vemos su exaltación como
Señor, ocupando el lugar que le corresponde a la diestra de Dios, ratificando
así una obra perfecta y consumada.
Resulta significativo que cuando el
Sumo Sacerdote entraba en el santuario no se sentaba pues al no haber provisión
para ello no había ningún asiento, sugiriendo que su ministerio nunca quedaba
concluido. En cambio nuestro Sumo Sacerdote; Cristo, al haber concluido la obra
de redención se sentó, y a la diestra de Dios.
Cuatro veces en Hebreos se nos indica que se sentó, o se
sienta, a la diestra de Dios: aquí como Señor victorioso, después de haber
vencido a Satán y realizado una expiación completa; en [Heb 8:1] como Sacerdote
Celestial, en [10:12] como Sacrificio Completo, y en [12:2] como Ejemplo Perfecto.
¡CRISTO, es superior en todo!
¡Gracia y Paz del Señor!