“Nadie os engañe con palabras
vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de
desobediencia” [Efesios 5:6].
Hoy en día no estamos muy
acostumbrados a oir hablar sobre la ira de Dios en las iglesias; tal vez porque
suena muy asombroso para muchos, y para otros quizás, sea un poco molesto y
dejen de congregarse. Tal vez parece que el miedo de perder miembros obliga a
los predicadores a omitir el tema; ya que éste, no los hace muy populares. El
amor, la Gracia, el perdón, la misericordia, la prosperidad, y las riquezas de
Dios siempre están a la orden del día en los temas que se van a exponer desde
los púlpitos; y dicho sea de paso, ¡Benditos sean!; todos son bíblicos.
Son temas atractivos, hacen sentir
bien a la gente; a ¿Quién no le gustaría que Dios le diera riquezas, carros
nuevos, mansiones de lujo, billeteras llenas de dinero, cuentas gordas en los
bancos, yates, trajes de lujo, relojes finos, etc.? y la lista sería muy larga;
total la fe da para todo, pero, en definitiva es todo material y arderá en
fuego; todo eso es vanagloria. Claro está, que hay iglesias que buscan todo
esto y están llenas, y los miembros, jamás se pierden una reunión, o un culto,
ni siquiera por un catarro; es que evidentemente éstos temas satisfacen a todos
los públicos y no incomodan a nadie; ni siquiera al infierno, y Lucifer también
asiste a la congregación a escucharlos atentamente.
Éstos temas sensibilizan la mente
de las personas y causan una sensación de que todo marcha bien y en victoria y
que al fin de cuentas, después de todo, el Dios del Cielo, les abrirá las
puertas a todos, sin importar como estén; manchados, rayados, listados,
pintados o abigarrados, como el ganado de Jacob; no importa, somos todos hijos
de Dios; y todo el que crea diga ¡Amén!
Es muy difícil, tal vez
contradictorio, imaginar la ira de Dios, o un Dios que esté enojado con alguien
cuando su propia Palabra dice que “Él es
amor” [1Juan 4:8,16].
Su Palabra no puede contradecirse,
Él es tanto amor como justicia; y nunca tolerará injusticia o pecado entre sus
hijos. Quién conoce y cree la verdad, pero vive en la mentira, vive en las
cosas vanas, vive en la vanagloria de la vida, en las tentaciones de los ojos,
en la soberbia, en la arrogancia y en cosas mundanas que ofrece el mundo y los
demonios, está jugando con la fe y la salvación del alma.
El pueblo de Israel enfadaba a
Dios con sus idolatrias, con sus quejas, con su desconformismo, con su rebeldía
y desobediencia, y ellos pensando que la observancia de las tradiciones
religiosas compensaba sus pecados. Hoy en día no se está muy lejos de ser como
el pueblo de Israel, es exactamente lo que le ha sucedido a muchos creyentes en
la actualidad; ellos piensan que el amor y la gracia de Dios cancelarán sus
carnalidades. Tal vez se olvidaron de predicar este pasaje, que está escrito y
no se ha borrado, tal vez algunos lo quieran quitar de la Biblia, otros hacen
la vista gorda, en fin, el pasaje en cuestion [Romanos 1:18]
Porque la ira
de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de
los hombres que detienen con injusticia la verdad.
La ira de Dios es una expresión de
su justicia y amor; es el enojo de Dios y su reacción permanente a todo pecado
e injustica [Ezequiel 7:8-9] provocada por la conducta malvada de algunas
personas. El mismo Jesús manifestó su ira cuando entró en el templo y echó afuera
a todos los que hacían negocios en el mismo templo. Hoy en día cuántos hacen
negocio con la Palabra de Dios; la tuercen, la tergiversan, le dan vueltas, la
enroscan, le hacen torniquetes a ver si sale, o lo que salga; y le dan otro
sentido a lo que quiere decir, la moldean a gusto y placer; y todo esto, lo
hacen en el mismo templo, engañando a la gente. Muchos se han enriquecido con
la venta de levadura, en ésta gran masa que es el mundo de la religión. Si estás
con uno eres obediente; si estás con el otro eres rebelde; la idolatría da al
cuello y quieren que digas lo que ellos quieren. Mejor no decir absolutamente
nada, como cordero al matadero. ¡Amén!
Que nadie cuente con la compasión
y la benevolencia de Dios para mantenerse en el pecado, porque la ira de Dios
se revela sobre todos los rebeldes, hijos de la desobediencia.
Debemos aprovechar el poco tiempo
que nos resta para hacer un examen de conciencia y firmar una alianza con Dios
y alejarnos de todo lo que nos distrae, nos perjudica, y no ser cómplices con
aquellas personas que adulteran la Palabra de Dios para su conveniencia, para
su enriquecimiento o llenar las arcas de las ofrendas para su propia perdición.
Debemos recordar que Dios es amor, pero también es fuego que consume.