domingo, marzo 07, 2010

LA RESURRECION: El no está aquí, ha resucitado.

Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.
Mas el ángel respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.
Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.
Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea y allí me verán (Mateo 28:1-10)

La resurrección de Jesucristo es una de las verdades esenciales del evangelio (1Co 15:1-8). De modo que ésta debe ser la base de nuestra proclama como discípulos del Señor. La resurrección de Jesucristo es el contenido mismo del evangelio; y la esperanza del cristiano en esperar también esa transformación corporal que nos llevará a través de las puertas de los cielos hacia Dios mismo.

Como discípulos del Señor, debemos atesorar en nuestros corazones una base escritural firme acerca de la resurrección del Señor; y el efecto que eso implica en nuestras vidas; de tal manera que no existan dudas cuando aquel día; que es la resurrección de nuestros cuerpos, se acerca.

Debemos hacernos esta pregunta: ¿Cuál es la importancia de la resurrección de Cristo para los que creen en Él?


1- Prueba que Él es el Hijo de Dios (Jn 10:17-18); (Ro 1:4).
2- Garantiza la eficacia de su muerte redentora (Ro 6:4); (1Co 15:17).
3- Verifica la verdad de las Escrituras (Sal 16:10); (Lc 24:44-47); (Hch 2:31).
4- Es prueba del juicio futuro a los que hacen maldad (Hch 17:30-31).
5- Es el fundamento por el cual Cristo da el Espíritu santo y la vida espiritual a su pueblo (Jn 20:22); (Ro 5:10); (1Co 15:45), y la base de su ministerio celestial de intercesión por el creyente (Heb 7:23-28).
6- Da seguridad al creyente de su futura herencia celestial (1Pe 1:3-4) y de su resurrección o traslado cuando el Señor regrese.
7- Pone a disposición del creyente la presencia de Cristo y su poder sobre el pecado en la vida diaria (Gá 2:20); (Ef 1:18-20).
8- Declara su Señorío: (Ro 10:9)
9- Nos justifica: (Ro. 4:25)
10- Nos salva: (Ro 10:9)
11- Nos da la victoria sobre la muerte: (Ro 6:9-11)
12- Nos garantiza resurrección a nosotros: (1Co 15:20-23)
13- Garantiza el juicio venidero: (Hch 17:31)

El apóstol Pedro predicó el primer mensaje del Evangelio, y demostró con firmeza que Dios había levantado a Jesús de los muertos (Hch. 2:24). Y su relato sigue, explicando que Dios había hecho este milagro en base a lo que David profetizó en el (Salmo 16:8-11).

A Jehová he puesto siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi carne también reposará confiadamente; Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.

Las Cartas de Pablo (1Corintios 15)

Pablo, escribió a la iglesia de Corinto para darles consejos respecto a la doctrina de la resurrección. Esto se debió a que los corintios, como creyentes de pensamiento griego, no podían aceptar la resurrección corporal. Sin embargo Pablo les explica y demuestra el hecho de la resurrección corpórea real.

Pablo les dice que son salvos si no creen en vano, aquí les recuerda que si Cristo no fue crucificado ni resucitado, la salvación sería imposible. Todo lo que se ha predicado parte de la resurrección del Señor, y que si esta resurrección no fuera corporal, entonces el evangelio carecería de contenido, y la fe de los corintios no se basaría en un hecho real, sino en un espejismo. Y si no había resurrección, todos los que predicaban el evangelio eran falsos testigos de Dios. Si Cristo no hubiera resucitado, no habría seguridad en la salvación. Sin la resurrección los creyentes que murieran en Cristo, con la esperanza de la resurrección, en realidad perecerían. Entonces su fe sería una ficción. Pero, afirma, Cristo resucitó, y en Él, nosotros resucitaremos en un cuerpo incorruptible.

