Y he aquí que yo estoy para entrar
hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón
y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas
palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han
acontecido, no ha faltado ninguna de ellas [Josué 23:14]
Ninguna de las promesas de Dios
falló en la vida de aquellos que creen; ninguna de ellas, ni tan solo una cayó
por tierra. No fallará hoy, no fallará mañana, ni fallará en el futuro próximo.
Todas las promesas escritas en su Palabra se cumplirán y continuarán
cumpliéndose en nuestra vida y en la de aquellos que creen. Pero hay una
condición, la “FE”. Cuando hay fe, hay obediencia. Es imposible agradar a Dios
sin fe, imposible. No se puede dudar de Dios habiendo un enfermo con cáncer, si
Dios es nuestro sanador; no se puede dudar de Dios habiendo hambre en el mundo,
si Dios es nuestro proveedor; no se puede dudar de Dios habiendo pobreza
extrema en el mundo, si Dios es rico en todo. Clamemos a Dios, Él es la fuente
de todo; Él es el Dios Todopoderoso.
Las promesas de Dios están
escritas para leerlas, meditarlas y practicarlas. Si las leemos, las meditamos;
las debemos practicar con fe para que
se cumplan en nuestra vida. Reclamémosle a Dios lo que prometió, aun cuando
hayamos obtenido respuestas a nuestras oraciones. Practiquemos nuestra fe; no
permitamos enfriarnos cuando el enemigo nos ataca con pensamientos negativos de
que “nunca lograremos nada”; cuando vienen esos pensamientos negativos de que “somos
fracasados”; todo eso es una mentira del diablo; Satanás es un fracasado, los
demonios son unos fracasados. No permitamos
vivir otra cosa que no sea nuestra fe. Es la fe la que vence al mundo y
todo lo que se nos viene encima; no hay razón alguna para desistir.
Escrito está: Mas el justo vivirá por fe; si
retrocediere, no agradará a mi alma [Hebreos 10:38].
El capítulo once de Hebreos
demuestra la naturaleza de la única clase de fe que acepta Dios, que es la fe
que triunfa en la peor de las circunstancias. Es la fe que cree en las
realidades espirituales; lleva a la justicia, busca a Dios, cree en su bondad,
confía en su Palabra, obedece sus mandatos, vive conforme a sus promesas,
rechaza el espíritu del malvado y enfermo mundo actual, anhela el hogar
celestial, persevera en medio de las pruebas, bendice a la generación
siguiente, rechaza los placeres del pecado, soporta la persecución, realiza
obras poderosas de justicia, sufre por Dios y nunca regresa a la tierra de
donde había salido, o sea, al mundo y la esclavitud.
Mantener la llama encendida de
nuestra fe para garantizar el cumplimiento de todas las promesas de Dios es
tarea diaria en este caminar cristiano. No hay porqué dudar.
Todas las promesas están
encaminadas y programadas para cumplirse en la vida de aquellos que creen si se
permanece en obediencia y en la práctica de la Palabra de Dios y una
comunicación directa con Él, en santidad; apartado de lo que nos distrae y nos
apaga.
La “FE” es el arma poderosa que
tenemos en este mundo cruel, enfermo y lleno de tinieblas. Con la fe se abren
puertas, con la fe se construyen cosas, con la fe se detienen las tormentas,
con la fe se aplasta al enemigo debajo de nuestros pies, y con la fe se heredan
las promesas de Dios.
[Hebreos
10:23] Mantengamos
firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que
prometió.
Fiel es el que prometió; Dios
siempre permanecerá fiel a nosotros. Es por eso que debemos mantenernos firmes
en la “FE”; mirando hacia adelante, sin fluctuar en nuestro caminar con Cristo.
Todo lo demás es pasajero.