Según los Evangelios, Jesús resucitó tres días después de su crucifixión. El Evangelio de Mateo afirma que cerca de la tumba de Jesús apareció un ángel y le anunció su resurrección a María Magdalena y a "otra María" que había llegado a ungir el cuerpo (Mateo 28:1-10). Según Lucas allí había dos ángeles (Lucas 24:4), mientras que según Marcos había un joven vestido de blanco (Marcos 16:5). Marcos afirma que en la mañana de su resurrección, Jesús se apareció primero a María Magdalena (Marcos 16:9). Juan afirma que cuando María miró dentro de la tumba, dos ángeles le preguntaron por qué estaba llorando, y cuando María se giró no reconoció a Jesús hasta que él dijo su nombre (Juan 20:11-18).

Los Hechos de los Apóstoles cuentan que Jesús se apareció a varias personas en diversos lugares en los siguientes cuarenta días. Horas después de su resurrección, se apareció a dos viajeros que iban por el camino hacia Emaús (Lucas 24:13-35). La tarde después de su resurrección también se apareció a sus discípulos cuando se hallaban reunidos (Juan 20:19). Aunque su predicación se había dirigido de forma específica a los judíos, Jesús envió a sus apóstoles a los gentiles con la Gran Comisión y ascendió al cielo mientras una nube le ocultaba de su vista. Según los Hechos, Pablo de Tarso también vio a Jesús durante su experiencia del Camino a Damasco. Jesús prometió regresar de nuevo para completar la profecía mesiánica.

Uno de los momentos esenciales en la historia de la salvación durante el cual Jesús, pocos días después de haber muerto en la cruz y de haber sido puesto en el sepulcro en la tarde del Viernes, fue levantado corporalmente para iniciar un nuevo orden de vida. Este tremendo acto del poder creador de Dios (Ro 4.24); (2Co 4.14); (Ef 1.20) no se produjo ante testigos ni es descrito en el Nuevo Testamento, pero a lo largo de todo el Nuevo Testamento se proclama como un hecho indubitable (Hch 1.3)

Aunque la resurrección de Cristo garantiza la de quienes creen en Él, no deja de ser única en su género, ya que es por definición la resurrección del Mesías e Hijo de Dios (Ro 1.4). Aun los milagros de Jesús al volver a la vida a la hija de Jairo (Mc 5.21–43), al joven de Naín (Lc 7.11-17), a Lázaro (Jn 11.17-44) y a otros (Mt 11.5) no se describen estrictamente como resurrecciones, porque las personas resucitadas volvieron a morir (Hch 9.36–42; (Hch 20.7-12). En cambio, Jesucristo inició por su resurrección una etapa decisiva y final en la historia humana (Ro 6.9).

Enseñanza de Cristo

El Señor habló a menudo de su sufrimiento y pasión venidera, pero no dejó de incluir la nota de triunfo final. Aun el lenguaje figurado tomado del Antiguo Testamento y del judaísmo posterior (Hijo del Hombre; Siervo de Jehová; Hijo de Dios) implica que Dios a la larga iba a reivindicar públicamente al justo sufriente. Basándose sin duda en pasajes como (Isaías 52.13) (Isaías 53.12), Jesús predijo su propia resurrección (Mc 8.31); (Mc 9.31); (Mc 10.33); (Lc 13.32) y reivindicación en Gloria (Mt 12.40); (Mc 9.1); (Mc 10.35–40); (Mc 14.62); (Lc 22.15–18). Pero los discípulos no comprendieron la predicción (Mc 9.9; (Jn 20.9) porque la doctrina popular colocaba la resurrección de los muertos al final de los tiempos, junto con el juicio, y no dentro de la historia.

El Hecho Histórico y las pruebas

Con todo, Dios hizo lo inesperado. Después de ser sepultado honorablemente y poco antes del atardecer del viernes, el cuerpo de Jesús permaneció en el sepulcro, durante tres días. Según la costumbre judía de contar como día entero cualquier fracción del mismo, el primer día sería un par de horas del viernes (el sábado comenzaba de las seis de la tarde de nuestro viernes), el segundo día correría desde las seis de la tarde del viernes hasta las seis de la tarde del sábado y el tercer día comprendería las horas restantes hasta el momento, para nosotros desconocido, cuando el Señor salió vivo de la tumba (en todo caso, antes de que llegaran las mujeres a la tumba, en la madrugada del domingo). Esta explicación satisface las demandas aun de la expresión hebraica después de tres días (Mt 8.31).

La tumba vacía

Hay muchas pruebas de que Jesús realmente fue sepultado (en la predicación primitiva, (Hch 13.29); (Ro 6.4); (1Co 15.4); y en los relatos evangélicos, (Mc 15.42–47); (Jn 19.38–42) en un sitio reconocible poco después (Mc 15.47) para contrarrestar los rumores de que las mujeres se equivocaron de tumba. Y, por tanto, el hecho de hallar vacía la tumba, precisamente el domingo, es de gran valor como prueba; sobre este punto los Evangelios dan testimonio unánime (Mc 16.1–8); (Jn 20.1–10). Sobre los nombres y el número de las mujeres que fueron a la tumba hay menos acuerdo, como también respecto a las figuras angelicales que aparecen cerca del lugar donde yacía el cuerpo. Pero tales diferencias se deben a puntos de vista y propósitos divergentes de los evangelistas.

Las mujeres hallaron rodada a un lado la enorme piedra que tapaba la entrada de la tumba y temieron que alguien hubiera robado el cuerpo (Jn 20.2, 15). Lejos de ser resultado imaginario de los fervientes deseos de los cristianos, la tumba vacía sorprendió a todos. La teoría de que los mismos discípulos robaron el cuerpo, sostenida por los judíos en la época de los evangelistas (Mt 28.13), es sicológicamente imposible. La mera existencia de tal teoría prueba que los opositores del evangelio no pudieron negar la realidad del sepulcro vacío ni reponer ellos mismos el cadáver. Además, uno de los evangelistas relata que durante el sábado una guardia romana fue apostada en la tumba y esta fue sellada por parte del sanedrín (Mt 27.62–28.15), precaución que hace inverosímil toda hipótesis de un robo (Jn 20.3–8). El énfasis de los Evangelios, pues, en la tumba vacía indica que los primeros cristianos entendían la resurrección en términos corporales; como judíos, no concebían una resurrección espiritual que dejara el cadáver en los lazos de la muerte.

El Cristo resucitado

Todavía más decisivas para la fe de los discípulos fueron las apariciones de Jesucristo, variadas y convincentes. He aquí una lista:

En Judea:

A las mujeres (Mt 28.9).
A María Magdalena (Jn 20.11–18)
A Pedro (Lc 24.34); (1 Co 15.5); (Mc 16.7).
A los caminantes de Emaús (Lc 24.13–31).
A los apóstoles (Lc 24.36–49); (Jn 20.19–23); y a muchos de ellos (1Co 15.5-8).
A once apóstoles (Jn 20.24–29).
A los que se habían reunido (Hch 1.6–9); cf. los apóstoles de 1.2; (1Co 15.7); (Lc 24.50); cf. v. 33).

Probablemente en Galilea:

A los once apóstoles (Mt 28.16–20); (Mc 16.7).
A más de quinientos hermanos (1 Co 15.6).
A Jacobo (1 Co 15.7).
A siete discípulos (Jn 21.1–14).

Según Lucas, el período de las apariciones duró cuarenta días (Hch 1.3) y terminó con la Ascensión. Pero Pablo afirmó ser también parte de la misma serie de testigos (1 Co 15.8), gracias a la aparición que le fue concedida unos tres años después (Hch 9.3–8); (Hch 22.6–11); (Hch 26.12–18). En este caso, él fue el único testigo (con posible excepción de Jacobo) que no había creído en Jesucristo antes; generalmente las apariciones no tuvieron el propósito de incitar a la fe, sino el de confirmar la de los que ya eran cristianos.

Los evangelistas se esfuerzan por mostrar que el Cristo resucitado es idéntico al Jesús terrenal, a pesar de las diferencias que embargan al principio los ojos de los discípulos para no reconocerle (Lc 24.16; Jn 21.4). El Señor come y bebe con ellos (Lc 24.41); (Hch 10.41) y permite que lo palpen (Jn 20.27); (Mt 28.9) y (Jn 20.17); en su cuerpo aún conservaba las marcas de su pasión (Lc 24.39); Jn 20.20). Con todo, el Resucitado tiene nuevas condiciones que antes solamente habían sido presagiadas en la Transfiguración (Mc 9.9): Jesús desaparece de la vista de sus discípulos (Lc 24.31) y pasa a través de puertas cerradas (Jn 20.19, 26). Tales condiciones solo podían pertenecer a un cuerpo espiritual (1Co 15.44) o glorificado (1Co 15.43); (Flp 3.21), tipo del cuerpo que el cristiano recibirá en la resurrección de los justos.

El Cristo vivo

Para fundamentar la fe, era más importante la seguridad de que Jesucristo vivía y reinaba en la iglesia y en el cosmos que un acontecimiento en el pasado. La certeza de que Cristo vive en uno (Gl 2.20) y en su pueblo por el poder de su resurrección (Flp 3.10) y la convicción de las señales de su señorío (Hch 2.33); (Hch 3.15); (Hch 4.30) eran parte del testimonio apostólico de la resurrección de Cristo (Hch 4.33). Si bien es cierto que los testigos oculares eran indispensables en la predicación del evangelio (Hch 1.21); (Hch 10.41); (Hch 13.31), la bienaventuranza es aun para quienes no vieron con sus propios ojos (Jn 20.29); (Jn 17.20), porque el Espíritu Santo es también testigo de estas cosas (Hch 5.32). La fundación y existencia continua de la iglesia de Cristo es, por tanto, una de las pruebas más fehacientes de la realidad de la resurrección (Mt 28.18).

La Resurrección misma

Gran parte de la doctrina del Nuevo Testamento se basa en las implicaciones de la Resurrección. Con base en textos tales como (Salmo 110.1) (Jehová dijo a mi Señor: siéntate a mi diestra), los cristianos primitivos contemplaban la Resurrección como un acto de creación con el cual Dios Padre puso su sello de aprobación sobre el ministerio de Jesús, y en especial sobre su obra expiatoria (Ro 4.25); (Ro 8.34); (Heb 2.9), Expiación, Justificación, Redención, Salvación. La conquista del último enemigo, la muerte (1Co 15.26) fue garantizada con la Resurrección (1Co 15.54); por tanto, Jesucristo es declarado Señor, Salvador, y Juez victorioso sobre todas las autoridades malignas (1 P 3.21); (Ef 1.21); (Flp 2.9); (Heb 2.5). Esta entronización de Jesucristo tiene grandes implicaciones para los creyentes en Él, ya que Él abrió el camino nuevo y vivo de acceso a Dios (Heb 10.20). Vive e imparte su vida a los que se unen a Él por la fe (Jn 14.19); (Ef 2.5), lo cual es una bendición que tendrá repercusiones en el futuro (Ro 6.8, 13); (1 Co 6.14).

A medida que la señales se cumplen; vemos que los terremotos, la sangre, el fuego, y las columnas de humo, ya son parte del escenario preparado como plataforma del acontecimiento más sublime y más grande de todas las dispensaciones de la historia bíblica y de la historia de la iglesia; podemos decir: Han comenzado a suceder estas cosas, por fin, el fin ha llegado.

Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca. (Lucas 21:28).

¡Paz a vosotros! ¡La gracia del Señor Jesucristo nos colme!